Una pandemia de malestar en el diván del psicólogo
Los profesionales afrontan un incremento de un 30% en la demanda de consultas por problemas de salud mental tras la crisis sanitaria, social y económica que vino con la Covid
Todos los miércoles, justo después de los aplausos de las ocho de la tarde, y mientras algunos vecinos todavía remoloneaban en los balcones antes de ... volver a encerrarse entre cuatro paredes, la publicista y comunicadora Belén Unzurrunzaga encendía el ordenador para conectarse con su psicólogo. Aquellas sesiones 'online' fueron el salvavidas que la mantuvo a flote mientras a su alrededor el mundo parecía desmoronarse. «Durante el confinamiento yo no cociné, ni hice videollamadas para compartir el aperitivo con los amigos. Lo pasé en silencio, con grandes episodios de ansiedad. En aquel momento vivía en Madrid, sola, y mis padres estaban aquí en Murcia, también solos. Mi madre, de 76 años, tiene una discapacidad que le impide moverse de cuello para abajo y una enfermedad degenerativa. Mi padre, de 81, es su cuidador», relata.
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El miedo era lo único que parecía habitar las calles desiertas en aquellos primeros meses de la pandemia. El 26 de marzo, con los hospitales de Madrid ya colapsados, Belén amaneció con síntomas de Covid. Pero su mayor angustia era que se infectasen sus padres. La ayuda psicológica se convirtió en imprescindible, como ya lo había sido en otras etapas de su vida.
Dos años y medio después de aquellos días distópicos, las consultas de los psicólogos están llenas de pacientes que han visto deteriorada su salud mental a raíz del impacto emocional que ha supuesto la crisis sanitaria, social y económica que todavía afrontamos. A todo esto se suma ahora la inflación galopante y una guerra en Europa. «Hemos estado sometidos a una situación de ansiedad e incertidumbre. Sobre todo al principio de la pandemia, era una percepción permanente de peligro, con cifras diarias de muertos. Se ha ido generando un estado de inquietud, desasosiego y zozobra en muchísima gente», reflexiona el psicólogo clínico Eladio Rosique. «Hay un hartazgo. La gente está harta de tener miedo, ansiedad y angustia», advierte.
«Con las dificultades económicas y sociales en las que nos movemos, ¿qué salud mental esperamos encontrar?», se pregunta Pedro Jara
Este gran malestar, que llega después de la Gran Depresión de 2008 y de la mayor pandemia en un siglo, se traduce en un incremento de entre un 20% y un 30% en la demanda de atención psicológica por cuadros de ansiedad, depresión y otros trastornos, según datos del Consejo General de Psicólogos. El sistema público, que arrastra un déficit crónico de profesionales y recursos, está desbordado. Pero la saturación llega también a muchas consultas privadas de la Región de Murcia, que afrontan «listas de espera», admite Rosique.
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«Ya venía de antes»
«Para los que estamos a pie de calle el aumento es evidente, no necesitamos mirar ninguna estadística. Se ha disparado la demanda de atención, aunque en realidad ya estaba creciendo desde antes de la pandemia», apunta Pedro Jara, psicoterapeuta de larga trayectoria que ejerce en Ceutí. La crisis de la Covid «ha catalizado los problemas que ya venían de atrás», señala.
Todos los profesionales consultados coinciden en advertir de este fuerte incremento. «Hay un aumento grandísimo en la demanda de tratamientos. Los adolescentes y las personas mayores son la población más afectada, por distintos motivos», señala Elena Navío, psicoanalista especializada en Infanto-Juvenil y vocal del Colegio de Psicólogos. «Estamos saturados. La pena es que la gente tenga que recurrir a la privada, porque la sanidad pública no tiene capacidad para dar respuesta a esto», subraya María Dolores Oñate, psicóloga centrada sobre todo en la atención a la adolescencia y experta en adicciones.
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«Más intensidad y frecuencia»
Los profesionales detectan sobre todo un «incremento de la intensidad y la frecuencia de los trastornos de ansiedad y los cuadros depresivos». Mucha gente que ya padecía antes estos problemas ha empeorado, mientras que otras personas han acudido por primera vez al psicólogo con síntomas, explica Eladio Rosique. Los estudios realizados tras la pandemia avalan esta percepción con datos. Según dos publicaciones recientes en 'The Lancet Psychiatry', la prevalencia de los trastornos de ansiedad y depresión se ha elevado en España un 29% y un 35%, respectivamente. Para Rosique, la pandemia ha sido «una emergencia médica, pero también psicológica».
