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Vecinos contemplan un incendio en la zona de las obras del AVE, en una foto de archivo. V. Vicéns / AGM

Así hallaron el rastro de 'El Profe'

La fotografía tomada por el operario de un cercanías después de que un menor lanzara un artefacto incendiario acabó conduciendo a la detención de Carlos A.L.R.

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Sábado, 10 de febrero 2018, 02:28

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Son las 12.55 horas del 29 de diciembre de 2017 cuando el tren de cercanías nº 24714 emprende la marcha hacia Alicante. En la cabina charlan despreocupados el maquinista y un operario electricista. Al llegar a la altura del Callejón El Conde, una tremenda llamarada rojiza brota desde un almacén situado a unos pocos metros de las vías. Un denso humo comienza a elevarse hacia el cielo en pocos segundos, mientras un joven emprende la huida como si le fuera -que por poco no le fue- la vida en ello.

Los dos empleados de Renfe siguen con la mirada al chico, que viste un pantalón oscuro y una cazadora gris y que cubre su cabeza con una gorra. No quieren perderlo de vista. No lo hacen -afirman- ni un instante. Cuando el tren llega a la altura del paso a nivel de Santiago el Mayor, observan cómo se detiene junto a las vías. Para ese instante, una braga de tipo militar le cubre ya casi todo el rostro. Al otro lado del paso a nivel, otros dos jóvenes y un hombre de mayor edad, de complexión normal, con el pelo blanco y gafas, le dedican sonrisas. Los dos operarios se convencen de que los cuatro individuos se conocen entre sí y que, de alguna manera, están jaleando al aparente autor del incendio.

El electricista, que al producirse la explosión ha activado la cámara del teléfono móvil, dirige el objetivo hacia el supuesto incendiario y le toma una imagen. Poco después, el maquinista da cuenta del incidente al servicio de seguridad de Adif y desde este se alerta a la Policía.

Los chavales describieron a la perfección los artefactos que presuntamente les daba el adulto: «Un hombre de 40 a 50 años, de complexión normal, pelo blanco y con gafas» El presunto inductor de los ataques compró 72 cápsulas de aluminio en noviembre, días antes de iniciarse las explosiones

Retroexcavadora destruida

Los agentes de la Brigada Provincial de Información de la Jefatura Superior de Policía se ponen en marcha y se dirigen a la zona de las vías. Lo han hecho en un gran número de ocasiones en las últimas semanas. Tantas, al menos, como atestados -nueve- llevan redactados por actos vandálicos cometidos contra bienes de Adif y de la empresa concesionaria de las obras para abrir el último tramo del AVE a Murcia. Esta vez, el fuego ha destruido palés de madera y 288 metros cuadrados de placas de metacrilato pendientes de ser instaladas, otras que ya lo estaban, 60 metros lineales de PVC, una jaula con 40 puntales, un paquete de acero corrugado de media toneladas, juntas de neopreno y una pequeña retroexcavadora de la marca Takeuchi. Los daños ascienden a 98.567 euros.

La diferencia respecto de ocasiones anteriores es que los policías tienen por fin un hilo del que tirar. Empiezan a cotejar la fotografía tomada por el trabajador de Renfe con las imágenes captadas dos días antes, el 27 de diciembre, cuando un grupo de personas se manifestó en favor del soterramiento en la Senda de Granada, a la entrada del establecimiento donde Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, celebraba un acto público. En esa concentración fueron identificados un buen número de vecinos, entre ellos un menor de edad -se le denominará M1-, cuyas características físicas «se corresponden plenamente con las de la persona que, según las declaraciones obtenidas, lanzó un objeto incendiario» el día 29.

Los agentes, con todo, no se precipitan. En fechas posteriores le localizan en varias ocasiones, casi siempre en la zona de la acampada que los vecinos han levantado en las cercanías del paso a nivel, y constatan que alguno de esos días viste ropas muy similares -en apariencia, idénticas- a las del joven fotografiado por el electricista de Renfe. Acaba siendo detenido el 17 de enero, poco antes de las diez de la mañana, cuando camina por la calle Tiziano. Le atribuyen un presunto delito de daños.

La bandolera que lleva colgada también es igual a la que llevaba el responsable del incendio.

Todo lujo de detalles

La exploración -así es como se denomina legalmente a la toma de declaración a un menor de edad- a 'M1' se practica en presencia de su padre y de un abogado de oficio. Aporta infinidad de datos y detalles, imposibles de conocer en apariencia para quien no haya participado de los hechos. Confiesa que el 29 de diciembre «un hombre llamado Carlos, al que apodan 'El Profe', y al que conozco porque acude a menudo a las manifestaciones que se llevan a cabo en el paso de Santiago el Mayor a favor del soterramiento, me proporcionó dos botellas de plástico de dos litros, llenas de gasolina y unidas mediante cinta aislante, diciéndome que las pusiera encima de los paneles de la zona de obras frente al Callejón El Conde, que las abriese y les prendiera fuego, para así poder ralentizar las obras».

Explica que pasó por un espacio abierto entre dos pantallas, atravesó luego dos vallas de fácil acceso, vio el lugar donde estaban almacenadas las mamparas, depositó sobre ellas las botellas, desenroscó los tapones y comenzó a brotar la gasolina. «Acerqué la llama de un mechero a un reguero y prendieron las dos botellas. Después salí corriendo hacia el paso a nivel de Santiago el Mayor».

Los policías le muestran en ese momento la fotografía tomada desde el cercanías y se reconoce como el joven que aparece con chaqueta gris y braga y gorra oscuras.

