Borrar
María, de Nicaragua (de espaldas), escucha a Elvis, de Nigeria, y a Toha, palestino de los campamentos del Líbano, ayer en Murcia. j. Carrión
Refugiados en Murcia: «Nos matan para quedarse las tierras»

«Nos matan para quedarse las tierras»

Elvis escapó de la persecución religiosa en Nigeria; Toha, de una vida sin futuro en los campamentos palestinos del Líbano; María, de la violencia política en Nicaragua

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Viernes, 21 de junio 2019, 03:38

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Elvis creyó que todo había acabado cuando, en mitad del Mediterráneo y tras horas de navegación a la deriva, la patera en que trataba de llegar a Europa desde Libia se rompió. «Perdí toda esperanza; pensaba que era el final», confiesa, mientras por las ventanas de la Oficina de Atención a Refugiados de Cruz Roja, en el centro de Murcia, se cuelan los ruidos de la calle. La vida sigue ahí abajo tan apacible y soleada que el relato de Elvis suena a pesadilla, a un mal sueño del que uno solo quiere despertar. Pero el agua que hace algo más de un año estuvo a punto de hundir la precaria embarcación en que viajaba este joven nigeriano de 22 años era tan real como los machetes con que grupos musulmanes armados habían matado, meses antes, a dos de sus tíos, cristianos. La vida de Elvis habría acabado sepultada en el Mediterráneo -como la de más de 2.200 migrantes ahogados el año pasado- si no hubiese sido porque el buque 'Aquarius' llegó justo a tiempo de evitar el desastre.

Después del rescate, el barco puso rumbo a costas europeas, pero el ministro 'ultra' Mateo Salvini le cerró los puertos de Italia. Después de más de una semana de incertidumbre, la decisión del Gobierno español de acoger a los refugiados del 'Aquarius' se convirtió en todo un símbolo, aplaudido por las organizaciones sociales, e hizo de la llegada del barco a Valencia un acontecimiento mediático. Después, sin embargo, las fronteras volverían a cerrarse.

Tras desembarcar, Elvis solicitó asilo y fue trasladado a la Región. A la espera de la resolución de su expediente, participa en el programa de integración que desarrolla Cruz Roja. Estudia español, hace prácticas en empresas -acaba de terminar un curso de mecánica en la Fremm- y se va acostumbrando a su nueva realidad, tan alejada de su Nigeria natal. Allí, Elvis y su familia vivían en paz hasta que bandas de pastores de la etnia 'fulani' empezaron a hostigar a las poblaciones de mayoría cristiana del sur. «El Gobierno no hace nada contra ellos; yo vi cómo mataban a una madre y a su hija. Nos matan para quedarse con las tierras», recuerda con horror. Decidió huir a Libia, pero allí solo encontró esclavitud y más violencia. «Te cogían para trabajar y no te pagaban. Además, me metieron en la cárcel y me acuchillaron en las piernas».

«Estábamos en medio del mar y la patera se rompió. Pensé que ese era el final, pero el 'Aquarius' nos rescató, nos salvó la vida»

No había otra salida que seguir adelante, arriesgarse a cruzar el mar. Gracias al 'Aquarius' lo logró, y hoy ha encontrado en Murcia a una nueva familia, formada por los voluntarios y trabajadores de Cruz Roja, y por muchos otros refugiados que, como él, tratan de salir adelante en este nuevo hogar. Uno de esos compañeros con los que comparte confidencias es Toha, un palestino de 27 años que ha pasado toda su vida en el campamento de refugiados de Ain al-Hilweh, en el Líbano. «He perdido 26 años de mi vida en Líbano y, desde hace un año, he vuelto a nacer», resume.

Olvidados en el limbo

Olvidados tras la ocupación israelí de los territorios palestinos, los refugiados de Ain al-Hilweh no tienen acceso a la universidad, se les impide ejercer determinadas profesiones y sus sueldos son más bajos que los de los libaneses. «No podemos ir a los hospitales públicos, y las clínicas privadas son muy caras. Cuando tenía 15 años explotó una bomba en el campamento. Mis padres no tenían dinero para llevarme a un hospital; me quedaron secuelas en el oído, el hombro, la piel y la boca. Desde entonces, vivo con un pitido continuo», relata. En el campamento, «hay terroristas y los crímenes son diarios. Para los palestinos, allí solo hay injusticia, dolor, sufrimiento y miedo».

La vida de María, en Nicaragua, era muy diferente a la de Toha. Periodista y activista social, había adquirido cierta relevancia como impulsora del movimiento 'Las queremos vivas', que lucha por los derechos de la mujer. «Tenía mis títulos, mi vida, mi carrera; pero tuve que dejarlo todo con 40 años para venir a España y, cuando llegué, pasé a ser nadie, a ser nada», relata con dolor. No se arrepiente, porque no había otra salida. Su hijo, de 17 años y estudiante de Marketing, estaba en el punto de mira de los grupos sandinistas, que reprimen con impunidad todo tipo de protesta política. En abril de 2018, el joven participó en un encierro en la universidad de Managua que terminó en las portadas de los periódicos de medio mundo. «Cuando cruzaban a la Catedral, que estaba a 300 metros, a recoger víveres, les dispararon. A él le alcanzaron en un brazo, pero otros murieron». El miedo fue creciendo, hasta que María supo que su hijo estaba en la lista negra. «Le iban a matar si no salíamos de allí». Prácticamente con lo puesto, tomaron un vuelo rumbo a España. Hace cuatro meses, María dio a luz en La Arrixaca a Milán Andrés, el más pequeño de la familia, murciano por los cuatro costados.

Ajeno a la violencia, la persecución y el abandono que han sufrido Elvis, Toha y su madre, Milán duerme plácidamente al arrullo de la conversación de los mayores, porque la vida sigue y, para él y los suyos, se ha abierto camino la esperanza.

Cerca de mil refugiados esperan asilo en Murcia

Las organizaciones sociales atienden en la Región a 982 solicitantes de protección internacional (597 hombres y 385 mujeres). Los venezolanos se han convertido en el grupo de refugiados más numeroso, a raíz de la grave crisis política y económica que vive el país. También hay una destacada presencia de ucranianos y colombianos, entre otras nacionalidades. Las ONG lanzaron ayer un manifiesto en el que advierten de que «la humanidad se enfrenta a la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial», y denuncian el cierre de fronteras en Europa. Las organizaciones lamentan «los importantes problemas de acceso y continuidad en el procedimiento de asilo, que afectan a la propia solicitud, y muy significativamente a las posibilidades que tienen los solicitantes y beneficiarios para obtener una acogida e integración real». Apenas una de cada cuatro solicitudes de asilo terminan concediéndose. Las ONG piden que se ponga en marcha «una operación permanente de ayuda y salvamento con el objetivo de impedir la pérdida de más vidas», y llaman a combatir «activamente los discursos xenófobos».

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios