Adriana Russo Marín (Cartagena, 1987), graduada en Pedagogía y Primaria. Lleva diez años enlazando contratos precarios y ahora es interina. Alfonso Durán / AGM

La generación en eterna recesión

Los jóvenes golpeados por la crisis de 2008 cuando les tocaba incorporarse al mercado laboral divisan hoy una nueva tormenta económica tras años de lucha y adaptación a un entorno adverso

Domingo, 3 de mayo 2020, 01:09

Vinieron, como todos, a comerse el mundo. Jóvenes, preparados, inquietos, con ganas y lanzados a la búsqueda de sus primeros empleos en una Región en ... expansión económica. Pero antes de terminar de rellenar sus currículums, los primeros integrantes de la generación 'millennial', que comprende a los nacidos entre 1981 y mediados de los noventa, vieron estallar el mundo laboral ante sus ojos.

Publicidad

«Acababas tus estudios y te encontrabas muy perdido. Había mucha impotencia. Te decías: 'Vale, ya he terminado. ¿Y ahora qué?'», recuerda la sanjaviereña Anna Miriam Corbalán, una de aquellas jóvenes que, después de terminar Turismo en 2011 y pasar un año y medio buscando empleo en la Región, tuvo que emigrar. «Intenté trabajar de dependienta, de todo lo que veía por internet, aunque no tuviera nada que ver con lo mío. Pero es que ni me llamaban», asegura. Desesperada, compró un billete a Italia y se fue de 'au pair'.

Anna Miriam Corbalán (San Javier, 1988), graduada en Turismo. Empleada en una empresa de alquiler de coches de Corvera. J. M. Rodríguez / AGM

Cinco años antes de aquel vuelo, el panorama era muy distinto. En 2006, la Comunidad había reducido su cifras de paro hasta unos niveles que no se han vuelto a ver. En total, había 15.900 desempleados en la franja de los 16 a los 24 años, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

«Acaban de hacernos un ERTE a mi pareja y a mí. Tenía en mente volver a ser madre, pero por ahora eso ha quedado apartado», cuenta Anna Miriam

Anna Miriam, José Luis, Marisa, Andrés, Joaquín y Adriana son seis representantes de aquel grupo de edad en la Región que hoy siguen luchando por la estabilidad. Cuando la crisis de 2008 detuvo en seco la fiesta, muchas de las oportunidades laborales que debían haberles correspondido en el inicio de sus carreras se esfumaron. En 2009 ya había 81.000 desempleados menores de 35 años, más del doble de los que se habían registrado en 2006 (30.700). Para 2012, la barrera de los 100.000 había sido superada con creces.

Publicidad

El sociólogo Pedro Sánchez Vera alerta de que «ya no son tan jóvenes» y se ven forzados a afrontar un «un panorama sombrío»

«Son una generación frustrada y con mucho escepticismo. Tenían unas expectativas y han visto, una y otra vez, que la realidad les devuelve una falta de oportunidades total», explica el catedrático de Sociología de la UMU Pedro Sánchez Vera. «Muchos de ellos ya no son tan jóvenes. Ya pasaron una crisis y ahora les viene otra muy seguida y peor que la anterior. El panorama es más bien sombrío», afirma.

Trabajar «de lo mío»

El yeclano José Luis Martínez-Quintanilla, de 35 años, es el vivo ejemplo de cuánto esfuerzo en vano les ha requerido a algunos el intento de trabajar de lo que estudiaron.

José Luis Martínez-Quintanilla (Yecla, 1985), graduado en Ingeniería de Obras Públicas. Estudia las oposiciones de Secundaria. LV

Terminó sus estudios de Obras Públicas en la Politécnica de Valencia en mayo de 2011, y a mediados de junio ya estaba subido en un avión camino de Turquía. España era tierra quemada. «Aquí ya no había una sola obra en la que trabajar -rememora-. Me fui con una beca y estuve cuatro meses construyendo carreteras y autovías». Allí conoció a algunos estudiantes polacos que le comentaron que su país iba a hacer en breve las obras «para la Eurocopa que se iba a celebrar en 2012». Así que, cuando la aventura turca terminó, José Luis decidió subirse a otro avión. Esta vez, junto a su hermano, aparejador y sin empleo.

Publicidad

Los primeros integrantes de la generación 'millennial' han sufrido la inestabilidad laboral y han tenido que aprender a recalcular sus planes

«Estuvimos intentándolo tres meses, pero exigían hablar polaco. No nos bastaba el inglés. Fue muy difícil. Mi hermano se tuvo que volver. Pero yo seguí insistiendo porque no tenía nada», explica. Finalmente, empezó a dar clases de español para pagarse la estancia. Y así estuvo dos años. Tras aquello, decidió volver a intentarlo. Esta vez, la tierra quemada era todo un continente. «En Europa la cosa estaba casi imposible para ejercer de lo mío, así que me fui a Sudamérica», apunta. El plan era recorrer varios países y terminar en Uruguay, un país donde José Luis había oído «que había ofertas interesantes de construcción». Nunca llegó. Cuando estaba en Brasil recibió una llamada. «Era un compañero con el que había trabajado en Turquía. Me dijo que se estaban construyendo tiendas de Inditex en Rusia». Más aviones y más empezar de cero. Aquel fue su último empleo como ingeniero. «Trabajaba en horario nocturno. Empezaba a las diez de la noche y terminaba a las ocho de la mañana todos los días, fines de semana incluidos y sin descanso. Fue una época muy dura. Estuve así un año y medio. Moscú, Siberia, Vladivostok... Conocí la cultura, aprendí mucho, conocí a gente, pero las condiciones eran muy difíciles».

