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Ken Hensley, a los teclados, y su grupo, durante la actuación en San Javier.
Cara de caballo
MÚSICA

Cara de caballo

La leyenda del hard rock Ken Hensley abrió Jazz San Javier con sus 'hits' de Uriah Hee

ALEXIA SALAS

Lunes, 11 de julio 2016, 11:59

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Debe tomárselas el veterano compositor Ken Hensley, como un guiri más, en los pubs ingleses de Novelda, donde vive su descanso del rockero, sin que sepan tal vez paisanos y forasteros que comparten una pinta con una de las leyendas vivas del rock. Este abuelo de 71 años ya gastaba cinturones con tachuelas, botas de tacón y vaqueros ajados a finales de los sesenta, cuando comenzó a forjar la banda, Uriah Heep, que ha sostenido el templo del hard rock con a la santísima trinidad de Black Sabbath, Led Zeppelin y Deep Purple. En los albores ya estaba allí, con su cara de caballo, esa melena Sioux y un talento nato para construir himnos para una generación hambrienta de ideales y que, mira por donde, sirven a la actual aunque no esté ya tan ávida de nada. Con los mismos atributos y un saco de buenas canciones se asomó el veterano teclista anteanoche al escenario de Jazz San Javier, superviviente de casi todo, de vuelta de la fama, las drogas y una juventud de escenarios míticos.

Fue una gozada escuchar sus discursos al órgano en algunos clásicos que él mismo compuso hace medio siglo, como 'Easy living', y más aún cuando se colgó la acústica para llenar de matices cercanos temas como 'The wizard' o 'Tales'. Ver a 'Cara de caballo' como un jefe indio alzar el brazo del Hammond para dar una orden a la jovencísima banda que lo acompaña, o presenciar cómo su voz aún hace cambiar de color todo el conjunto, merece que el guerrero salga de su retiro. En el conjunto había sin embargo una sensación que se volvía insistente y molesta como un mosquito, y no era la diferencia de edad del jefe indio con su infantería, sino los altibajos en la armonía total, eso que el viejo inglés tenía con los suyos y que incluso los Uriah Heep demostraron en su concierto de hace tres años en San Javier. Destacó la pegada del batería Charlie Denton y, desde luego, la voz de Hensley, que en cuanto aparece lo cambia todo y llena de emoción esas letras inmortales de amor y paz, estrellas plateadas y anhelos de paz nunca satisfechos. La experiencia de escucharle entonar su 'Lady in black', su mayor éxito, solo fue superada por el 'July morning' con su virtuosismo al órgano. El jefe indio reconoció que se siente agradecido de haber pasado tantos años sobre el escenario, aunque en San Javier -primera noche- faltó la parroquia rockera que suele aclamar a sus dioses.

La 19 edición de Jazz San Javier no pudo tener mejor motor de arranque que el bajista sueco Lars Danielsson, uno de esos nigromantes del norte con los que el jazz europeo se ha practicado un bypass de magia y frescura. Un concierto de los chicos de Danielsson es como una hora de terapia, repleta de energía que brota desde la serenidad en temas como 'Orange market', 'Liberetto' o 'Passacaglia', en los que también se encuentra parte de ese lado contemplativo del jazz escandinavo. De un fondo de jazz de cámara emergen melodías que van tomando a su paso evocaciones 'folkish', explosiones de free jazz y narraciones que se suceden en paisajes remotos, como bosques fríos que despiertan con el vuelo de una trompeta alucinada, sorda e introspectiva como la de Miles Davis. La guitarra de Parricelli hubiera podido llevar al auditorio hasta un podium de rock, mientras que el mago Danielsson sonreía con sus cambios de ánimo y su instinto de fino narrador. Cuál será el secreto de los chicos del norte para inventarse el sol.

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