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El piloto Miguel Duro vuela sobre una zona próxima a la Sierra de la Pila a bordo del helicóptero de coordinación y vigilancia (Acovi).

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El piloto Miguel Duro vuela sobre una zona próxima a la Sierra de la Pila a bordo del helicóptero de coordinación y vigilancia (Acovi). Nacho García / AGM

El 'Gran Hermano' contra el fuego

Murcia es una de las regiones con menos hectáreas quemadas por incendio gracias a la prevención, a la vigilancia y a la «contundencia» en las actuaciones; aunque «todos podemos hacer más»

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Domingo, 7 de julio 2019, 07:48

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«Aquello tenía muy mala pinta». Así describe el piloto Miguel Duro las llamaradas que se encontró este lunes, cuando sobrevolaba el paraje del Barranquillo, en Moratalla, junto a sus compañeros Antonio Gallego (operador de cámara) y la vallisoletana Marta Sanz (coordinadora de medios aéreos). La tormenta que se movía por la zona terminó por descargar un rayo, «un solo rayo» precisamente sobre un árbol, provocando a su vez un fuego que amagaba con llevarse por delante no pocas hectáreas de bosque como colofón a la ola de calor. A los brigadistas más veteranos les vino a la cabeza aquel incendio que, también en Moratalla, arrasó alrededor de 30.000 hectáreas en lo que hasta ahora es el mayor desastre ecológico relacionado con un fuego en la historia de la Región de Murcia. Esta semana se han cumplido 25 años de la catástrofe, que dejó miles de evacuados y un daño irreparable del que aún trata de recuperarse la comarca. Una desgracia, según los expertos, que se podía haber evitado.

El fuego amenazaba el pulmón verde de Moratalla un cuarto de siglo después. Sin embargo, esta vez no se quemó ni media hectárea de masa forestal. ¿Qué ha cambiado? Hubo «suerte», admite Duro. «Si el viento llega a pasar de los treinta kilómetros por hora, la cosa se complica». También influyó «la zona donde cayó el rayo», justo al lado de un camino por el que pudieron acceder rápidamente las brigadas. Pero, en esta ocasión también fue vital la previsión de los responsables del Plan de Protección Civil de Emergencia por Incendios Forestales en la Región (Plan Infomur) en relación a las condiciones climatológicas del día en cuestión y sus posibles consecuencias en forma de incendio forestal. El despliegue de medios materiales y humanos. Haber aprendido la lección respecto a desastres pasados. «Como sabíamos que aquel día habría tormenta en la zona, decidimos mandar allí al Acovi, que llegó al incendio en dos minutos», explica el jefe de Planes de Emergencia, Antonio Martínez Palomo.

El Acovi (aeronave de coordinación y vigilancia) es un pequeño pero ágil helicóptero (modelo Bell 206 Jet Ranger III) que incorpora una cámara térmica de gran precisión en el morro y que todos los días realiza como mínimo un vuelo de reconocimiento por zonas sensibles de la Región –Sierra Espuña se lleva la palma–, pendiente de cualquier incidencia en el mapa susceptible de ser comunicada a la base. «Somos los ojos del 112 en el cielo», define Miguel Duro en plena turbulencia por la Sierra de la Pila. Un ojo que todo lo observa. De hecho, al Acovi se suma este año, como novedad, un moderno dron que reforzará las labores de prevención y vigilancia contra los incendios. Como una especie de 'Gran Hermano' contra el fuego, aunque con objetivos mucho más encomiables que el siniestro ente creado por George Orwell.

A todo ello se suma el obligatorio ojo humano. «Fue Marta la que primero vio el foco», reconoce Antonio Gallego. «Fue casualidad», se resta mérito Sanz. «Desde ese momento, la prioridad era mandar todas las imágenes y vídeos que pudiéramos para que la central dispusiera de la mayor cantidad de información posible a la hora de mandar los medios de extinción necesarios. Llegó un momento en el que las llamas se veían a quince kilómetros de distancia. Fueron momentos muy tensos», relata el operador de cámara.

Vocación y adicción

Sin embargo, «en menos de hora y media ya estaba estabilizado» el incendio, «y a las tres horas ya estaba controlado», cifra con orgullo Martínez Palomo. Un tiempo récord para semejante contingencia, que finalmente no pasó de un conato. Es decir, de un fuego que acaba quemando no más de una hectárea. Y es entonces cuando «la sensación no puede ser más reconfortante», explica Emiliano Abad, jefe de extinción del Plan Infomur y uno de los siete componentes de la Brigada Helitransportada que hoy está desplegada en el Centro de Defensa Forestal ubicado en la Sierra de la Pila, y que abre sus puertas en exclusiva en pleno mes de julio para este periódico. «Aquí estamos la mayoría por vocación, porque la profesión crea adicción. Porque, para un amante de la naturaleza, defenderla es lo más gratificante», explica Abad.

