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De izquierda a derecha: María Dolores Peñalver, estudiante de Primero; María Concepción Martínez-Esparza, vicedecana de Relaciones Internacionales e Investigación; Pascual Parrilla, catedrático emérito; Carmen Robles, decana; Vicente Vicente, catedrático y jefe de Oncohematología del Morales Meseguer; Luisa Jimeno, alumna de la primera promoción de la facultad y exjefa de Nefrología de La Arrixaca; y Noelia Fernández, residente de Cardiología en La Arrixaca y sexta mejor nota en España en el examen MIR de 2017. Martínez Bueso
Día de la Región de Murcia: Médicos de oro

Médicos de oro

La Comunidad entrega hoy uno de sus cinco máximos galardones a la Facultad de Medicina de la Universidad de Murcia, que lleva 50 años formando a excelentes profesionales para beneficio de todos

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Domingo, 9 de junio 2019, 07:40

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No cabía un alfiler en el salón de actos del Hospital Provincial en aquel otoño de 1969, cuando doscientos ilusionados estudiantes escucharon por primera vez al profesor José Antonio Lozano Teruel. Arrancaba, con una de sus clases magistrales de Química, el curso en la recién creada Facultad de Medicina de la Universidad de Murcia. Apretada entre sus compañeros, Luisa Jimeno estrenaba sus apuntes. «Teníamos todos mucha vocación, y nos encontramos con unos profesores jóvenes que transmitían entusiasmo», recuerda la entonces alumna, más tarde jefa de Nefrología del Virgen de La Arrixaca e impulsora del exitoso programa regional de trasplante renal. La admiración entre docentes y discípulos de aquella primera promoción es mutua. «Eran estudiantes brillantes», resume Lozano Teruel.

La Facultad de Medicina nació, hace ahora cincuenta años, de manera precaria, sin instalaciones propias ni un hospital clínico. Las carencias de medios y plantillas se fueron paliando gracias al apoyo del profesorado de las carreras de ciencias de la UMU y al desembarco de docentes de la Universidad de Valencia, con Francisco Gomar al frente, quien se convertiría en el primer decano. También fue clave el esfuerzo de los médicos del Hospital Provincial, «que apostaron por la universidad desde el primer momento, y lo hicieron sin nada a cambio», subraya Luisa Jimeno.

Del salón de actos, las clases pasaron a un pabellón anexo, hasta que en 1975 se estrenó el icónico edificio de Espinardo, levantado en mitad de descampados que más tarde acogerían el resto del campus. Para entonces ya empezaban a dar clase en la UMU figuras que han marcado la historia de la facultad, como los catedráticos Lorenzo Abad y Pascual Parrilla. Más de cuatro décadas después, las viejas instalaciones de Espinardo están a punto de ser abandonadas mientras se ultima el moderno aulario del Campus de la Salud, junto a La Arrixaca, donde ya está a casi pleno rendimiento el imponente edificio del LAIB, que acoge los despachos departamentales y los laboratorios del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB). El recinto se completa con el pabellón docente, donde ya dan clases los alumnos de tercero a sexto, y el Centro de Experimentación Biomédica (CEIB). En principio, y si se cumplen los plazos, el aulario abrirá sus puertas en el curso 2020-2021. Será entonces cuando se eche el cierre a las instalaciones de Espinardo.

Por fin, un campus propio

Ha tenido que pasar medio siglo para que, por fin, Medicina disponga de un campus propio con todos sus servicios integrados y situado junto a un hospital universitario, el mayor de la Región. Llegar hasta aquí no ha sido fácil, como bien saben los sucesivos decanos y rectores, entre ellos el alcalde de Murcia, José Ballesta, quien tramitó este proyecto durante su etapa en La Convalecencia.

Desde su creación, las aspiraciones de la facultad se han dado de bruces con la parsimonia de la Administración y con las resistencias de sectores de la sanidad murciana contrarios a dar un mayor protagonismo a la UMU y a los médicos ligados a la docencia. Pero también han jugado en contra los intereses contrapuestos dentro de la propia universidad, entre catedráticos de peso que apostaban por La Arrixaca como gran centro de referencia y quienes defendían otras opciones, como construir un hospital clínico universitario en Espinardo -algo que se barajó durante los años 80- o aplicar ese modelo al Morales Meseguer, una idea que estuvo sobre la mesa cuando se fraguó el proyecto del nuevo hospital, en los 90.

Esa desestructuración de partida entre la parte clínica y el resto de la facultad «ha constituido el gran problema, sin resolver adecuadamente», señala José Antonio Lozano Teruel, el veterano catedrático que lo ha sido todo en la UMU: vicedecano de Medicina entre 1974 y 1980, rector de 1980 a 1984, y decano de Medicina entre 1990 y 1992.

