Fernando Fabiani: «Perseguir la salud de manera obsesiva nos aleja de ella»
«Si asumo que estar sano es no tener el más mínimo malestar, me voy a sentir enfermo», avisa este facultativo y comunicador, que ofrece mañana una charla en Murcia
Fernando Fabiani (Sevilla, 1975) nos lanza en su último libro, 'La salud enferma' (editorial Aguilar), una advertencia: nuestra búsqueda obsesiva de la salud perfecta, de ... la ausencia total de malestar, es enfermiza. En esa carrera nos lanzamos a la medicalización o 'psicologización' de problemas cuyo origen es social, laboral o familiar, reflexiona este médico de familia y divulgador. De todo ello hablará mañana en Murcia (18.00 horas, auditorio del edificio Moneo), en una charla organizada por la Asociación en Defensa de la Sanidad Pública (ADSP).
Publicidad
–Aborda en 'La salud enferma' la obsesión que tenemos por estar siempre sanos, felices, sin dolor ni malestar de ningún tipo. ¿Esto nos conduce directamente a lo contrario?
–Efectivamente. Cuando perseguimos de manera obsesiva la salud, lo que hacemos, precisamente, es alejarnos de ella. Esta sensación de falta de salud, o de frustración por no tener la salud absoluta, no es algo casual: está favorecida por una sociedad que, de distintas formas, nos hace sentir enfermos.
–Los servicios de Urgencias de los hospitales de la Región de Murcia atienden más de 700 consultas por cada 1.000 habitantes al año. En una comunidad con millón y medio de habitantes, la Atención Primaria asume casi diez millones de consultas anuales. ¿Qué nos están indicando estas cifras?
–Hay una cosa llamativa. En los lugares más avanzados, más desarrollados, con mejores estados de salud objetivos de la población gracias a las condiciones higiénico-sanitarias y de los servicios sanitarios, la autopercepción de la salud es peor. Probablemente se debe a que estamos en un estado de hiperalerta. Si yo asumo que estar sano es no tener la mínima molestia, el mínimo malestar, ni una pizca de tristeza, inevitablemente me voy a sentir siempre enfermo. Y esto, de una u otra forma, me va a llevar al sistema sanitario.
Publicidad
«Estamos medicalizando y psicologizando el malestar social y económico»
–¿Esto está detrás del aumento de problemas de salud mental al que estamos asistiendo?
–Sin duda alguna. Hay un círculo vicioso; es una causa pero, al mismo tiempo, consecuencia. La salud mental de gente que se siente enferma se puede ver afectada. Eso es una parte, pero luego hay otra: estamos medicalizando el malestar social y económico. Hay personas a las que les resulta difícil llegar a fin de mes, que ven en riesgo su vivienda o que trabajan un número de horas insoportable. Al final, como el sistema no da solución, todo este malestar acaba desaguando en el sistema sanitario. Muchas de las personas que vienen a la consulta por problemas teóricamente 'médicos' –y esto lo entrecomillo– realmente lo que tienen detrás es un problema social importante, que acaba desembocando en esos síntomas que pueden ser ansiedad, insomnio, trastorno del ánimo. Son problemas que se pretenden solucionar, en el mejor de los casos, con psicoterapia, algo que desgraciadamente no siempre está al alcance de la mano, y en el peor, con una medicación para parchear estos síntomas.
–Esa búsqueda de una solución en el sistema sanitario se refleja en algunos datos: cuatro de cada diez personas han acudido a su médico de Primaria en la Región con problemas psicológicos.
–En este momento, la población e incluso los propios políticos están reclamando más inversión en salud mental, y esto es positivo. Se habla de la necesidad de fortalecer los servicios de salud mental, algo que es absolutamente necesario. Pero, cuidado, no perdamos el foco. No pensemos que estas personas que tienen una situación social insostenible, que no llegan a final de mes, lo que necesitan es una terapia. Si no es bueno medicalizar, tampoco lo es psicologizarlo todo. A lo mejor hay situaciones que no deberíamos tener que gestionar.
