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Antonio Arco
Martes, 17 de enero 2017, 01:13
Dice Ignacio Gómez de Liaño (Madrid, 1946): «Para mí, el peor de los tormentos sería no poder leer y escribir. Si me lo prohibiesen sería terrible. Preferiría estar en una cárcel, sin salir de mi celda, siempre que pudiese leer y escribir». Filósofo, poeta, traductor, experto en Oriente, amante del arte, amigo de grandes creadores y viajero felizmente curioso, es autor de obras como 'Recuperar la democracia' (Siruela, 2008) y 'El círculo de la sabiduría' (Siruela, 1998). Acaba de editarse, en Ediciones Asimétricas, su 'Libro de los artistas', que mañana, a las 19.30 horas, en el Centro Cultural Las Claras de Cajamurcia, presentará junto a Mara Mira, crítica de Arte de 'La Verdad'.
Qué. Ignacio Gómez de Liaño presenta su 'Libro de los artistas'. Lo acompañará Mara Mira. Mañana, a las 19.30 horas, en el Centro Cultural Las Claras de Cajamurcia.
-¿Qué tenemos delante?
-La gran incertidumbre en la que ha entrado el mundo. Pensábamos algunas cosas que se han demostrado erróneas.
-Por ejemplo.
-Mire Estados Unidos, creíamos que era la potencia que marcaba el rumbo, pero hoy está muy claro que no. Es una gran potencia militar, sí, pero culturalmente no lo es tanto. También pensábamos que el mundo islámico, sobre el que tengo idea de publicar un libro, era secundario -de hecho, lo ha sido más o menos en los últimos siglos-, pero la realidad es que se ha convertido en un actor ideológico muy importante, lo cual, sobre todo, tiene su repercusión en el mundo musulmán, que está plagado de enfrentamientos e incluso de guerras civiles. Y si nos fijamos en Europa, ni en lo económico, ni en lo cultural, es hoy lo que fue. Así es que vivimos en una época de incertidumbre en la que, por un lado, es preocupante el poder enorme que tienen los medios audiovisuales frente a lo literario, lo escrito y lo discursivo; y, por otro, triunfa el mundo de las apariencias, con toda la potente industria de la moda detrás. Qué mezcla: la cultura en declive, la imposición de las apariencias, el triunfo de la banalidad, el regreso de los fanatismos...
-¿Qué intuye?
-[Risas] Que se avecinan grandes cambios, eso seguro. Ojalá aprovechemos la oportunidad de esta gran crisis global para cambiar las cosas a mejor. Veremos qué ocurre con los nuevos actores que adquieren protagonismo en el orden mundial, como es el caso de China, donde he vivido y he sido profesor. Su sistema de valores no se corresponde con el que, teniendo un origen cristiano, está representando por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, o por lo que podríamos llamar la democracia liberal representativa. ¡China, el país más capitalista que he conocido en mi vida! Por supuesto, ni rastro del mito de la izquierda anticapitalista.
-Y España, ¿cómo la ve?
-Menos mal que la veía hace un tiempo, y no solo porque la situación económica esté mejor que hace seis o siete años. También podemos ser optimistas si la comparamos, por ejemplo, con Francia y alguno de los problemas que allí tienen. Uno gravísimo: la imposibilidad de integrar a millones de musulmanes. Ese problema no existe en España, aunque aquí tenemos los nacionalismos caracterizados por el hecho de perseguir lo español solo por el hecho de ser español. Pero, en todo caso, creo que estos nacionalismos han llegado a lo más que podían llegar; a partir de ahí, que se retiren parece lo más sensato.
-¿Tan debilitados los ve?