La universidad pública ha arrastrado su talón de Aquiles por la ausencia de planificación inicial: a día de hoy nadie entiende que se construyese al mismo tiempo la ciudad sanitaria en El Palmar y, al otro extremo de la ciudad, la facultad de Medicina. Pero este hándicap no ha impedido que la universidad alcance altas cotas de excelencia a lo largo de estas décadas, formando magníficos médicos, odontólogos, fisioterapeutas y farmacéuticos para beneficio de todos los murcianos.

La UMU se ha convertido en la cuarta universidad española más cotizada en Medicina. En este curso que ahora termina se recibieron 3.000 solicitudes, pero únicamente los 200 alumnos con mejor calificación pudieron acceder. La nota de corte se situó inicialmente en un 13,017 sobre 14. Solo la Autónoma de Madrid, la Universidad de Valencia y la Miguel Hernández de Elche baten este récord. Lola Peñalver lo dio todo en Bachillerato y en la selectividad. Sacó un 12,8, un sobresaliente que, sin embargo, le resultaba insuficiente para entrar en la UMU. Finalmente, y tras las habituales renuncias, la nota inicial de corte descendió algunas décimas y la alumna ha podido cumplir, este curso, su sueño de estudiar Medicina sin salir de Murcia. Pero no ha quedado del todo satisfecha con los resultados. «Me ha costado mucho adaptarme a los exámenes tipo test, el nivel es muy alto», confiesa.

En el 'top ten' de los MIR

La elevada nota de corte garantiza la selección de los alumnos más brillantes de Bachillerato, que tendrán que darlo todo para superar seis cursos de intensa formación teórica y práctica. Del alto nivel que se alcanza en esta facultad dan fe los resultados del exigente examen de acceso a las plazas de médicos internos residentes (MIR). En 2017, el cartagenero Jorge Martínez Solano obtuvo la calificación más alta de toda España: un 3,65 sobre 4. La sexta mejor nota fue para Noelia Fernández, también alumna de la UMU. Tres años después, es residente de Cardiología en La Arrixaca. «Tuve que estudiar mucho, claro, pero merece la pena cuando ves que tienes el título y vas a poder ejercer de lo que te gusta», cuenta esta MIR, que aspira a seguir cuidando el corazón de sus pacientes en la Región una vez termine el periodo de residencia.

Pero la sanidad regional no solo dispone, gracias a la Facultad de Medicina, de buenos profesionales. La UMU también aporta una potencia científica que no se podría alcanzar de otra manera, y que llega a la cama del paciente en forma de tratamientos pioneros y diagnósticos más precisos. La simbiosis entre el sistema sanitario y la universidad pública no siempre es fácil, pero ha resultado indispensable para mejorar la calidad tanto de la atención sanitaria como de la docencia que se ofrece en la facultad.

Un grupo de alumnos y el vicedecano Miguel García Salom, durante una prueba para comprobar que todo está a punto en una de las nuevas salas de simulación de la facultad, que se inauguran este mes.
Un grupo de alumnos y el vicedecano Miguel García Salom, durante una prueba para comprobar que todo está a punto en una de las nuevas salas de simulación de la facultad, que se inauguran este mes. MARTÍNEZ BUESO

«Cuando un paciente llega a La Arrixaca, sabe que va a ser atendido por profesionales superespecializados y que va a tener acceso a ensayos clínicos gracias a una investigación de calidad. Esto es posible porque se ha generado una cultura de la medicina científica que ha impregnado todo el hospital», subraya Pablo Ramírez, catedrático, jefe de sección de Cirugía General y director del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB), un gran proyecto común de la UMU y la Comunidad que consiguió en 2014 la acreditación del Carlos III y que engloba a 49 grupos de investigación en múltiples disciplinas. Las sinergias entre el Servicio Murciano de Salud, el IMIB y la UMU permiten, por ejemplo, que la Unidad de Terapia Celular de La Arrixaca, dirigida por el catedrático José María Moraleda, participe en un ambicioso ensayo clínico para tratar de frenar la osteoporosis en colaboración con Robert Sackstein, de la Universidad Internacional de Florida. Sackstein es el padre de una tecnología de ingeniería celular que podría ser clave para mejorar la eficacia de tratamientos contra el cáncer, entre otras múltiples enfermedades.

Pero esta es solo una muestra de la vasta actividad del IMIB y la UMU en colaboración con la sanidad pública regional, que no se circunscribe a La Arrixaca. En el Morales Meseguer, el servicio de Oncohematología constituye otro de los polos más destacados de la actividad docente e investigadora de la UMU. Bajo la dirección del catedrático Vicente Vicente y de Javier Corral, el grupo de Hemostasia y Trombosis se ha convertido en referencia internacional en el estudio de la deficiencia de antitrombina, una de las causas más habituales de trombofilia hereditaria.

