Borrar
Carmen Guillén, en el sillón del salón de su casa. Al fondo, su madre María, de 88 años, quien la cuida a pesar de sufrir alzhéimer. Javier Carrión / AGM

El día a día después de un ictus: «No te mueres, pero dejas de vivir»

Carmen Guillén tiene 59 años, vive en Beniel y en 2007 se le paró la vida después de sufrir un ictus

Viernes, 29 de octubre 2021, 04:03

Comenta

Tocas el timbre de su casa, pero quien te abre la puerta no es ella. Preguntas a la que es su mano derecha e izquierda, su asistenta, y dice que está en el salón, al fondo. Te sorprende con una sonrisa de oreja a oreja; bromea contigo, y eso que apenas conoce tu nombre. Carmen tiene 59 años recién cumplidos y no deja de reír. Tiene «una entrevista con un periodista» y se ha puesto lo más guapa posible para las fotos. Va a contar su historia y sabe que te va a poner la piel de gallina. Se sienta en su sillón y empieza a recordar el día en el que terminó la vida tal y como la conocía.

Hace 14 años volvió a nacer por culpa de un ictus que llegó cuando debía hacerlo su bebé. Salía de cuentas en marzo de 2007, pero en el septiembre anterior llegó un aborto y el 15 de marzo de aquel año , justo en la fecha en la que tenía que llegar al mundo su primer hijo se acabó su primera vida. «Nene, pásame la vaquita [un vaso con forma del animal], que beba agua antes de empezar».

Carmen Guillén vive en Beniel, donde nació «por primera vez» después de que un accidente cerebrovascular llegara para acabar con todo. Con todo porque «no te mueres, pero dejas de vivir, porque la vida se te ha parado», dice la protagonista. Iba conduciendo de camino a su casa de Santo Ángel, donde residía antes de que una arteria de su cabeza decidiera explotar. 'Algo' le hizo parar a medio camino en un lavadero, «y es raro porque no lo solía hacer», pero este movimiento le salvó la vida. «Sentí que me desplomaba. Era como si a mi brazo izquierdo le hubieran cortado un cable. No sentía nada. Me costaba hablar. Un trabajador me auxilió, llamé a mi pareja y entre los dos me llevaron a La Arrixaca. Ahí perdí el conocimiento».

Carmen salía de cuentas en marzo de 2007 para dar a luz a su primer hijo; seis meses antes abortó y en esa fecha sufrió un ictus

Las arterias de su cabeza se habían hecho un nudo y la rotura de una de ellas, por una malformación arteriovenosa de nacimiento «y el estrés», tenía a Carmen dentro de un quirófano en «una operación a vida o muerte». «Llevaba una bomba dentro de mi cabeza durante 44 años y no lo sabía», señala. Los doctores fueron muy claros con su familia: «Seguramente Carmen no pueda salir de esta». Pero lo superó y «aquí estoy, solo coja y manca. Menos mal que puedo seguir hablando porque con lo que me gusta si no pudiera explotaría», bromea.

Carmen Guillén, en su casa de Beniel. Javier Carrión / AGM

Pasión por su hija

Carmen tiene mucho que contar, que desahogar y reivindicar. Y lo hace ante la atenta y tierna mirada de quien le vio nacer el 2 de septiembre de 1962, pero también el 15 de marzo de 2007. Es su madre, su nombre es María, tiene 88 años y sufre alzhéimer. Ha olvidado muchas cosas pero lo que aún permanece es la pasión por su hija. «Ella es la que me cuida a mí. Mi padre [su marido] murió en un accidente de tráfico cuando tenía 8 años. Ha pasado dos veces por lo mismo», cuenta la hija mientras ambas cruzan miradas.

Psiquiatras, fisioterapeutas y un sinfín de terapias resumen los últimos 14 años de Carmen. Un trabajo sin descanso para luchar con las secuelas: «El ictus es un daño invisible. La vida te cambia en un minuto. Es un palo detrás de otro. No me puedo duchar, vestir ni cocinar. No tengo equilibro y hace unos meses me caí y me partí el cráneo. Tengo la mano izquierda cerrada desde hace 14 años. Me pinchan cada tres meses para soportar los dolores. Tengo muchos peligros, pero no puedo vivir con miedo». Sin embargo, el dolor del cuerpo no alcanza al del corazón o la cabeza. «Las secuelas emocionales son las peores. Yo nunca había tenido ansiedad o depresión hasta ahora. Dicen que pasas un duelo cuando te quedas sin alguien, y yo me quedé sin mi -otra- vida».

«Llevaba una bomba dentro de mi cabeza durante 44 años y no lo sabía»

Paciencia

Dos chicas le ayudan a todo lo que no puede recordar y hacer su madre. Y un grupo de personas de toda España le sigue ayudando a mantener esa sonrisa que casi una hora después mantiene inctacta. «Hablo por WhatsApp con gente de todos lados que está en la misma situación y viajamos para conocernos. Es una gozada». Es reivindicativa a más no poder porque «me cuesta tanto vivir que me da rabia todos los obstáculos que me ponen. Pido a las administraciones invertir en neurorrehabilitación y accesibilidad para hacernos la vida más fácil».

Paciencia. Es la palabra que marca la segunda vida de Carmen. El ictus le ha enseñado que «falta empatía, civismo y respeto» en la sociedad. Intenta cada mañana al despertar que este accidente «me cambie para mejor y no me destruya». Ha aprendido muchas cosas, pero hay algo que quiere gritar bien fuerte: «La vida es una, aunque yo haya tenido dos oportunidades. Hay que cuidarla y disfrutarla porque nada es más importante que uno mismo».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad El día a día después de un ictus: «No te mueres, pero dejas de vivir»