«Hay gente evacuada que no para de llorar porque se ha quedado sin nada»
Los testimonios de un cartagenero y una murciana muestran la dureza con la que la tierra ha borrado del mapa la vida de muchos habitantes
CARLOS MIRETE
MURCIA.
Martes, 21 de septiembre 2021, 02:43
«La coordinación que ha habido ha sido excelente y por eso estábamos más que advertidos», celebra Sergio López, un policía portuario de Cartagena que ... se trasladó a La Palma hace siete años. Es uno de los nacidos en la Región que ha vivido en primera persona la erupción sucedida en esta isla y, afortunadamente, ha salido indemne.
«Aquí no existen terrenos llanos, por lo que la dirección de las coladas no siempre es fácil de intuir». No en vano, en La Palma se encuentra el segundo pico más alto del archipiélago canario, solo por detrás del Teide. Es decir, los más de 2.400 metros de altitud del Roque de los Muchachos bajan al encuentro del mar en poco más de 11 kilómetros. «Hay poblaciones como Puerto de Naos que solo tienen una entrada y una salida y se han tenido que evacuar porque se quedaban completamente aisladas», cuenta Sergio. Muchos de los evacuados acuden desde esta zona y, sobre todo, de las localidades situadas en la vertiente centro-oeste, la más afectada por la erupción.
«Se están alojando en un puesto que llamamos 'El fuerte'. Hay mucha gente llorando porque se ha quedado sin nada; es muy duro de ver», dice con tristeza. Aunque también hay lugar para los más despistados, como los dos turistas extranjeros «que hemos rescatado hoy (por ayer) y que andaban un tanto perdidos, porque habían abandonado el hotel deprisa y corriendo».
Elena Egea, profesora en un instituto, se mudó a la isla en 2009. La primera explosión la pilló montando en bici con su familia en una zona montañosa a tres kilómetros en línea recta. Aunque la ladera oriental donde reside no se ha visto afectada por las coladas, no es ajena a la catástrofe. «Están llegando muchos evacuados del otro lado de la isla, sobre todo ganaderos y agricultores que han perdido sus terrenos», asegura esta murciana.
También le llegan noticias a través de compañeras de trabajo cuyo colegio ha quedado completamente devastado por las incandescentes coladas de lava. «Dos centros de la isla teníamos un intercambio programado con otros tantos de Francia, pero uno de ellos se ha tenido que cancelar porque el edificio directamente ya no existe».
Según cuenta, gracias a los vientos alisios que soplan en dirección oeste, las cenizas y los gases tóxicos se alejan hacia el océano, lo que de momento permite al aeródromo de la isla continuar su servicio con relativa normalidad. «Yo vivo al lado del aeropuerto y sigue habiendo tráfico, aunque es verdad que lo que más se escuchan son los helicópteros de las fuerzas de seguridad».
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