Pepín Liria: «No soy perfecto, sé que cometo muchos errores»
Tras el éxito de su regreso a los ruedos por un día en Murcia, el torero disfruta de una de las etapas más plenas de su vida
Antonio Arco
Domingo, 16 de abril 2017, 08:19
Su móvil no dejaba de sonar. Llamadas de amigos y conocidos en cascada. Él atendía a todos con una amabilidad que parece estar blindada al desgaste. Sabe, y lo explota con astucia, que tiene una baza que le funciona de perlas: su simpatía, esa facilidad suya para hacerte sentir, sin artificio alguno, que estás como en familia. Sabía también que había despertado entre sus fieles una expectación de vuelo de águila: se le pide que se deje el alma en la plaza, porque a Pepín Liria no se le permiten las medias hazañas, ni que solo ponga entera sobre el ruedo su mejor voluntad. De él se espera que, en su duelo con el toro, le ponga a los tendidos el corazón en un puño. Derrochaba buen humor dos días antes de que, el domingo pasado -2 de abril- volviese a torear por un día en Murcia. Cortó dos orejas. «Viene al festival hasta un magnate ruso que llegará a San Javier en su avión privado; el hombre está entusiasmado con el toreo y dice que no se pierde por nada del mundo esta oportunidad de verme en la plaza, ¡la madre que me parió!», contó entre risas. La entrevista fue en el salón, y «museo» taurino a su mayor gloria, de su casa de Altorreal, ubicada en un lugar privilegiado de la calle que lleva su nombre. Habita un silencio de monasterio entre las cabezas de toros que te observan. El torero pisa, con fuerza mezclada con delicadeza está tratándose, con el doctor Mariano de Prado, una lesión en el pie derecho, sobre una magnífica alfombra de valor incalculable, y unas dimensiones de salón de baile vienés, que el pintor blanqueño Pedro Cano se trajo de Roma como un tesoro y que le ha regalado a su amigo.
Con el del pasado domingo, Pepín Liria sumó toreados XVI de los XXIII festivales a beneficio de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) de Murcia, que lleva organizados el empresario Ángel Bernal. «En cada uno de ellos he estrenado un traje corto, y este año también voy a estrenar uno; bueno, eso espero, porque el sastre todavía no me lo ha mandado, pero es que como no me lo mande se lo come con patatas fritas [risas]», explicaba. «[Hace unos días] me dijo Cayetano: «¡Pepín, yo iba a estrenar un traje suyo en Valencia y no me llegó». ¡Se ha venido arriba el sastre!», exclama. «El diseño del traje es de Manzanares; él le ha dado las instrucciones al sastre, pero no tengo ni idea de cómo será», reconocía.
¿Y usted cómo está?
Pues, conforme se acerca la fecha, cada vez más preocupado; o sea, un poco acojonado. Pero lo que más estoy de todo es feliz viendo la reacción del público, el cariño que estoy recibiendo, la demanda de entradas, la expectación tan enorme...; feliz, pero preocupado porque hace cuatro años que yo no hago un paseíllo, y ya se han cumplido nueve años desde que me retiré en 2008. Pero aquí estoy, y yo, cuando estoy, hago todo lo posible y más para estarlo al cien por cien. Yo toreo [lo hizo el domingo 2 de abril] por casualidad, no entraba en mis planes. El otro día, de cachondeo, le recriminaba a [Enrique] Ponce que él tenía la culpa de que me haya metido en este lío.
¿Por qué?
Porque Ponce es el que tenía que estar. Yo, para echarle una mano a Ángel [Bernal], hice unas gestiones para que estuviese en el cartel de este festival, pero ha sido imposible por un problema de fechas por asuntos personales. Y como no pudo ser, me ha tocado a mí estar. Le dije: «Ángel, Enrique me ha dicho que imposible». Y él me lo explicó: «Pues ya sabes, Pepín, te toca a ti torear». Le apetecía que yo fuese anfitrión de esas nuevas figuras que vienen apretando, como Roca Rey [al final, fue sustituido por El Fandi] y López Simón. Y acepté, porque ha sido una persona muy importante en mi carrera y sigue siendo una persona muy importante para mí. Y le echo las manos que haga falta, porque tiene mucho mérito lo que ha logrado con este festival, manteniéndolo con buena salud durante 23 años. Un festival que es la principal fuente de ingresos que tiene la Asociación Española contra el Cáncer de Murcia. No pude decirle que no.