Siguiendo esta máxima podría decirse que los responsables de la lucha contra incendios en la Región de Murcia –brigadistas, voluntarios de Protección Civil, bomberos, etcétera– mantienen uno de los niveles de felicidad más elevados en el desempeño de sus funciones laborales en relación a sus compañeros de otras comunidades. Porque Murcia es, precisamente, una de las regiones donde menos superficie se acaba perdiendo por incendio: una media de 0,80 hectáreas. El dato nacional supera las seis hectáreas por fuego. Según los datos ofrecidos por la Dirección General de Seguridad Ciudadana y Emergencias de la Comunidad Autónoma, en lo que va de año se han producido un total de 34 incendios forestales en parajes de la Región, de los que el 90% se quedaron en conatos (61% en el conjunto del país). Solo seis fuegos superaron la hectárea quemada, y ninguno de ellos adquirió la consideración de gran incendio forestal. Es decir, por encima de las 500 hectáreas. Sí, muy felices y hasta «bien pagados», según Abad. Aunque el piloto Miguel Duro matiza que aquí nadie viene a «hacerse rico».

«Datos históricos»

El año pasado también se alcanzaron «datos históricos», según puso de manifiesto hace unos días el presidente de la Comunidad en funciones, Fernando López Miras, al producirse solo 110 incendios con un total de 56 hectáreas arrasadas. La cifra más baja desde que hay registros oficiales. Esto es un «fiel reflejo», según el director general de Emergencias, José Ramón Carrasco, de la «contundencia» con la que se actúa frente a un incendio en la Región. Y pone como ejemplo los últimos producidos en Moratalla, en Cartagena, en Bullas o en Cieza, que se han desactivado en los últimos días en la Región gracias a la rápida intervención de los efectivos disponibles. «En pocos minutos tienes a 70 personas trabajando en un foco», detalla. Carrasco cree que los medios materiales y humanos del Plan Infomur «son suficientes». En total, «516 personas dedicadas diariamente» a la vigilancia, extinción y coordinación de todo el operativo en la época de máximo riesgo, que comprende desde el 1 de junio al 30 de septiembre. Estos números también son «suficientes» a juicio de Emiliano Abad, que subraya la «profesionalidad y la formación de la gente, que además está acostumbrada a combatir el fuego cara a cara. En otras comunidades quizá esperan a ver cómo avanza el fuego, a ver si aminora o llega a un bancal. Aquí, no. Aquí se actúa de forma contundente, siempre con seguridad». Se lucha desde el aire, pero también sobre el terreno, inevitablemente.

El 90% de los 34 incendios forestales registrados este año quedaron en conatos

«Desde que suena el 'timbre de la risa' hasta que estamos volando no pasan más de diez minutos», explica Abad

Pascual Oliva es un joven pero experimentado piloto de la Brigada Helitransportada que atesora más de 6.000 horas de vuelo a sus espaldas. «Tantas como un piloto de 60 años» a pesar de tener solo 21, reconoce con una sonrisa mientras se ajusta el cinturón del helicóptero. Sus compañeros de improvisada misión esperan a una distancia prudencial, frente al morro. No embarcarán hasta que Oliva levante el pulgar en señal de aprobación. Protocolos de seguridad, según explica el propio piloto, que fue el responsable de aplicar alguna de las descargas de agua que frenaron en primera instancia el incendio de Moratalla del pasado lunes. Descargas «quirúrgicas» de 680 litros, según su propia definición.

Las aeronaves y helibaldes (bolsas incorporadas en las que se transporta el agua, también llamadas 'bambis') que se emplean contra los incendios forestales en la Región de Murcia no son especialmente grandes, más bien «pequeñas», explica el piloto. Pero eso es una ventaja para ser «más precisos, más minuciosos» combatiendo el fuego desde el cielo, relata este 'cirujano del aire', que despierta la admiración entre sus compañeros por la destreza con que maneja la aeronave: «Míralo, cómo la lleva. ¡Ni que fuera un juguete!». Para muestra, el botón de Moratalla, que el director general de Emergencias no deja de exhibir orgulloso en forma de vídeos en el móvil (capturados en su día por Antonio Gallego a través de la cámara del Acovi). «¡Mira cómo suelta el agua en el punto exacto! Es increíble», alaba Carrasco.

Gráfico.
Gráfico.

La Brigada Helitransportada sale de la base de la Sierra de la Pila y vuelve en menos de quince minutos después de hacer las correspondientes maniobras. Todas coordinadas con la precisión de un reloj suizo. «Aquí estamos en situación constante de prealerta y todo está perfectamente estudiado», recuerda Emiliano Abad. Las revisiones de las máquinas, a cargo de mecánicos como Carlos Girbau, son metódicas y diarias. Para recargar agua en el 'bambi' pueden valer las muchas balsas de riesgo que rodean la instalación, e incluso las muchísimas piscinas que se observan a vista de pájaro. Sin embargo, y según el piloto Miguel Duro, «siempre evitamos cargar agua en piscinas particulares porque hay mucho listo que te puede denunciar por daños en la propiedad. Ya nos ha pasado. Si hay que recargar en piscinas, que sean municipales y en presencia de la Guardia Civil. Aunque, si no hay más remedio...», se resigna el piloto. «¿Miedo? Nunca», zanja Oliva.