«¿Por qué se dirigió esa persona a ti para que cometieras tal acción?», le interpela un agente. Y 'M1' responde que ya lo había hecho antes, por ejemplo pidiéndole que lanzara 'petardos'. «Eran unas cápsulas de aluminio, rellenas de pólvora y con una mecha y, según me explicó Carlos, un alambre en forma de arco que protege esa mecha para que no se apague al ser lanzado».

Añade que 'El Profe' le había contado que fabricaba él mismo los artefactos, con cápsulas que se usan para las armas de perdigones y que adquiría en comercios. «Los lancé tres o cuatro veces. En cada ocasión me daba tres o cuatro ('petardos') y los tiré cerca del paso a nivel o cerca de las obras, siempre siguiendo sus indicaciones (...). Cuando había obreros trabajando, me decía que se los lanzara cerca para asustarlos y que dejaran de trabajar. También se los daba a un amigo, que tiene 17 años».

«¿Y el tal Carlos también lanzaba esos 'petardos'?», insiste un policía. «Sí, nos cogía a los dos y nos organizaba para tirarlos en una zona, mientras él lo hacía en otra. Luego quedábamos para comentar cómo había salido. Nos decía que, si por él fuera, lo quemaría todo, en referencia a las vías, el muro y las obras».

«¿Podrías describir a ese Carlos?», lo reta el agente que lleva el peso de las preguntas. «Es normal -apunta el crío-, tirando a un poco obeso. Lleva gafas, tiene el pelo canoso y los ojos marrones».

Cuando, para acabar, y casi a modo de curiosidad personal, el especialista de la Brigada de Información, interpela al chiquillo por sus razones para prestarse a todo eso, este responde: «Pensaba que serviría para algo, pero ahora me doy cuenta de que no sirve para nada».

Luego le muestran 42 fotografías de otras tantas personas y reconoce, «con total seguridad y sin género de dudas» a Carlos Antonio L.R. como el vecino apodado 'El Profe' y el que le instó presuntamente a provocar el incendio.

Todos los presentes leen la transcripción de la declaración y la suscriben en señal de conformidad. El chico queda en libertad con cargos, bajo la tutela de su padre.

La compra de las cápsulas

Los agentes de Información tardan en detener a 'El Profe' lo que tardan en localizarlo. Esperan a que aparque su Opel Corsa y, hacia las 17.25 horas, lo arrestan por presuntos delitos de daños y coacciones, sin que ofrezca resistencia. En ese mismo instante le intervienen un croquis de la zona de las obras del AVE, con anotaciones como «mucha luz» y la situación de los barracones y maquinaria, y una mecha similar a la usada en varios explosivos que no llegaron a estallar.

El otro menor que presuntamente participó en los lanzamientos de 'petardos', denominado 'M2', es rápidamente identificado y hacia las 21 horas comparece en Comisaría junto a su madre para prestar declaración. En presencia de ésta y de un abogado, el chico admite que «en alguna ocasión he arrojado petardos o artefactos pirotécnicos a la zona de las obras. Eran unas cápsulas metálicas, de color gris, con una goma como funda, una mecha de color verde y un arco protector de la mecha». Afirma que se las daba «un hombre de la acampada apodado 'El Profe'. Es de estatura media, pelo canoso, con gafas, de entre 40 y 50 años y complexión normal. Nos decía dónde lanzarlos».

Le muestran las mismas 42 fotografías y señala al mismo hombre al que ya identificó 'M1'. Las pruebas siguen acumulándose contra el principal sospechoso.

Los agentes se mueven rápido. En el coche de Carlos Antonio encuentran un tirachinas de gran potencia, que pronto vinculan a la posibilidad de que le haya servido para lanzar artefactos explosivos desde la azotea de su edificio, distante algo más de 50 metros de las vías. Una vecina del inmueble afirma haberlo visto descender de la terraza instantes después de haber escuchado fuertes detonaciones en las vías.

Rastreando la pista de las cápsulas metálicas, los policías llegan al Makro y confirman que, utilizando el CIF de su empresa de informática, el 8 de noviembre había adquirido 24 cargas de sifón N2O de la marca Lacor. El 11 de noviembre compra otras 48. Los investigadores comprueban que se trata de cápsulas de aluminio, utilizadas en hostelería para la recarga de sifones de cocina, cuyas características son idénticas a las que comenzaron a lanzarse, a partir del 30 de noviembre, a las obras del AVE. Las de las armas de aire comprimido son idénticas, pero de un tamaño algo superior.

El juez que coordina las gestiones policiales ordena que se comparen pericialmente las cápsulas recuperadas en las vías con las del modelo adquirido por 'El Profe', una labor que se encomienda a los técnicos en desactivación de explosivos de la Policía, los famosos Tedax.

El momento de la verdad

Con ese cúmulo de pruebas en las manos, los funcionarios de la Brigada de Información se disponen a interrogar a 'El Profe'. Su declaración resulta decepcionante. «No es verosímil», resume más tarde el juez de guardia, que le reprocha su táctica de echar balones fuera. «Se excusa de cualquier responsabilidad, imputándosela a otros: policías, políticos, menores...».

Sí, menores. Porque 'El Profe' no dudó en calificar de «venganza» las declaraciones de los chavales y llegó a asegurar que «'M1' fuma porros delante de los niños, incluido de los míos, y yo he intentado alejarlo de allí». También apuntó a que quizás el chico lo había acusado «por miedo, no sé si a la Policía o qué». Sobre el otro menor no supo explicar por qué razón también lo señalaba como inductor.

Aunque el fiscal acabó solicitando su ingreso incondicional en prisión, el juez estimó que una medida tan restrictiva no era necesaria. Eso sí, le impuso una orden de alejamiento de las vías.

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