Hay algunos pacientes que han visto especialmente empeorada su situación clínica, explica este experto. Por ejemplo, personas que sufren trastorno de pánico con agorafobia (miedo a sufrir una crisis de ansiedad en espacios cerrados, como un avión o un coche, o en lugares públicos). El confinamiento y la paralización de toda actividad tampoco ayudó a mejorar los cuadros depresivos, porque quienes los sufren necesitan «estimulación», ir haciendo cosas de manera gradual.
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Belén Unzurrunzaga lleva ocho años acudiendo al psicólogo: «Abrirme en canal me ha ayudado a entender muchas cosas; me aporta mucha paz»
La crisis sanitaria ha sido también el caldo de cultivo perfecto para que muchas personas desarrollen hipocondría o vean exacerbada esa obsesión constante por las enfermedades. A las consultas de los psicólogos han llegado, asimismo, más parejas buscando terapia, y familias con conflictos agravados entre padres e hijos.
El cáncer de la soledad
El primer impacto de la pandemia lo sufrieron, sobre todo, las personas mayores. «Estuvieron amenazadas de muerte, con una sensación de acorralamiento. No sabíamos a lo que nos enfrentábamos, era una sensación apocalíptica», recuerda Eladio Rosique. A esa vulnerabilidad se sumó la soledad, que es «el gran cáncer psicológico de las personas mayores». La soledad genera «la mayor parte de los cuadros de depresión, y la tristeza y el malestar emocional llevan al deterioro físico». Este problema no es nuevo ni nació con la pandemia, pero se ha agravado en los últimos tiempos. El 53% de los murcianos mayores de 65 años se sienten tristes de manera frecuente, y el 58% manifiesta que no tiene a nadie con quien hablar, según el 'Mapa de la soledad de la Región de Murcia', elaborado en 2021 por el Instituto de Investigación para el Envejecimiento de la Universidad de Murcia (UMU).
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Los mayores y otras personas vulnerables fueron quienes sufrieron con más intensidad la pandemia, pero la situación de muchos adolescentes ha encendido la luces de alarma en la postpandemia. En la asociación Adaner se ha duplicado el número de quienes solicitan asistencia por trastornos de la conducta alimentaria, según advirtió recientemente su presidenta, Emilia Hernández. Las tentativas de suicidio en adolescentes han aumentado un 27%, «y en estos momentos ya es la primera causa de muerte no natural entre los jóvenes de 16 a 29 años», alerta Elena Navío, psicoanalista especializada en atención infanto-juvenil. «Los adolescentes presentan una problemática difícil, complicada. No vienen con un síntoma, un conflicto, no vienen con eso; vienen desconectados, con dificultad para tomar la palabra, agresivos en muchos casos y acompañados por unos padres o enviados por unos educadores completamente desbordados», explica la experta.
Un problema social
Pero el destacado aumento de la demanda de atención psicológica llega a todas las edades, a hombres y a mujeres. Detrás hay múltiples causas, y el análisis es complejo. El psicoterapeuta Pedro Jara pone el acento en «las dificultades socioeconómicas, laborales y de todo tipo en las que nos movemos». La salud mental debe abordarse «como un problema fundamentalmente social, no individual. Hay cuestiones genéticas y biológicas, claro, pero los trastornos mentales tienen mucho que ver con los entornos en los que nos movemos y con las dificultades de adaptación. Si cada vez cuesta más conseguir y mantener un empleo, si los jóvenes no pueden salir de casa hasta los treinta y tantos y cuando lo hacen no pueden casi ni pagarse una habitación, si los horarios son tremendamente exigentes y la educación cada vez más competitiva, ¿qué salud mental esperamos encontrar?», se pregunta Jara.
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Hay, señala, un «exceso de individualización» a la hora de abordar estos trastornos, y se olvidan con frecuencia los determinantes sociales. «Los psiquiatras y psicólogos somos como los mecánicos que arreglan los coches que llegan destrozados porque han circulado por carreteras llenas de clavos, baches y socavones. La pandemia, las crisis sucesivas, son esos clavos y esos baches», reflexiona Pedro Jara. Por eso, está convencido de que «la solución real, de fondo, a los problemas de salud mental está más en los despachos de los gobernantes que en las consultas de los terapeutas».
En cifras
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97 psicólogos clínicos hay en la red de salud mental del Servicio Murciano de Salud
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2.600 psicólogos están colegiados en la Región de Murcia, según los datos facilitados por esta institución
También hay que «hacer los coches más fuertes». Es decir, dotar a la persona de mejores herramientas para afrontar las adversidades, la frustración y la incertidumbre, especialmente en el caso de los más jóvenes. Pero este discurso, muy generalizado, esconde una «perversión» si no tiene en cuenta «la cuestión social», avisa Jara. «La solución no puede pasar por seguir apretando las clavijas para que la gente soporte mejor situaciones que no deberían existir», reflexiona.
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Pero, en lugar de afrontar las múltiples causas del malestar, se abusa de psicofármacos, advierte. En la Región de Murcia se consumen 66,87 dosis de benzodiacepinas diarias por cada mil habitantes, un 11% más que antes de la pandemia, según datos de Salud. Los fármacos son «importantísimos» para el abordaje de muchos trastornos, matiza el psicólogo clínico Eladio Rosique, pero «en la mayoría de los casos no curan, si no que palían el sufrimiento».
«Una normalización»
Más allá de un deterioro colectivo de la salud mental, si la población acude más a los profesionales es también porque pedir ayuda psicológica «se ha normalizado», señala Rosique. «Se ha caído el tabú. La gente demanda más, y lo hace con situaciones de menor gravedad. Antes, los pacientes te llegaban tarde, muy mal. Ahora se puede prestar mejor atención, y resulta más eficaz», subraya el experto.
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La publicista Belén Unzurrunzaga es una de esas personas que ha normalizado la visita al psicólogo. «Empecé a ir hace ocho años, a raíz del proceso de enfermedad de mi madre, que fue muy agresivo. Me afectó mucho a nivel emocional», relata. «Hablar y abrirme en canal me ha ayudado a entender muchas cosas; ir al psicólogo me aporta una gran sensación de paz y alivio. He crecido mucho como persona», confiesa. En su piel lleva tatuado un cerebro, que le recuerda cada día «la importancia de cuidar nuestra salud mental».
El Colegio reclama una respuesta «transversal» y el refuerzo de lo público
Al actual deterioro de la salud mental de la población hay que darle una respuesta «transversal», advierte María Fuster, presidenta del Colegio de Psicólogos de la Región de Murcia. «La prevención debe estar presente en todas las políticas públicas», desde las puramente sanitarias a las educativas o de política social, destaca. Los psicólogos reclaman una mayor presencia en el sistema educativo, y consideran imprescindible reforzar la deficitaria red de salud mental de la sanidad pública regional.
Los centros de salud mental cuentan con 97 psicólogos clínicos, 19 más que en 2018, según los datos publicados por la Comunidad. La Consejería señala que el Programa de Acción en Salud Mental 2019-2022 contempla la contratación de 22 psicólogos clínicos, de los que ya se han incorporado 14.
Pero estas cifras siguen siendo, para los profesionales, muy insuficientes. «Las carencias en la Región son enormes; estamos a la cola del país en modelos de atención integral a las personas con necesidad de atención psicológica», denuncia la psicoanalista Elena Navío. «Los centros de salud mental están saturados, y los pacientes deben esperar hasta tres meses para ser atendidos. Esto dista mucho de ser una atención de calidad», lamenta.
La Consejería reduce a 39 días la espera media, y asegura que se está trabajando «para acortarla todo lo posible», si bien advierte de «la limitación que existe a nivel nacional por la falta de especialistas». En estos momentos «no hay psicólogos ni psiquiatras en bolsa de trabajo», señala Salud. La Consejería también incide en que la ratio de profesionales por habitantes supera la media nacional. En concreto, la sanidad pública regional cuenta con 7,4 psicólogos clínicos por 100.000 habitantes, aunque si se tiene en cuenta solo a los profesionales de la red de salud mental, excluyendo los hospitales, la cifra se reduce a 6,2. La media nacional se sitúa en 5,58.
Peor acceso a tratamientos
«Sigue existiendo una gran falta de profesionales de salud mental en el sistema público», resume Navío. Hay, además, una parte importante de la población que no puede permitirse pagar un psicólogo o psiquiatra privado, recuerda. La paradoja es que es ese segmento de población, precisamente, el que más necesita en muchos caso atención a sus problemas de salud mental.
Las desigualdades sociales, subraya el psicoterapeuta Pedro Jara, son un elemento clave en la salud mental. «Son las personas que más atención necesitan, pero las que menos acceso tienen a los tratamientos», lamenta.
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