Borrar
Una pareja pasea junto a un escaparate por el centro de Murcia tras la entrada en vigor de la normativa de ahorro energético.

Ver fotos

Una pareja pasea junto a un escaparate por el centro de Murcia tras la entrada en vigor de la normativa de ahorro energético. Ros Caval / agm

Locales fríos y menos luces en el primer día de aplicación de la ley de ahorro energético en Murcia

Pocas tiendas del centro de la capital cumplen con la obligación de limitar el aire acondicionado a 27 grados: «¿Quieren que nos asemos?»

Daniel Vidal

Murcia

Miércoles, 10 de agosto 2022

Comenta

Los abanicos empezaban a agitarse con fruición este miércoles en las calles del centro de Murcia poco antes de las doce del mediodía, cuando los termómetros ya superaban con creces los 30 grados centígrados. Casi un regalo para el primer día de entrada en vigor del decreto de ahorro energético aprobado por el Gobierno central -que la Comunidad y los ayuntamientos comenzaron a aplicar a pesar de la polémica existente-, y que trajo unas temperaturas amables en relación con otras jornadas propias de la canícula en la Región, donde los 40 grados son el pan nuestro de cada día.

A pesar de que el mercurio no visitó esas cotas este miércoles, la obligación de limitar el aire acondicionado a 27 grados que se recoge en la normativa parecía una quimera, y solo unos pocos responsables de establecimientos comerciales del centro de Murcia cumplían con lo estipulado en el decreto. Muchos de ellos, de hecho, por absoluto desconocimiento. «¿27 grados? ¿En serio? ¿Es que quieren que nos asemos? pregunta Isabella, camarera de una cafetería anexa a la catedral que mantiene el termostato del local a 21 grados durante toda la mañana. Cuando pide información sobre el contenido del decreto, del que no tiene la más remota idea, Isabella sube el aire acondicionado a 24 grados. «Hasta que mi jefe no me diga nada...», se excusa. «¿Y para qué dice usted que es esta normativa?», sigue preguntando. «Yo creo que nadie la cumplirá», apuesta.

No es el caso de supermercados y grandes superficies y algunos pequeños locales como el Café Bar Río, en la calle Alejandro Séiquer, cuyos empleados se ajustaron a la normativa desde el primer momento en que subieron la persiana «por lo que pueda pasar». Aquí no quieren oír hablar de posibles sanciones y prefieren prevenir que curar. Pasada la una de la tarde ya se habían acabado las míticas empanadillas con queso que caracterizan al local desde hace décadas, y esta era quizá la queja más amarga entre la parroquia de clientes, más allá de un ajuste de temperatura que «no se nota», sentencian tras la barra. Quien sí notaba esos grados de más era la trabajadora de una tienda de la calle Trapería donde se venden típicas empanadillas argentinas de todos los sabores. Su respuesta es tan sencilla como señalar al termostato del local cuando se pregunta por la temperatura y por el cumplimiento de la normativa. El aparato marca 30 grados, solo unos pocos menos que en el exterior. Junto a los hornos, compañeros inevitables de jornada laboral, la cosa cambia de forma considerable.

Que se lo digan al personal que trabaja en la pizzería de la céntrica plaza San Juan, junto a la Jefatura Superior de Policía. El responsable del establecimiento, Ernesto, solo acierta a soltar una sonrisa cuando se le pregunta por el límite de temperatura. Aunque este restaurante podría acogerse a las excepciones recogidas en el decreto, y podría bajar el aire acondicionado hasta los 25 grados por las características propias del trabajo (como también ocurre en peluquerías y gimnasios, por ejemplo), los cocineros tampoco parecen muy satisfechos a juzgar por unos sudores más intensos de lo habitual junto a unos hornos que funcionan a 350 grados. «Yo soy el primero que quiere ahorrar energía y dinero, pero también hay que pensar en el bienestar de los trabajadores y en la comodidad de los clientes», explica el responsable del negocio. «Si tenemos que poner el aire a 27 grados, incluso a 25, aquí nos vamos a morir todos de calor», resume Ernesto quien, pese a todo, se muestra dispuesto a cumplir la ley desde el primer día.

Vídeo. Verabril

También lo hará Elías, que prepara varias tazas de café en un conocido establecimiento cercano a la catedral de Murcia. En este caso el aire acondicionado funciona a 26 grados, uno menos de lo permitido por la ley, pero Elías lo ajusta al darse cuenta.

Tampoco puede bajar la temperatura mucho más porque «el aparato empieza a soltar agua». Un problema mayor tienen en un bar de la calle Trapería donde no hay límites de temperatura que valgan. El aire acondicionado está completamente estropeado desde hace días y el único refresco posible lo proporciona un vetusto y pequeño ventilador.

Con este sistema no podría trabajar María Dolores, que sirve pasteles de carne recién hechos y bien calentitos tras el mostrador de la confitería La Peladilla. Aquí tampoco convencen las medidas del Gobierno central: «¿Pero cómo vamos a poner el aire a 25 o a 27 grados? ¡Y a 30, también!», ironiza. «Que sí, que vamos a cumplir con la ley, que estamos todos muy contentos», sigue tirando de sarcasmo. Lo mismo que María Antonia, camarera de una cervecería de la Plaza de la Universidad, que tampoco tenía idea de la entrada en vigor del decreto en la jornada de este miércoles. Ella tiene el aire puesto a 18 grados para regocijo de algunos clientes -«aquí se está a gusto», valoran-, mientras la trabajadora se empeña en mantener la puerta cerrada «para que no se escape el fresquito». Que no falte la conciencia 'verde'.

La Catedral quitó su iluminación ornamental, mientras el Teatro Romea la mantuvo encendida

'Apagón' a medias

Tampoco hubo unanimidad ayer en torno a otra de las medidas recogidas en el decreto, la de apagar las luces de los escaparates y edificios públicos cerrados a partir de las diez de la noche. «Nosotros ya lo hacemos desde hace algunas semanas», subrayan los empleados de una zapatería próxima a la calle Platería. En este corazón comercial de la capital, no todas las tiendas cumplieron con el 'apagón' nocturno, que también se extendió de forma dispar a edificios y monumentos. El Ayuntamiento de Murcia, en la plaza de la Glorieta, apagó las luces, pero no lo hizo el Teatro Romea. A la excepción recogida en la normativa para la iluminación ornamental de monumentos y edificios históricos no se acogieron, sin embargo, la Catedral y otras iglesias del centro de Murcia, que se fueron a negro a la hora estipulada.

El alumbrado público y los bares evitaron una penumbra mayor en la ciudad.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad Locales fríos y menos luces en el primer día de aplicación de la ley de ahorro energético en Murcia