«Estoy estudiando oposiciones y cobrando el paro tras varios años viajando para intentar trabajar de ingeniero», explica José Luis

Una oferta para ser administrativo en una empresa de muebles de Yecla le trajo de vuelta a casa en 2015. Allí ha pasado cuatro años, pero «no era lo que buscaba». Lo dejó hace unos meses para prepararse una oposición «para ser profesor de Tecnología». Iba a salir en junio, pero el coronavirus ha provocado que se retrase a 2021. Hoy afronta la crisis cobrando el paro mientras estudia en su piso de alquiler y espera el examen. «Sientes mucha resignación».

Publicidad

Vivir en precario

Adriana Russo sí trabaja de lo suyo. Nunca antes lo había hecho desde que terminó de estudiar en 2010. «Tengo 33 años y es la primera vez que en mi nómina aparece el puesto para el que he estudiado», explica. Es profesora en un colegio concertado de Molina de Segura, aunque sabe que la interinidad no le garantiza el futuro.

Cuando terminó la carrera de Pedagogía, el plan Bolonia le hizo perder «algunas salidas profesionales que tenía. No sabía dónde ubicarme ni qué hacer, así que volví a estudiar después de dar unos cuantos bandazos». Ahora se siente «una privilegiada. Pero me ha costado diez años y estudiar dos carreras», subraya. En ese tiempo, ha hecho «de todo». La enumeración le sale automática: «Monitora de ocio y tiempo libre en cumpleaños, bodas y bautizos; payaso; animadora sociocultural; monitora en un hotel haciendo actividades deportivas como pilates, 'aquagym' y natación para bebés; y camarera, aunque eso ha sido durante 15 años», afirma. «Es lo que hacía cuando empecé la carrera y seguí». Lo que ganaba le daba para ir tirando. «He pasado épocas malísimas -reconoce-. Hace poco he estado cuatro meses sin cobrar y casi me echan de mi casa. Tuve que contárselo a mi casero y pedirle un préstamo a mis padres. No tenía ni para pagar las facturas. Al de la luz no le importa si te están pagando o no».

Publicidad

«Tengo 33 años y es la primera vez que en mi nómina aparece el puesto para el que he estudiado dos carreras universitarias», asegura Adriana

A veces, la línea entre la precariedad y la emergencia social se difumina. Joaquín Martínez, el mayor de los seis entrevistados lo ha experimentado en primera persona. A sus 38 años, la vida se le ha puesto cuesta arriba.

Joaquín Martínez Giménez (Murcia, 1981). Ha trabajado como militar, vigilante de seguridad y conductor de ambulancias. Alfonso Durán / AGM

Empezó a trabajar muy pronto. Con 18 años era militar profesional en Zapadores de Alta Montaña, donde estuvo hasta 2001. Llegó a ingresar un salario de 3.000 euros mensuales durante su participación en una misión de la OTAN en Kosovo. En 2003 dejó el Ejército y comenzó a ejercer como vigilante de seguridad. «Hasta 2013 me ganaba la vida», señala Joaquín, que tiene cinco hijos. Nunca pensó que podría tener dificultades para darles de comer. «A partir de 2013 me quedo sin nada y entro en una fase crítica», recuerda. Le cortaron los suministros, y tuvo que reestructurar su deuda hipotecaria para evitar el desahucio. Hace unos meses solicitó la renta mínima de inserción. «A mis hijos no les va a faltar comida», asegura. Muchos decidieron retrasar la paternidad por el miedo a verse así. Algunos lo vuelven a hacer ahora por temor a la nueva crisis.

Noticia Patrocinada

«Llegué a cobrar 3.000 euros al mes, pero en 2013 entré en una fase crítica. Refinancié mi hipoteca y tuve que pedir ayuda», reconoce Joaquín Martínez

Al volver de Italia, Anna Miriam enlazó varios contratos temporales hasta dar con un empleo estable en una empresa de alquiler de coches del aeropuerto de San Javier -ahora opera en Corvera-. Eso le permitió ir a por su primera hija. «Tenía en mente volver a ser madre, pero eso por ahora ha quedado apartado», afirma. Tanto ella como su pareja, que también trabaja en una empresa auxiliar del aeropuerto, acaban de verse afectados por un Expediente de Regulación Temporal de Empleo.

