Un empresario de la Región de Murcia cede una casa a una familia ucraniana y viaja con el padre a su país para llevar material

Fue un viaje largo, de casi cuarenta horas, sin apenas descansar. Los tres sentían un deseo imperioso por llegar lo antes posible a Ucrania y descargar el material que llevaban en la furgoneta en la que viajaban. Les habían dicho que necesitaban todo eso que ellos transportaban, porque en Kiev ya no hay apenas recursos y falta casi de todo.

«Conseguimos reunir material de primeros auxilios, botas, generadores eléctricos... y llenamos un furgón hasta que ya no cabía nada más». Salvador Pons inició el viaje en Murcia con dos ciudadanos ucranianos, Oleg, empleado suyo en la empresa Ingeniería Quipons, e Igor, al que ha acogido en su casa, y al que conocía desde antes del inicio de la invasión rusa en los viajes que realizó a Ucrania.

«Igor es odontólogo y tenía una clínica en Kiev. Cuando empezaron los bombardeos, él y su familia estuvieron refugiados varios días en el sótano de ese local. Contacté con él por teléfono y le dije que saliera como pudiese del país y viniera a Murcia, que aquí les proporcionaría una casa».

Y así lo hizo. Con muchas dificultades, logró salir de Ucrania y cruzar media Europa a través de Hungría con su pareja y sus hijos, en total siete personas, dos de ellas menores de edad. «Fue un viaje tortuoso, en un coche pequeño y sin ducharse durante días. Ahora ya están instalados en una vivienda que tengo en la playa de las Higuericas, en la parte de Alicante, y a uno de ellos le he encontrado un trabajo, algo que intentaré hacer también con otros dos miembros de la familia», explica Salvador.

Una vez que estuvieron acogidos en su nueva casa, surgió el propósito de transportar material que las personas con las que estaban en contacto Igor en Ucrania le pedían. A través de aportaciones de personas anónimas y de la propia empresa de Salvador, reunieron todos los recursos que habían solicitado y Salvador, Igor y Oleg emprendieron el viaje al país la semana pasada.

«Nuestra intención era entrar al territorio en conflicto, pero en la ciudad polaca de Przenmysl, fronteriza con Ucrania, nos recomendaron que no lo hiciéramos, porque no era seguro». Allí, siete personas les esperaban y descargaron toda la carga de la furgoneta en varios coches. «No pudimos entrar, pero cumplimos nuestro objetivo».

Hace una semana que emprendieron el viaje de vuelta, y fue cuando los amigos de Igor le enviaron desde Ucrania las imágenes de la matanza de la ciudad de Bucha. «Igor empezó a llorar desconsolado, con una inmensa tristeza y con mucha rabia. Oleg y yo no pudimos contener las lágrimas y los tres lloramos juntos en aquel furgón», recuerda Salvador.

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