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El profesor y su clase
FÚTBOL | MUNDIAL

El profesor y su clase

Del Bosque, como si de un maestro de escuela se tratara, buscará con sus 23 alumnos la matrícula de honor en Brasil

IGOR PASKUAL

Sábado, 31 de mayo 2014, 19:24

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Del Bosque es la versión española de Ancelotti. Y viceversa. Los dos, en el fondo, son honrados maestros de escuela. No lideran con estridencias, sino con una herramienta de difícil definición y escasa aplicación que se hace llamar sentido común. Pero, sobre todo, poseen ese aura inmaculada del señor mayor al que aún le das los buenos días y le pides perdón si le pisas. Quizá sea el único perfil capaz de conmover a unos jóvenes que tienen a los directores de su banco a los pies, a las mujeres en sus camas y a las cámaras en su rostro; una combinación que, en ocasiones, puede llegar a ser letal.

Carlo y Vicente, más que docentes al uso, son educadores. Les importa que, cuando termines el curso, recuerdes que si ves a una embarazada en el autobús, le deberás ceder tu sitio, mucho más que las ecuaciones de segundo grado y los ríos de España, que también. En el sur de Europa aún funcionan los vínculos familiares y del Bosque nos recuerda a ese tío del pueblo o incluso a tu propio padre. Tal vez es la única forma de compensar el hueco de la autoridad personal en la sociedad postmoderna. Y es que los menores de treinta años (y muchos mayores) ya sólo hacen caso a lo que les dice su community manager o el chef de un concurso de cocina.

Del Bosque es el aroma de los viejos tiempos, cuando podías dejar la puerta del coche sin cerrar. Esa época en la que los maestros aún podían darte un tirón de orejas por hacer el bobo sin que se los llevasen detenidos. La lista de Del Bosque para el Mundial es la misma que haría un profesor afectuoso. Como todo maestro, Del Bosque también tiene sus alumnos favoritos y lo ha vuelto a demostrar. Por ejemplo, hay discípulos que, hagan lo que hagan, siempre serán el ojito derecho del profe. Si no, es inexplicable que Torres, alejado del que fue en el Liverpool y con atisbos de esa mirada que se les pone a todos los que pasan por las manos de Mou, sea un fijo, aunque no esté por encima de un Llorente.

También hay otros alumnos que, por mucho que se esfuercen, nunca optarán a un sobresaliente (Negredo). Como a todos, y con mucha razón, a Del Bosque le gustan los chavales brillantes, con aptitudes naturales, pero que, además, se aplican (Mata, Silva). Cuando tuvo dudas, trata de no ser injusto y los deja para una reválida que pueden suspender (Navas) o aprobar (Juanfran). Por supuesto, sabe ponerse duro para que no le tomen el pelo y lo que peor tolera son las faltas de compañerismo. Como no le gusta humillar a nadie en público, a los que le estropean el espíritu del grupo, se los quita de en medio con excusas razonables: Raúl, en su tiempo, porque como ya no iba con Aragonés..., y Arbeloa, ahora con la lesión, ayuda a que sea más fácil dejarlo fuera.

Además es comprensivo con el alumno brutote pero noble que, aunque se mete en líos cada poco, al mismo tiempo es capaz de pelear y sacar la cara por sus compañeros y hacer frente común (Diego Costa). Tampoco le gusta que le presionen para aprobar a quien aún puede y debe mejorar (Carvajal). Aprecia a los revoltosillos sin malicia (Villa) y siempre está atento a los que llegan nuevos al colegio para que se integren y demuestren que se merecen ir de viaje de estudios (Azpilicueta, De Gea). Ahora, a Brasil, a por la matrícula de honor.

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