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Las representantes de Colectivo Paréntesis hablan con Mª Dolores Costas de su futuro. V. Vicens / AGM

Lecciones de vida tras las rejas

María Dolores Costas comparte con 'La Verdad' su transformación personal después de tres años de condena por tráfico de drogas. Más de 200 presos en tercer grado logran un contrato laboral gracias a Colectivo Paréntesis, la ONG murciana que lucha contra la exclusión social de exreclusos

Domingo, 29 de abril 2018

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Cualquier realidad es fácil de juzgar cuando no se ve, cuando no se conoce, cuando no se habla. Tal vez por eso la ignorancia, el desconocimiento y el silencio son los mejores amigos de la exclusión social. Una lacra que no ha vivido María Dolores Costas, a pesar de haber pasado en prisión más de dos años. Un bache personal y una mala decisión podrían resumir la historia de esta fortunera, aunque ella habla sin tapujos: «Yo me acababa de separar y al poco tiempo se murió mi padre. Lo estaba pasando mal, me junté con quien no debía, y cuando me ofrecieron pagarme 20.000 euros si iba a Colombia a traer cocaína, perdí la cabeza y me fui».

En ningún momento sospechó que las mismas personas que le habían dado alojamiento y comida en los mejores hoteles del país podrían utilizarla como cebo; pero el 25 de mayo de 2014, cuando su cuerpo cargado con 30 kilos de polvo blanco ya estaba a punto de despegar rumbo a España, la policía colombiana abordó el avión y fue directa a por la murciana. Su compañera «coronó» la entrega de 50 kilos que también traía escondidos entre la ropa.

Tras 17 meses en una prisión de Colombia, Mª Dolores pasó 40 días en la cárcel madrileña de Soto del Real. «Tuve mucha suerte, porque a nadie le aprueban la repatriación en tan poco tiempo. Pero entonces fue cuando supe lo que era la cárcel de verdad. En Colombia casi todo se podía comprar; tenía incluso un móvil con el que hablaba por videollamada con mis hijos todos los días», recuerda. Su niña de 10 años y su niño de 14 fueron la salvación de Mª Dolores: «Pensaba en ellos siempre, y por ellos sabía que tenía que salir de esta, porque me necesitaban».

«Que te priven de tu libertad es algo tan duro que, de no ser por mis hijos, tal vez me habría suicidado»

«Nunca me arrepentiré de lo que hice porque, gracias al tiempo que he pasado en la cárcel, hoy soy mejor madre, mejor hija y estoy orgullosa de mí»

En diciembre de 2015 llegó su traslado a la prisión de Campos del Río, donde permaneció hasta que consiguió el tercer grado en septiembre de 2016. Tan solo un mes estuvo en el CIS Guillermo Miranda. Recuperar su contrato de trabajo en el Ayuntamiento de Fortuna fue crucial para conseguir la libertad condicional. A pesar de estar de nuevo en casa, Costas todavía se emociona al reconocer que la prisión «es algo muy duro. No puedes decidir qué comer, cuándo llamar por teléfono, cuándo te duchas, con quién compartes celda... De no ser porque tenía a mis hijos esperando fuera, tal vez me habría suicidado». Sin embargo, su rostro anuncia un no rotundo al preguntarle si se arrepiente de lo que hizo: «Nunca. No, porque a mí la cárcel me ha hecho mujer. Hoy soy mejor madre y mejor hija gracias al tiempo que he estado ahí dentro».

Su vida ha cambiado tanto que incluso se ha matriculado para estudiar Trabajo Social en la UMU, «porque en prisión he visto situaciones realmente dolorosas y personas que necesitan mucha ayuda», confiesa.

La labor en 2017

  • 311 reclusos de la Región atendidos por Colectivo Paréntesis, la mayoría en segundo y tercer grado.

El caso de Mª Dolores es atípico, según explica Virginia Ayala, presidenta de Colectivo Paréntesis, la ONG que realizó el acompañamiento laboral de Costas tras su salida de prisión. «Una mala decisión la llevó a la cárcel y eso se sale de lo normal; lo que nos solemos encontrar dentro son personas que han tenido situaciones de vida muy duras desde niños y que acaban en la cárcel muy jóvenes o por problemas de adicción. Además, a Mª Dolores la apoyó todo su pueblo en todo momento, y eso tampoco es frecuente. Y por último, ella ha sabido sacar de la cárcel un aprendizaje muy valioso en poco tiempo. Sin embargo, historias como la suya demuestran que en las prisiones hay personas muy normales y que nadie está exento de cometer un error en un momento de debilidad y acabar ahí». Tanto ella como Mayte Ballesta, vicepresidenta de Colectivo Paréntesis, trabajan a diario con los más de 1.600 reclusos que viven en los centros penitenciarios de la Región. Por eso aseguran que «la mayoría de ellos son personas muy sensibles y muy buena gente, muchos consumidores de drogas a los que su adicción les lleva a delinquir, que no han tenido suerte o no han sabido salir de sus situaciones a tiempo». Como Mª Dolores, en 2017, un total de 229 presos en tercer grado han conseguido un contrato laboral de jornada completa gracias a Colectivo Paréntesis, que cuenta con el apoyo de Caixabank desde 2014, a través del programa Reincorpora de La Caixa, para mejorar la empleabilidad de los reclusos y exreclusos de la Región.

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