Tampoco cuando alguien activa el llamado 'timbre de la risa', colocado en medio del pasillo del Centro de Defensa Forestal y bautizado así de forma irónica por la poca broma que genera su sonido, que siempre advierte de algo muy serio. «Cuando suena, toca salida inmediata», relata Emiliano Abad. «Y en un tiempo máximo que oscila entre ocho y diez minutos estamos volando a cualquier punto de la Región».

Con solo una mirada

Mucho menos tiempo necesitan en el cielo para zanjar una cuestión vital para el futuro de un bosque, e incluso de una población entera. Con solo una mirada entre los compañeros que generalmente ocupan el reducido habitáculo del helicóptero de vigilancia, y que llevan entre tres y cuatro años trabajando juntos, basta para saber qué decisión hay que adoptar. «Saber dónde están los demás compañeros, hacia dónde tiene que enfocar la cámara, qué hay que fotografiar, el punto exacto a donde tenemos que volar... Son instrucciones que se dan muchas veces con una señal, en décimas de segundo. El fuego avanza rápido y tienes que tomar decisiones rápidas. Es una cuestión de compenetración», explican Gallego y Duro, a quienes acompaña Marta Sanz, «cuya labor de coordinación es fundamental», recuerda el director de extinción, Emiliano Abad.

Viajar en este 'Gran Hermano' regional de la lucha contra el fuego siempre necesita cierta preparación inicial, incluso para un veterano. Miguel Duro abre las ventanillas para activar el «aire acondicionado» y se quita los auriculares para escuchar con nitidez el sonido del motor. El piloto se esmera por explicar nociones básicas para que un periodista sin experiencia en estas lides reaccione con seguridad ante cualquier imprevisto, como puede ser una parada del motor. No es una broma. «No se pueden realizar movimientos bruscos en el viaje y hay que comunicar cualquier incidencia que se perciba». También incide Miguel Duro en la especial peligrosidad de la zona trasera de la máquina, la del rotor de cola, al salir y entrar de la cabina.

Cuando el sonido característico de un helicóptero a todo trapo alcanza su máxima expresión, y como el médico de cabecera que clava una aguja sin que el paciente se entere, el piloto hace levitar el helicóptero con un golpe suave de mando y un leve balanceo hacia atrás, para empezar a volar después sobre los montes de la Región de Murcia. La mayoría de las veces, sin saber dónde se va a registrar la combustión que desatará el incendio. Según recuerda Martínez Palomo, a las causas naturales (que ya son difícilmente predecibles), se unen las negligencias humanas, que son el origen del 42% de los fuegos que se combaten en la Comunidad Autónoma. Por eso, José Ramón Carrasco subraya que «todos podemos hacer un poco más en la lucha contra incendios. Ahora, con las cámaras que llevan incorporados los móviles, cada uno de nosotros podemos ser un vigilante del Plan Infomur e informar de cualquier cosa sospechosa». Un 'Gran Hermano' contra el fuego en toda su dimensión.

Un trabajo invisible en 1.300 hectáreas para «apagar fuegos en invierno»

Los expertos coinciden: «Los incendios se apagan en invierno», cuando «es necesario realizar las tareas de conservación y la gestión del monte necesarias para minimizar el riesgo todo lo que sea posible». Un trabajo prácticamente invisible para el común de los mortales, pero que llevó a los agentes medioambientales y brigadistas a efectuar un total de 3.950 acciones de prevención de incendios y vigilancia de masas forestales a lo largo de la pasada campaña. Estas actuaciones preventivas son «el primer paso en la lucha contra los incendios forestales», según destacó la directora general de Medio Natural, Consuelo Rosauro, quien subrayó también la importancia «de estas labores preventivas de limpieza y clareo, así como la creación de cortafuegos y fajas auxiliares para compartimentar el territorio y evitar que, en caso de emergencia, arda el conjunto de la masa forestal».

Los trabajos, que en esta temporada han comprendido una superficie superior a las 520 hectáreas, se desarrollan en zonas identificadas como de alto riesgo, dando especial prioridad a los parajes y espacios naturales protegidos, los puntos de mayor afluencia de visitantes y los montes cercanos a poblaciones. En la anterior campaña, según los datos de la Dirección de Medio Natural, se acondicionaron 740 hectáreas de terreno, aunque la diferencia «no es significativa», según fuentes de la Consejería de Medio Ambiente. «Los rendimientos de un año a otro varían porque dependen de muchos factores. Por ejemplo, la densidad de vegetación de partida, la pendiente del terreno, la accesibilidad, etcétera».

A pesar de las quejas que se repiten en diferentes zonas de la Región por el estado de los montes y la cantidad de combustible forestal que se acumula de cara al verano, técnicos como Emiliano Abad reiteran que los bosques «no pueden ser jardines», y que las actuaciones realizadas durante todo el año y los medios disponibles «son suficientes» para gestionar la masa forestal y poder apagar, en lo posible, «los incendios en invierno».

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