En Ciencias de la Salud, la UMU se sitúa entre los puestos 500 y 600 del World University Ranking, «que ha evaluado a más de 17.000 facultades de todo el mundo», destaca la decana de Medicina, Carmen Robles. Convencida del papel esencial de la investigación, Robles ha nombrado por primera vez una vicedecana específica para este área, María Concepción Martínez Esparza.

Aportación «imprescindible»

La aportación de la universidad a la sanidad pública murciana «ha sido imprescindible», resume Vicente Vicente. «La facultad propició la incorporación de profesionales jóvenes y con proyección llegados desde otros puntos de España», que contribuyeron a generar «un conocimiento que ha impactado directamente en la atención a los pacientes».

Rut Valdor (de pie), investigadora del IMIB, en el laboratorio de Terapia Celular, junto a la técnico Dolores Riquelme.
Rut Valdor (de pie), investigadora del IMIB, en el laboratorio de Terapia Celular, junto a la técnico Dolores Riquelme. MARTÍNEZ BUESO

Sin embargo, la convivencia entre el Servicio Murciano de Salud y la UMU ha pasado por momentos complicados. La irrupción de la UCAM en 2012, con la puesta en marcha del grado de Medicina en Los Jerónimos, elevó al máximo una tensión que ya se vivía por la competencia entre la pública y la privada a la hora de repartirse las plazas disponibles para las prácticas clínicas de Enfermería. Cuando, en 2014, el Gobierno regional puso a disposición de los estudiantes de Medicina de la UCAM todos los hospitales públicos, la reacción de protesta no se hizo esperar. En los años siguientes se llegó a ver al entonces rector de la UMU, José Orihuela, en las marchas de la Marea Blanca, con los estudiantes liderando las movilizaciones. El pulso no cesó hasta que, en 2016, Orihuela y la exconsejera Encarna Guillén cerraron un acuerdo que garantizaba la vinculación exclusiva de la UMU con La Arrixaca, el Morales Meseguer y el Reina Sofía.

Ahora, con este frente resuelto -al menos de momento-, los problemas que afronta la Facultad de Medicina son otros. «La metodología de nuestra docencia tiene que cambiar. La enseñanza básica y teórica tiene su papel, pero debe ir dirigida a fortalecer el aprendizaje clínico, que debe reforzarse», advierte Domingo Pascual, jefe de Cardiología de La Arrixaca y director del Departamento de Medicina Interna. Para ello, «se requiere la implicación de todo el hospital, y esa es una filosofía que todavía no ha llegado pese a que estamos en un hospital vinculado», se lamenta el doctor Pascual.

«Durante muchos años, los sistemas académico y sanitario han vivido de espaldas, y más recientemente digamos que se soportan. Hay claras brechas, como la indefinición sobre lo que tiene que ser un hospital universitario», apunta, por su parte, Vicente Vicente, jefe de Oncohematología del Morales Meseguer. «Quedan por definir las reglas de juego para la carrera académica de los médicos, y vivimos situaciones frustrantes que hacen alejarse de esa carrera a jóvenes profesionales con un gran potencial», añade. Domingo Pascual coincide en la necesidad de favorecer la implicación de los médicos jóvenes con la docencia y la investigación. No en vano, uno de los principales problemas que afronta la universidad es la escasez de profesores y el envejecimiento de la plantilla. «De los cinco catedráticos de Cirugía, el más joven soy yo, que tengo 59 años», ejemplifica Pablo Ramírez, jefe de sección de La Arrixaca.

Examen de Neuroanatomía en la sala de disección de la Facultad de Medicina, esta semana.
Examen de Neuroanatomía en la sala de disección de la Facultad de Medicina, esta semana. Javier Carrión / AGM

El estricto proceso para convertirse en profesor titular, previa acreditación de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad (Aneca), es a día de hoy un obstáculo para captar talento joven, al que se añaden las dificultades presupuestarias. Por eso, la UMU planteó este año al Gobierno regional introducir la figura del profesor ayudante, lo que permitiría crear una especie de cantera entre quienes acaban el MIR, explica la decana, Carmen Robles. La idea pasaba por un contrato mixto SMS-UMU para que estos jóvenes médicos pudiesen iniciar una carrera docente a la par que clínica. Sin embargo, las negociaciones no han llegado a buen puerto tras un informe jurídico del SMS que dictaminó en contra de esta fórmula.

La UMU volverá a intentarlo cuando se forme un nuevo Gobierno regional. En un contexto de competencia con la privada, medidas como estas son consideradas vitales para garantizar que, durante los próximos 50 años, de la Facultad puedan seguir saliendo médicos de oro, como los que en el último medio siglo ha dado a la Región de Murcia la facultad que hoy homenajea la Comunidad.

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