«El gol de Iniesta fue el más triste que hemos cantado»
Tres murcianos recuperan 11 años después el dinero que entregaron por un viaje a la final del mundial de Sudáfrica en el que les dieron entradas falsas
Han pasado más de once años, pero Fausto Barrios, Antonio Javier García y su hermano Adrián aún se resisten a revisar las fotografías de su viaje a Sudáfrica. Para este grupo de amigos murcianos acompañar a la selección española de fútbol a Johannesburgo en aquel verano de 2010 era un sueño hecho realidad. «Era el viaje de nuestra vida», lamenta Antonio. Un anhelo que, sin embargo, se vio truncado. Pese a desplazarse a la capital sudafricana, los tres jóvenes se quedaron a las puertas del estadio donde La Roja marcaría el gol más celebrado. Las entradas que compraron a través de una agencia de viaje de la Región eran falsas. «Cuando vimos en unas pantallas que empezaba el partido rompí a llorar», reconoce este futbolero, que acabó viendo a España encaramarse al podio internacional desde la cafetería del aeropuerto, en el camino de regreso de un viaje frustrado que aún les indigna. «El gol de Iniesta fue el más triste que hemos cantado», bromea.
«El que lo organizó iba trampeando», recuerda Antonio.
Aunque ha llovido mucho desde entonces, este grupo de murcianos acaba de conseguir el reembolso de los ahorros –hasta 2.500 euros por cabeza– que destinaron a tratar de cumplir su sueño. La Audiencia Provincial ha confirmado la sentencia de un juzgado de Primera Instancia de Murcia que obligó a la agencia de viaje con la que contrataron este paquete y a su compañía aseguradora a abonar a cada uno de ellos más de 4.000 euros más intereses. En 2016 la Audiencia Nacional condenó al mayorista a 4 años de cárcel por vender paquetes a 255 personas para la final con entradas que resultaron ser falsas. Con la ayuda de su abogado, Carlos Román del despacho Pardo&Pérez, este grupo ha logrado ahora, más de una década después, recuperar el dinero que entregaron a la agencia con la que cerraron el viaje. «Han tratado de aburrirnos», lamenta Antonio. «Si no fuera por orgullo esto no se reclama».
La aventura de este grupo de aficionados comenzó el 7 de julio de 2010 cuando, con un gol de cabeza, Pujol metió a España en la final. «Dije que me iba a Sudáfrica y Fausto me dijo 'cuenta conmigo'», recuerda Antonio, que entonces tenía 28 años. «Nos llevamos a mi hermano Adrián como premio por acabar el Bachiller».
El grupo comenzó entonces a buscar una empresa que les ofreciera un paquete para volar a Johannesburgo. «Era una agencia legal, con su oficina abierta, normal y corriente», explica Antonio. «Nos dijeron que no había problema». Poco después, los jóvenes hicieron una transferencia y comenzaron a hacer las maletas.
«Shakira ya está bailando»
En su viaje a Madrid Antonio ya recuerda que surgieron algunos problemas. «El que lo organizó iba trampeando», explica. Los 150 pasajeros del vuelo que les llevó hasta Sudáfrica habían comprado el mismo paquete de viaje. «Cuando llegamos al parking del estadio nos dieron la vuelta», recuerda. «Como no era un 'viaje FIFA' nos tiraron para atrás».
El grupo escuchó los preparativos del gran partido y el estruendo de las vuvuzelas desde un descampado cercano al estadio. «Allí empezó nuestra pesadilla», relata Antonio. Una de las guías del viaje tenía en su poder unas pocas entradas que no dieron para todo el equipo. Al resto les tocó esperar a que llegase el responsable de los boletos que, les explicaron, estaba en un atasco.
«Cuando llegamos al estadio nos dieron la vuelta»
«Desde casa nos dijeron que Shakira ya estaba bailando», rememora. Los organizadores, en el último momento, pidieron al grupo que se desplazase a la carrera hasta las inmediaciones del estadio, donde el organizador comenzó a repartir unas entradas que pronto se comprobó que eran falsas. «La tensión allí era muy fuerte», recuerda.
Estos tres murcianos regresaron al aeropuerto y cuando se sentaron en la cafetería un pitido marcó el inicio de la prórroga de un partido que no habían visto. «La verdad es que no nos salía estar contentos y alegres», lamenta. «Nos reventaron la ilusión».
