Militares de la brigada de Javalí Nuevo vigilan la frontera con Israel en misión de paz
«Sentimos preocupación y orgullo por nuestro hijo», afirma un familiar
Fulgencio Perona cuenta los días que faltan para que regrese su hijo del Líbano. Para el concejal de Seguridad Ciudadana y Emergencias del Ayuntamiento de Murcia, cada jornada que se apaga acerca más a casa al soldado Perona, de 25 años. Pencho, como lo conocen en su casa, forma parte de los 200 militares de las 11ª y 13ª compañías de la Bandera Paracaidista Ortiz (Bripac) de Zárate, con base en el acuartelamiento de Santa Bárbara, en Javalí Nuevo.
El soldado Perona es uno de los conductores de los vehículos blindados (BMR) que patrullan en la frontera con Israel. El contingente lleva desde el pasado mes de mayo en el Líbano. Su misión, junto con otros 400 cascos azules españoles, es garantizar la paz en la frontera.
Están integrados en el Regimiento de Infantería Zaragoza 5, que pertenece a la Brigada Paracaidista Almogávares VI y se integran en la misión de la Fuerza Interina de Naciones Unidas en Líbano (Finul).
«Cuando cayó el misil en la base de la ONU, mandamos un mensaje a mi hijo, pero no le llegaba al móvil»
Su radio de actuación es la zona conocida como Línea Azul, al sur del río Litani, entre el sur del Líbano y el norte de Israel. Los españoles tienen a su cargo el sector este, en el que está situada la base Miguel de Cervantes.
Antes de marcharse al Líbano el pasado mes de mayo, los soldados estuvieron más de medio año preparando el despliegue en el terreno. «Están formados para hacer ese trabajo. Sabían que es un lugar en permanente conflicto, algo que si no existiera, su labor pacificadora allí no tendría sentido. Son héroes. No solo los 200 militares de la Región de Murcia, sino los 600 españoles que están desatinados allí actualmente», destaca Perona.
Tras el ataque terrorista de Hamás el pasado 7 de octubre y el comienzo de la guerra de Israel contra las milicias palestinas, su misión se ha complicado hasta llegar a una «situación de muchísima tensión» –tal y como lo calificó la ministra de Exteriores, Margarita Robles– en la frontera de los dos países. Los ataques en la zona limítrofe han aumentado en las últimas dos semanas, tanto por el ejército israelí como por la milicia libanesa Hezbollah.
Ataque con un cohete
La escalada de las hostilidades tuvo su punto álgido cuando el pasado 15 de octubre, el cuartel general de la misión de paz de la ONU en Naqoura fue atacado por un cohete cuyo origen aún se desconoce. No hubo bajas ni heridos, pero las alarmas se encendieron.
Ahora impera la alerta máxima y ante cualquier sospecha de un posible ataque, los militares se refugian en los búnkeres. «Cuando nos enteramos de que había caído un artefacto en la base, mandamos un mensaje de WhatsApp a mi hijo para saber cómo estaba, pero no le llegaba, no le entraba. Tampoco cogía el teléfono. Pasaron varias horas, hasta que a las diez y media de la noche nos llamó diciendo que estaba bien, que no nos preocupáramos, que no había podido coger la llamada porque había estado patrullando por la zona».
Desde Murcia, la familia del soldado asegura que están preocupados, que se despiertan y se acuestan pensando en él, «como los cientos de padres que tienen a sus hijos allí destinados. Fueron a una misión de paz, y la situación se ha complicado mucho», afirma el progenitor.
Desde que comenzó el conflicto hace dos semanas, los mensajes han sido diarios. «Él nos está dando más ánimos que nosotros a él. Siempre nos dice que no nos preocupemos, que se encuentra bien. Pero es precisamente ese 'no os preocupéis, estoy bien' lo que nos preocupa». La inquietud, no obstante, se entremezcla con un sentimiento de orgullo por la labor que está realizando su hijo y el resto de militares destinados a esa zona caliente del mapa.
También aflora la serenidad que les proporciona saber que el trato personal y profesional por parte de los mandos de la Bripac es «exquisito». Y Fulgencio hace cuentas. «Deben regresar para finales de noviembre, entre el 24 y el 26. La mejor noticia sería que volvieran sin novedad alguna. Los que somos creyentes, nos encomendamos a Dios para que todo vaya bien».
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