¿Miedo hay?
Es que el miedo no se va por arte de magia. Pero, la verdad, yo ahora mismo no le tengo miedo al toro, le tengo miedo a no ser Liria, a no ser el Liria que espera la gente. Físicamente me encuentro muy bien, y el otro día disfruté como un loco toreando muy a gusto; una faena que salió perfecta. Como durante estos tres meses en los que me he estado preparando a fondo he tenido la suerte de reencontrarme con los compañeros y de compartir con grandes figuras los entrenamientos, el otro día me decía el maestro [Paco] Ojeda: «Pepín, tendrás claro que el domingo en la plaza tienes que ser «el Liria»». Y eso sí me da miedo, el pensar: «¿Seré capaz de ser el Liria que la afición quiere ver?». Porque soy muy consciente de que dejé el pabellón muy alto y de que los grandes recuerdos de la gente de Murcia están ahí, vivos. Pero ese temor también lo tenía cuando estaba en activo. Me preguntaba: «¿Seré capaz de mantener los éxitos de la temporada anterior?», «¿seré capaz de tirar la moneda al aire?», «¿seré capaz de cruzar un ruedo en busca de esa incertidumbre de la puerta de chiqueros?». Y sí, era capaz de hacerlo, y ahora me he preparado para intentar lograrlo de nuevo. Llevo tres meses luchando. Cuando reaparecí por el 125 aniversario de la Plaza de Murcia [el 10 de septiembre de 2012], estuve diez meses trabajando para torear una tarde. Ahora he tenido menos tiempo, pero me lo he tomado tan en serio como cuando estaba en activo y no he dejado nada por hacer: matar toros en el campo, entrenar a tope, sacrificarme, dejar de beber, dejar de salir, renunciar a muchas cosas a las que renunciaba entonces. Es que por eso estuve quince años en activo, porque renunciaba a muchas cosas durante diez meses continuos cada temporada, ¡y después claro que me divertía y que hacía mucho ruido! Pero mi carrera no duró 15 años por casualidad, sino porque mantuve en lo más alto mi nivel de sacrificio, de esfuerzo, de trabajo. Todo lo que hoy en día tengo es la recompensa a esa entrega.
¿Qué le ha dicho su familia?
Mi hija mayor, María, me animó mucho cuando le conté que iba a torear... Ella ha disfrutado mucho con estos festivales, a los que empezó a ir a verme desde muy niña. Así es que tengo que hacerlo muy bien para que sus amigas la feliciten por el padre que tiene [sonríe]. Mi hija Jarita viene también, ¡está hecha una mujeraza impresionante con 14 años! [Se emociona hablando de sus hijas]
Dos espectadoras de lujo.
[Vuelve a sonreír] Es que... es una de las mayores satisfacciones que me ha dado la vida: que mis dos hijas, de dos madres distintas, tengan muy buena relación, se quieran y se admiren. Yo sé que el fallo más grande que he cometido en mi vida es el de no haber mantenido mi familia. Ha sido mi único gran fracaso. Pero, ahora, verlas a ellas, saber que se quieren y que están orgullosas de su padre..; para mí es lo mejor que me puede pasar.
«Yo», dice Pepín Liria, «soy complicado para vivir en pareja, es un problema que tengo conmigo mismo. Llevo mucho tiempo viviendo solo y cada vez me cuesta más creer en la pareja». Y añade: «Soy muy independiente, he sufrido mucho por amor, me intento proteger... aunque también es verdad que nunca sabemos que hay esperándonos detrás de la puerta». Lo que sí tiene claro es que «ahora, mi mayor preocupación es que mis hijas sean lo más felices posible y que se preparen bien para que puedan hacer en la vida lo que quieran. Yo voy a estar ahí, apoyándolas al máximo, haciendo todo lo posible para verlas felices. Cuando estaba en activo, no las disfruté lo que yo hubiese querido, así es que ahora sería un error alejarme de ellas. Siento que en cualquier momento me pueden necesitar y que tengo que estar ahí».