-Ya no son tan peligrosos, precisamente, porque me parece que hay una mayor consciencia de ese peligro. Al contrario que en España, en países como Francia y Alemania están prohibidos partidos que van en contra de los franceses en Francia o de los alemanes en Alemania; no hay partidos tipo PNV, Bildu, Convergència Democràtica de Catalunya o Esquerra Republicana. En Alemania, muy recientemente, ante un intento de referéndum de tipo nacionalista en Baviera, el Tribunal Constitucional alemán ha dicho que de ninguna manera. Y todo el mundo lo entiende. En España tenían que haberse tomado cautelas, porque no podemos aceptar partidos independentistas; y no los podemos aceptar porque van en contra de la libertad y de los derechos de los españoles en su conjunto. Cada vez se tiene más claro que estos partidos no van a ningún lado; además, en Europa no se aceptan este tipo de historietas. En Francia hay más de treinta lenguas autóctonas, ¿se imagina qué disparate si pretendiesen imponerse al francés? No se pueden aceptar referéndums que afectan al conjunto de todos los españoles. Entre otras razones, porque no sería un referéndum ni mínimamente democrático. ¿Aceptar partidos independentistas? ¡No! Cuando las cosas no son racionales, se da lugar a disparates totales.
Expectativas
-¿Qué opina de los nuevos partidos: Podemos y Ciudadanos?
-Seguramente que hay personas muy dignas dentro de Podemos, pero, como ideología, Podemos va en contra de lo que piden la convivencia, la solidaridad, la fraternidad...; es volver a esquemas demasiado antiguos, a los populismos que hicieron tanto furor en los años 20 y 30. No creo que se puedan resolver los problemas de la sociedad solo con lemas, con instrumentos de tipo más bien retórico de los que no me fío mucho. En cuanto a Ciudadanos, al menos tiene el mérito de haber surgido, en Cataluña, frente a ese totalitarismo en curso que quería imponer el nacionalismo. En cualquier caso, surgen porque los partidos que representaban más el sentir nacional, PP y PSOE, no han respondido a las expectativas que había respecto a ellos.
-El PP sigue en el poder.
-Porque se le ve como un mal menor. Pienso que, en muchísimas ocasiones, uno no vota a un partido porque le gusta ese partido, sino porque es el que menos le disgusta.
-¿Qué deberían hacer todos los partidos?
-Autocrítica, autocrítica continuamente. El PSOE no la hizo en su tiempo y, probablemente, por eso está sufriendo hoy tantísimo. Tampoco el PP la hizo, y ahí está su decadencia. Una decadencia importante, sin duda, aunque no comparable a las del PSOE e IU.
-¿Por qué dice usted que no se emplea correctamente la palabra islamofobia?
-Porque se utiliza de modo equívoco, en el sentido de que se llama islamofobia a todo lo que supone una crítica de la ideología religiosa islámica; y, evidentemente, en el islam hay cosas con las que es imposible estar de acuerdo; cosas relativas al estatus de la mujer dentro de la sociedad, a que haya que perseguir hasta la muerte a los que apostatan del islam; y, por supuesto, a la 'guerra santa', la yihad, ese deseo de no parar hasta convertir a todos los infieles. Incluso en los países musulmanes, los cristianos y los judíos son ciudadanos de segunda clase, con menos derechos que los propios musulmanes. Todo eso hay que criticarlo porque va en contra del dictado de la razón. Solo no hay que ser tolerante con los intolerantes.
-¿A qué no se debe renunciar a la hora de favorecer la convivencia con los fieles del islam en los países democráticos?
-De ninguna manera, a que el acatamiento de las leyes sea obligatorio para todos. De lo contrario, siempre se puede uno marchar a otro sitio porque nadie está obligado a vivir en un sitio si no le gustan sus leyes. Aunque, por supuesto, también pueden hacer lo posible, respetando los valores democráticos, por intentar cambiarlas.
-¿Qué formula propone para encarar el futuro con acierto?
-Está clarísimo: aspirar a la excelencia en el saber y en la educación, eso es lo fundamental. Se está produciendo un deterioro lamentable en este sentido, y no solo en España. Se ha pensado, lamentablemente, que la educación tiene que servir para crear mediocridades, en vez de aspirar a la excelencia en todos los campos del saber. Y otra cosa esencial: no hay que bajar la guardia en la promoción de valores como la solidaridad, la fraternidad, la igualdad de oportunidades para todos, la libertad de expresión -siempre que no se incurra en la ofensa a otras personas-, y el cumplimiento de las leyes, que deben ser lo más justas posible. Nunca el futuro está escrito, todo depende de lo que seamos capaces de hacer.
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