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CRÍTICA DE MÚSICA

Jorge Nava

El pianista ofrece en Murcia un gran concierto con obras de Mussorgsky, Rachmaninov y Prokofiev

OCTAVIO DE JUAN

Miércoles, 2 de julio 2014, 11:58

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Anoten el nombre de Jorge Nava. Un joven veinteañero boliviano-español, formado en las aulas del Conservatorio Superior del Liceo barcelonés, siguiendo las clases del profesor Stanislav Pochekin, y que, de la mano de la Fundación Galindo de Calasparra, acaba de dejarnos literalmente boquiabiertos en su segunda visita al Aula de Cultura de Cajamurcia. Lo hizo con un programa dedicado en esta ocasión a la música rusa, en el que figuraban dos obras esenciales: los famosos 'Cuadros de una exposición', y la menos conocida séptima Sonata de Prokofiev, igualmente famosa en atención a sus innegables méritos artísticos, pero también por haber sido la única del trío de sonatas que con ella formaron la Sexta y la Octava, última de este tipo de composiciones, que se libró de las garras inquisitoriales del temible Andrei Zhdanov, desde su privilegiado puesto en el Comité Central del Partido Comunista.

Uno de los momentos musicales de Rachmaninov, el tercero del opus 16, completó la exhibición de este fabuloso y sensacional artista, capaz de abordar las dificultades de cualquiera de las tres obras con una asombrosa seguridad y una claridad expositiva en la que sin perder en ningún momento el hilo conductor de la música, la borda y enriquece con acentos propios y con una riqueza de matices y de sensibilidad sonora solo al alcance de quien logra un dominio absoluto del instrumento.

Daba lo mismo que el pianista deambulase por las Tullerías, por el mercado de Limoges, por las viejas catacumbas, o que contemplara el piar de los polluelos al salir de sus cascarones, por no extenderme en los restantes fragmentos de la maravillosa obra de Mussorsgky, para que todo lo pudiéramos disfrutar en unas versiones irreprochables atentas a los más mínimos detalles, para acabar rendidos ante la gran puerta de Kiev, nunca más colosal que en esta ocasión, dando fin a una interpretación que no dudo en colocarla en primer lugar entre todas las que recuerdo haber escuchado en mi ya dilatado ejercicio en la crítica musical. Si acaso podría permitirme una ligera observación, sería para proponer a este jovencísimo maestro una brevísima pausa tras el paseo inicial, es decir un poco de reposo antes de echar a andar por todo el resto de la obra.

Si la calificación valiera, pocas veces un 'cum laudem' hubiera resultado tan merecido.

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