¿La soledad no le preocupa?
Es que yo no me siento solo. Tengo muchos amigos y, gracias a Dios, la gente quiere estar conmigo. Lo que sí necesito tener es mi espacio, mi independencia, y eso cuando se vive en pareja no es tan fácil. Y no soyperfecto, ya le digo, sé que cometo muchos errores. Bueno, pues mejor no hacerle sufrir a nadie, no engañar a nadie, vivir en esa verdad de no tener que ir con ninguna mentira, ser tú mismo de verdad, sin mascaras, sin engaños.
¿Recuerda lo que escribió Joaquín Vidal de usted el día en que puso Las Ventas del revés: «Un corazón como una plaza de toros»? Fue el inicio de una carrera de ensueño.
Nunca me he olvidado de esa crítica. Triunfé un día en Madrid, con un determinado tipo de corridas, y a partir de ahí tuve que vivir sabiendo que a mí se me iba a exigir al máximo, que no iba a ser suficiente solo con que estuviese bien, no. Nunca se me regaló nada. Ahora, ese corazón tiene 46 años y está tranquilo. Yo tengo mucha suerte, porque no pierdo la ilusión por vivir y porque disfruto de cada día. No vivo de recuerdos y encuentro siempre motivaciones que me mantienen activo. Y soy un hombre de palabra. Cuando dije que me retiraba, nadie se lo creía, porque me fui en el momento mejor de mi carrera; dejé de torear en un momento en el que los triunfos se sucedían y en el que se ganaba mucho dinero. Pero tomé la decisión de retirarme y he sido consecuente. Solo he vuelto a torear en dos ocasiones y siempre motivado por hacerlo en mi tierra y por una causa muy especial. Yo nunca he descuidado a mi tierra, nunca. Y me siento reconocido por mi gente. De hecho, si el año que viene, con motivo del 25 aniversario de mi alternativa, hago algo especial, sin duda alguna lo haré aquí, en Murcia.
¿En qué no ha cambiado su filosofía de vida?
Sigo admirando la humildad, porque la he visto en la gente maravillosa que el ser torero me ha permitido conocer: artistas increíbles, deportistas de élite, empresarios geniales...; los verdaderamente grandes son humildes. Y hay algo muy importante para mí: evitar hacer daño. Antes le decía que claro que me he equivocado muchas veces, y que he pagado mi precio por ello, pero nunca, jamás en mi vida, yo he ido a hacer daño a alguien intencionadamente. Siempre he preferido que me hagan daño a mí, a hacerlo yo. Esa ha sido y sigue siendo mi filosofía de vida, y no me ha ido mal, porque noto que la gente me quiere y me respeta. Hace nueve años que me retiré y todavía me siguen pidiendo autógrafos, y eso me hace ilusión porque yo estoy muy orgulloso de ser torero. Y sobre todo por eso, porque no he sido mala persona, vivo en paz y duermo bien. ¡Aunque, bueno, volveré a dormir todavía mejor cuando pase la corrida!
¿Qué le quitó el sueño?
El año pasado vi cómo un toro mataba a un compañero [Víctor Barrio, muerto el 10 de julio de 2016, tras ser corneado en el pecho por el tercer toro de la tarde, en la plaza de Teruel]. Fue terrible. La muerte está tan cerca, tan presente... Pero, como decíamos Espartaco y yo cuando volvíamos del entierro, nosotros somos unos privilegiados porque, aunque la hemos visto muy de cerca, hemos triunfado. Pero este chaval no pudo disfrutar del triunfo. Si a mí un toro, después de haber triunfado y disfrutado del reconocimiento, me hubiese segado la vida, no hubiese sido tan injusto como la muerte de este chaval.