Publicidad
«Hay mucho mensaje vacío que, al que está mal, le hunde más en el fango»
–Ahora vamos al psicólogo con mucha naturalidad, y está muy bien porque se ha desestigmatizado en buena medida la salud mental. Pero, ¿a veces lo que necesitamos no es una red de apoyo social?
–O un sindicato que defienda mis derechos como trabajador. Hay muchas circunstancias de fondo. Hay un libro que pone mucho el dedo en la llaga que se llama 'Malestamos' [escrito por Javier Padilla, actual secretario de Estado de Sanidad, y Marta Carmona]. Habla precisamente de algo que me parece muy interesante. Algunos, si vivieran en la época de los faraones en Egipto, mandarían a todos los esclavos al psicólogo por no saber gestionar la realidad social que les ha tocado vivir, cuando lo que tenemos que hacer es abolir la esclavitud. Cuidado, insisto, porque al final esto es pasarle la pelota al ciudadano. Este mensaje es muy de nuestra sociedad, de taza de desayuno: 'si quieres puedes', 'sonríe', 'el lunes puede ser maravilloso'. Tienes una situación personal, familiar o social insostenible pero si lo llevas mal, al final el problema es tuyo, porque no quieres. Todo es bastante perverso. Tenemos que liberarnos de esa presión que la sociedad nos impone, de tener que ser capaces de afrontarlo todo.
–Hay mucho 'coach' por ahí.
–Hay mucho mensaje vacío. Al que no está mal, igual le ayuda como mensaje optimista. Pero al que está en un momento muy malo, este tipo de mensajes lo que hacen es hundirle más en el fango.
Publicidad
–Hay también quien convierte los hábitos de vida saludable en una obsesión.
–Si a ti hacer ejercicio te estimula, te hace sentir a gusto, estupendo. Ahora, si te vas a sentir culpable si esta tarde te pasas dos horas en el sofá, estamos errando. El 'influencer' también se pega un día un atracón de helado o se come unos churros, pero esa foto no la sube a las redes. Lo que publica es un desayuno maravilloso con aguacate, con el campo al fondo y la vajilla a juego. Y uno que está en su casa con la tostada de mantequilla, se dice: vaya vida miserable que tengo. Es una visión parcial, filtrada, y que puede hacer que nos sintamos a disgusto con una vida como la nuestra, que es la normal.
-
«Los adolescentes que usan Instagram tienen más ansiedad»
–Estamos viendo un aumento de problemas de salud mental particularmente en adolescentes. ¿Puede tener también relación con esa obsesión por estar siempre bien? Es normal que un adolescente sienta tristeza de vez en cuando, ¿estamos empujándoles a una patologización de un malestar que, dentro de unos límites, es propio de la edad?
Publicidad
–Los adolescentes aprenden de nosotros. Si ven en sus padres que la tristeza es un sentimiento a evitar y que si estoy triste tengo un problema de salud, porque tengo que estar siempre absolutamente bien, evidentemente no son ajenos a esto. Pero luego hay otras circunstancias particulares. Soy un usuario activo de las redes sociales, les reconozco su mérito, su utilidad. Pero hay estudios recientemente publicados que nos dicen que los adolescentes que usan las redes sociales más de moda, como puede ser Instagram, tienen mayores índices de ansiedad, de angustia, y se muestran más a disgusto con su imagen corporal. Los que fuimos adolescentes hace 20 o 30 años nos comparábamos con los 30 compañeros de clase, pero ahora te comparas con todo el mundo. Y no con el mundo real, sino con lo que la gente pone en las redes, que suele ser una imagen idealizada, cuando no directamente filtrada. Además, sin limitación temporal. Cada vez que miras el teléfono móvil estás recibiendo 'input' de lo bien que le va la vida a todo el mundo, de lo bien que están todos físicamente, de la gente tan guapa y tan maravillosa que hay alrededor. Esto puede llegar a afectarles en una fase en la que el tema de la autoestima suele ser complicado.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión