NORMALIZAR LA VIDA
José Luis Alonso Romero
Jueves, 19 de octubre 2017, 00:52
Un año más llega el 19 de octubre, Día Mundial del Cáncer de Mama. Algunas personas lo vivirán por primera vez con un interés especial por un nuevo diagnóstico propio o cercano de esta enfermedad. Otras esperarán la comunicación ese día de nuevos tratamientos y nuevas oportunidades para luchar contra ella. Y un grupo, cada vez más numeroso, sentirá que es el momento de «normalizar» su vida una vez superado el problema.
El cáncer de mama es el tumor maligno más frecuente en las mujeres. La supervivencia ha mejorado significativamente (en este momento es del 86% en nuestro entorno, casi el doble que hace unos años). Las secuelas relacionadas con su diagnóstico y tratamiento son cada vez menores por lo que ha mejorado asimismo la calidad de vida. Esto es debido a la mejoría en los procedimientos diagnósticos y terapéuticos, cada vez más precisos, conservadores, efectivos y con menos efectos secundarios, al diagnóstico precoz y al mayor conocimiento de su biología y mecanismos moleculares.
La organización de los profesionales en equipos interdisciplinares, que trabajan de forma estrecha valorando los distintos puntos de vista, consigue definir la mejor técnica diagnóstica o el tratamiento más adecuado para cada situación. El compromiso de los mismos con la investigación ha sido fundamental para este progreso. El apoyo psicológico especializado durante todo el proceso se ha demostrado imprescindible para mejorar el pronóstico.
Finalmente, la apertura de consultas de largos supervivientes, que facilitan una adecuada coordinación con los profesionales de atención primaria, ha permitido elegir la mejor estrategia de seguimiento atendiendo a las necesidades cambiantes del paciente, una vez finalizada la fase de tratamientos activos.
Todavía hay camino por recorrer para mejorar el diagnóstico y el tratamiento, además de concienciar a la población general y a los profesionales sanitarios de la importancia de la prevención, sobre todo en los cambios de estilo de vida. Pero, ¿qué supone esta mejoría en el pronóstico?. Que una gran cantidad de mujeres (más de 20.000 al año en España), una vez superada la enfermedad, necesitan la ‘normalización’ de su vida. Prácticamente desde el diagnóstico, la enferma y su familia desean que su vida vuelva a ser normal. Pero la vuelta a ésta, una vez finalizados los tratamientos, puede suponer grandes retos: volver al trabajo (o asumir su pérdida), recuperar una vida social activa, afrontar cambios familiares, y todo ello con algunas secuelas físicas inevitables.
Sin lugar a duda, la readaptación depende fundamentalmente de ellas y de su entorno familiar y social, pero la sociedad en la que vive tiene también obligaciones que asumir. En esta vuelta a la normalidad, la reincorporación a una vida laboral activa es fundamental. Aproximadamente, el 60% de los casos de cáncer de mama son diagnosticados en mujeres de menos de 65 años. Como para el resto de trabajadores, el empleo es fundamentalmente un recurso social y económico. Además, y de manera particular, a los supervivientes del cáncer les da la oportunidad de verificar que vuelven a ser ellos mismos, y les permite ganar confianza en su salud, en sus expectativas de futuro y en su estado social. Las posibilidades de incorporación a la vida laboral se ven reducidas con respecto al resto de la población. Por otro lado, aquellos que lo consiguen, tienen con frecuencia limitada la cantidad o el tipo de actividad laboral.
En nuestro país el 85% de los pacientes diagnosticados de cáncer no trabajan de forma remunerada durante el proceso, sobre todo si el tratamiento está asociado al uso de quimioterapia. Una vez finalizado, casi la mitad mantienen una baja laboral temporalmente. Finalmente, el 50-75% de los pacientes se reincorporan a su trabajo. Los factores que facilitan esta circunstancia son: la ausencia de secuelas, los trabajos que no suponen un esfuerzo físico importante, la flexibilidad horaria, una menor edad, el seguimiento médico adecuado y la rehabilitación laboral apropiada a lo largo de la enfermedad.
La realidad del cáncer está cambiando, y es necesaria una adecuada educación en este sentido tanto de la población general como de los profesionales implicados en su tratamiento. Pero esto no sería suficiente si, además, desde el comienzo de la enfermedad no se trabaja individualmente con el paciente para reconocer sus necesidades específicas, y se incorporan a los equipos de trabajo otros profesionales: rehabilitadores, fisioterapeutas, psicólogos, terapeutas ocupacionales y asistentes sociales, para realizar un adecuado soporte y rehabilitación emocional, social y ocupacional desde los primeros momentos.
Todos nosotros, no solo los políticos y los gestores, tenemos la difícil, pero a la vez estimulante e ilusionante tarea, de adecuar nuestra sociedad para conseguir el objetivo de la incorporación real de una población creciente, la de personas que han superado el cáncer y quieren normalizar su vida.