Las dos caras del ERTE

Algunos viven estos ERTE desde el otro lado de la barrera, pero con la misma angustia. Es el caso de Andrés Gómez. Este pachequero, que estudió Arquitectura, ha hecho carrera en el mundo de la hostelería, su verdadera pasión. Cuando terminó llevaba ya algunos años trabajando en el sector y decidió cursar los estudios profesionales en Cartagena. En 2006, a los 23 años, ya era responsable del departamento de restauración del hotel que la cadena Barceló había impulsado en Torre Pacheco, y cuya gestión abandonó en 2008. Ahí empezaron los recortes. «Tocó reinventarse. Hice de todo, hasta de mozo de almacén», recuerda. Unos años después, inició un postgrado de Enología en La Rioja.

Publicidad

Andrés Gómez Méndez (Torre Pacheco, 1984), emprendedor. Fundador de la distribuidora de vinos La Diligente. J. M. Rodríguez / AGM

Volvió en 2016 para montar su propia distribuidora de vinos, La Diligente. Tras unos inicios complicados, su hermana Irene se incorporó como socia de la empresa y las cosas empezaron a marchar. En 2019 asumió la gestión de la barra de vinos de El Mercado de Correos en Murcia. Ya con varios empleados a su cargo y estabilizado, Andrés empezaba a ver encajar las piezas cuando el coronavirus le obligó a parar. Acaba de recurrir a un crédito del ICO y ha tenido que enviar a casa a sus trabajadores. «Quiero creer que todo va a salir bien», asegura. «Mi hermana y yo ahora no tenemos ingresos ni medio de subsistencia, pero espero que pronto podamos volver a la carga».

«Después de dos años afianzando mi distribuidora de vinos he tenido que recurrir a un préstamo del ICO y hacer un ERTE a mis trabajadores», relata Andrés Gómez

Estos días los aprovecha para impulsar la formación en la parte 'online' de sus empleados. Un aspecto que el sociólogo Sánchez Vera considera determinante para «sobrevivir mejor» a la crisis. «No afecta por igual a todos. Los más formados pueden sobreponerse», apunta. Sin embargo, tener una carrera brillante tampoco asegura la estabilidad.

Publicidad

Marisa Sánchez Arce (Murcia, 1983), bióloga. Tras años como investigadora en Berlín regresó a la Región. Sigue esperando una oportunidad para estabilizarse. Alfonso Durán / AGM

Lo sabe la bióloga Marisa Arce, que sigue enlazando contratos temporales tras años ejerciendo como investigadora. En 2014, tras leer su tesis doctoral, se fue a Berlín. Regresó a Murcia en 2018 con «un contrato en el Cebas» bajo el brazo. Ahora acaba de lograr «un Juan de la Cierva para tres años en la Universidad de Murcia».

«Imagino que volverá a haber recortes en investigación. Tengo 37 años y contrato para tres. En esto la gente no se estabiliza ni con cuarenta», explica Marisa

No sabe qué pasará después. «Imagino que va a haber bastantes recortes. Tengo ya 37 años y pensaba empezar a asentarme, pero en investigación la gente no se estabiliza ni con cuarenta. Siempre estamos igual», sentencia. Sus palabras arrastran el cansancio acumulado desde la crisis que le dio la bienvenida al mercado laboral. Años depués, distinto cielo, la misma tormenta.

Publicidad

«Tenemos que reflexionar sobre la falta de oportunidades de estos jóvenes»

«Es una de las generaciones con mayor capital humano», subraya el profesor titular de Economía Aplicada de la Universidad de Murcia Antonio Losa. «Siempre lo hemos confiado todo a la educación y a la formación y, efectivamente, sabemos que es uno de los factores que influye sobre las probabilidades de encontrar un empleo y trabajo de calidad, pero para esta generación esto no ha sido suficiente. Habría que reflexionar sobre la falta de oportunidades de estos jóvenes».

El economista recuerda que «muchos de ellos podrían llegar a los cincuenta años con itinerarios laborales truncados, y las oportunidades van estrechándose».

Para Losa, las soluciones que se articulen para superar las estrecheces económicas que anuncia el coronavirus serán clave para futuras generaciones. «Cómo hagamos la salida de esta crisis es fundamental. Tenemos que sacar enseñanzas porque como esta van a venir más», asegura.

El profesor considera que «las respuestas antiguas no nos sirven ahora. Y yo quiero creer que hemos aprendido algo, que esto no puede pasar en balde. Tenemos que buscar soluciones nuevas a situaciones nuevas». Entre ellas, el economista aboga por «revisar la diversidad de figuras contractuales». En su opinión, hay demasiadas. «Algunas tienen su sentido, como en la agricultura, pero probablemente se está haciendo un abuso de la norma».

«Lo que hagamos debe ser fruto de un consenso empresarial, de sindicatos y administraciones públicas en los distintos niveles. La motivación no puede ser solo el beneficio económico», concluye.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad