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Los jugadores del Sevilla celebran un gol.
Otra noche europea normal para el Sevilla
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Otra noche europea normal para el Sevilla

Los rojiblancos vencieron con contundencia a una decepcionante Fiorentina en un encuentro marcado por una nueva lección táctica de Emery desde el banquillo

Luis F. Gago

Jueves, 7 de mayo 2015, 00:11

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Se disputaba en el Ramón Sánchez-Pizjuán el último partido europeo de la temporada en su feudo para los sevillistas. Con un ambiente de gala, como siempre en estos casos, el aficionado medio sevillista volvía a ver por cuarta vez en el siglo XXI una semifinal europea. En las tres anteriores no solo pasó la eliminatoria sino que además vieron como sus jugadores levantaron el trofeo en la final. En la noche del jueves, frente a la Fiorentina del enemigo Joaquín y del anhelado por 'Monchi', Borja Valero, esperaban los rojiblancos que todo siguiera el guion de los últimos tiempos.

Para añadir un toque de pimienta a un espectáculo ya de por sí cargado de emoción, tanto Emery como su homólogo en el banquillo rival pusieron un once sobre el campo atrevido, muy ofensivo, buscando ambos resolver por la vía rápida de la vía una eliminatoria que normalmente tiene 180 minutos, mínimo, a estas alturas de la competición. Por ello el choque fue de ida y vuelta durante muchas fases del encuentro, sobre todo en la primera mitad, algo que interesaba bastante al equipo 'viola' y poco a los intereses hispalenses.

Entre tanto ir y venir, una gran jugada entre Vitolo y Bacca la finalizó Aleix Vidal llegando desde donde nadie esperaba que fuera a aparecer. Un gol en el primer tercio del partido que daba empuje a un Emery con demasiadas muecas en su cara y ya se sabe que cuando el vasco gesticula con su rostro más de la cuenta significa que no ve nada claro lo que va a deparar el futuro inmediato de los suyos. Joaquín, odiado por los 35.000 aficionados que se dieron cita, menos los 500 de la Fiorentina, debido a su pasado bético, estuvo muy activo en todas las fases. Defendía, corría, atacaba y era un dolor de cabeza para la defensa sevillista. De sus botas salieron las dos ocasiones más claras que bien pudieron terminar dentro de las redes si no hubiera sido por Sergio Rico, quien se ha ganado la recompensa de ser el portero titular en Europa tras la nueva lesión de Beto, al que cada día se le compara más con un viejo coche con pocas piezas para funcionar como lo hacía antaño.

Con el portero portugués en el olvido de la presente batalla europea, los rojiblancos vieron cómo el árbitro pitaba el final de la primera mitad justo cuando a Krychowiak le hacían un claro penalti. No se sabe bien si fue antes la pena máxima o el silbato en la boca del colegiado. Con ese aire de tragicomedia se reanudó el partido en la vuelta de vestuarios.

Lo hizo con un Emery desconocido. En vez de ir hacia adelante, buscando sentenciar como buen técnico que está disputado la ida en su propia casa, decidió jugárselo todo a la carta del contragolpe. Quitó a Reyes, que pese a su calidad sólo da para 60 minutos por partido, y metió a un Coke muy enchufado en las últimas semanas. Esta apuesta le salió bien gracias al as en la manga de estas semifinales. Se llama Vidal, no el de la Juventus, sino un señor con talento puro sevillano aunque no sea de la ciudad del Guadalquivir. El francés anotó el segundo tanto en su cuenta particular y en el marcador para dar un margen positivo de cara a la próxima visita a tierras italianas.

Con este paso táctico dado desde el banquillo, Emery decidió seguir con su gran maestría y dio paso a ese goleador suplente de lujo que sólo el Sevilla y dos o tres equipos más en el mundo pueden presumir de tener calentando en el banquillo. En el bando rojiblanco hay un señor llamado Kevin Gameiro, francés al que la educación y la elegancia marcan su devenir por el vestuario de Nervión. Salió a falta de quince minutos, como siempre; sustituyó a Bacca, como siempre; y marcó un hermoso tanto, como siempre también, cuarenta segundos después de pisar el césped. No hay palabras para describir la calidad que atesora alguien que tiene el mejor rendimiento de goles por minutos jugados en la competición europea.

La Fiorentina de Joaquín, Borja Valero, ese medio granadino que es Mario Gómez, de Gonzalo, acabó pidiendo la hora para al menos tener una mínima posibilidad durante la vuelta, hecho remoto, pero factible. Nunca hay que dar por muerto a un equipo italiano, decía Fabio Cannavaro en los mundiales que después acababan ganando la escuadra 'azzurra'. Haría mal el Sevilla en confiarse. La orilla está cerca, pero todavía debe sortear a algunos peligrosos tiburones de color morado.

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