Los nuevos pobres del coronavirus
Miles de familias de la Región se han visto obligadas a pedir ayuda a ONG y a los ayuntamientos para poder llevar alimentos a sus hogares al quedarse sin trabajo
La pandemia provocada por la Covid-19 no solo ha ocasionado una terrible crisis sanitaria, sin parangón en la memoria de muchas generaciones, sino que ha desencadenado una crisis económica que ya no hay quien duda que va a dejar en mantilla a la que tuvo lugar en los años siguientes a 2008.
Familias que iban sobreviviendo a los avatares de la economía hasta ahora, sin necesitar ayuda externa, se han visto obligadas a acudir a las ONG, a donaciones de particulares y empresas, o a los Servicios Sociales municipales para poder llevar un plato de comida a la mesa, para pagar sus alquileres o para, simplemente, poder mantener una higiene adecuada en sus hogares y en sus personas. Son los nuevos pobres que arrastra la pandemia.
Los ayuntamientos de la Región han tenido que modificar sus presupuestos y sacar de fondos guardados para otros menesteres todo el dinero que han podido para atender a estas personas, que se cuentan por miles, duplicando y hasta triplicando las partidas económicas de ayuda e incrementado el personal de servicios sociales.
La pandemia de coronavirus ha dejado en el paro a más de 50.000 trabajadores de la Región, según calcula UGT, una cantidad que se suma a los 100.000 que ya estaban sin trabajo antes de que se declarara el estado de alarma.
Pero tras las cifras, hay caras y nombres y apellidos. He aquí solo tres ejemplos, pero que definen la situación por la que están pasando, con mayor o menor dramatismo, estas familias: Lourdes Ayala, vecina de Murcia; María Ángeles Fuentes, de Cartagena; y Vanesa López, de Lorca.
Lourdes Ayala, que llegó a España hace años desde Bolivia, vive en su casa del barrio murciano de El Ranero, junto a su marido Gerardo, sus cuatro hijos, la pareja de uno de ellos y un bebé de pocos meses. En total, 7 adultos y todos sin trabajo.
La comida que ponen todos los días en la mesa se la deben a Cáritas, la organización de la Iglesia Católica a la que han acudido por segunda vez. La primera fue recién llegados como inmigrantes, hasta que su marido y ella lograron trabajo. Lourdes está empleada como asistenta de una familia de Murcia y su marido ha trabajado en la construcción, hasta que cogió la baja médica.
La familia para la que trabajaba ella le adelantó la paga del mes de abril, que tendrá que devolver con su trabajo cuando acabe el confinamiento, y con eso y la ayuda de Cáritas van sorteando el temporal. «Por ahora no hemos tenido que pedir para pagar los recibos, pero si esto se prolonga hasta el verano, no creo que podamos aguantar», comenta Lourdes, que subraya el buen trato que ha recibido siempre de esta organización de la Iglesia.
«No solo nos ayudaron antes y ahora, sino que también han incluido a mi hijo Pablo en el programa de refuerzo escolar que tienen desde hace tiempo en el barrio de Santa María de Gracia», indica agradecida Lourdes.
A nivel regional, los datos de lo que ha supuesto la crisis del coronavirus para Cáritas hablan por sí solos: mientras que el año pasado esta organización atendía a 25.926 familias, a partir de la Covid-19 el número ha aumentado un 35%, alcanzando las 35.000. Además, ayudan a 97.795 personas, frente a las 72.441 del año pasado (otro 35% más); han incrementado en un 54% los servicios de comedor diarios, pasando de 205 a 448, y en cuanto a los economatos, en lugar de abrir un día a la semana, ahora lo hacen cinco jornadas. De hecho, acaba de inaugurar en Murcia el quinto economato en la Región, que se suma a los de Cartagena, Lorca, Torre Pacheco y Fuente Álamo. En estos locales se reparten a las familias productos de alimentación, higiene y limpieza.
Del almacén del Banco de Alimentos del Segura salen a la semana una media de 50.000 kilos, que se reparten por la Región
A uno de estos economatos acude Vanesa López, que vive en Lorca con su marido, Ramón Cortés, y su hijo Pedro Daniel, de 12 años. Una vez más, todos los adultos están en paro, aunque en su caso, la pandemia les pilló ya sin trabajo, tres meses en el caso de ella (era cajera en un supermercado y no tiene derecho a paro) y más tiempo en el caso de él (trabajaba en un cebadero de cerdos que dio en quiebra).
«Está siendo muy complicado, porque con el confinamiento no puedes salir a buscarte la vida», comenta Vanesa, y explica que reciben 300 euros al mes de ayuda municipal, pero la mitad se la queda el banco porque tiene que devolver un préstamo que había pedido antes de esta crisis.
No le es posible pedir ayuda a sus familiares (en su caso no se habla con ellos y en el de su marido «están igual que nosotros») y aunque viven en una casa vieja y lejos de estar en las mejores condiciones, Vanesa prefiere encarar la situación con optimismo. Ya piensa en cómo salir «de esta» cuanto antes: «Espero poder apuntarme a algún cursillo del Ayuntamiento para encontrar pronto trabajo», subraya.
Así lo ven
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Mª Ángeles Fuentes (Cartagena) «Es la primera vez que me veo en esta situación en mi vida y me da apuro pedir, pero con la vergüenza no se come»
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Lourdes Ayala (Murcia) «Mi marido y yo nos hemos quedado sin trabajo, pero desde el principio hemos recibido toda la ayuda que hemos necesitado »
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Vanesa López (Lorca) «A nosotros nos ha pillado esta crisis en el paro, y encima con el confinamiento no puedes salir a buscarte la vida»
Otra organización sin ánimo de lucro que ha visto incrementar en un alto porcentaje la solicitud de ayuda ha sido el Banco de Alimentos del Segura. Los datos más actualizados indican que desde que comenzó la pandemia hasta el viernes 1 de mayo, han repartido 305.121 kilos de alimentos, que distribuyen entre 169 entidades benéficas con las que colaboran en toda la geografía regional (Cáritas, asociaciones de inmigrantes, comunidades y entidades religiosas, comedores y residencias de ancianos y asociaciones de reinserción social).
De hecho, en la actualidad abastecen de alimentos a 32 ayuntamientos, algunos de los cuales pasan más de una vez al día por el almacén del Banco, ubicado en Murcia. La cantidad de alimentos que se les entrega en cada ocasión está en función del número de familias a las que tienen que atender los consistorios, estando la media entre 2.000 y 3.000 kilos, tanto de alimentos frescos como no perecederos. En total, salen de su sede unos 50.000 kilos cada semana.
Pero no solo las entidades benéficas están cerca de los que lo necesitan. En Cartagena, Mª Ángeles Fuentes, madre separada que tiene a su cargo a cinco y ninguno trabaja, recibe alimentos de dos particulares, Antonio Cayuela y Salvi Mulero, que a su vez recogen la comida de donaciones de personas o de empresas.
«Son nuestros ángeles», subraya, y explica que ella era ayudante de cocina en un restaurante y que se fue derecha a un ERTE cuando empezó el confinamiento, «pero aún no he cobrado nada de la ayuda prevista».
Mª Ángeles comenta que es la primera vez en su vida que se ha visto en la obligación de recurrir a la beneficiencia, porque siempre ha trabajado «en lo que salía porque no tengo estudios», y que aunque le da apuro pedir, «con la vergüenza no se come».
Si algo le duele de toda esta situación es el sentimiento de «desamparo» que tiene con respecto a sus jefes. «Es muy duro que después de que te has dejado la piel por sacar adelante su negocio, trabajando el doble de horas, te digan que si necesitas dinero que se lo pidas a un banco o que te fíe alguien, en lugar de adelantarte algo del sueldo».
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