Borrar
El actor murciano Carlos Santos, en la presentación de la cinta en el Festival de San Sebastián,
«La mentira está en nuestro ADN»

«La mentira está en nuestro ADN»

Carlos Santos. Actor. El intérprete murciano da vida a Luis Roldán en la película 'El hombre de las mil caras'

Rosa Martínez

Lunes, 3 de octubre 2016, 12:12

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Jugar a Paesa y Roldán, como el que juega a indios y vaqueros». Era lo que se decían cada día de rodaje Eduard Fernández -flamante Concha de Plata al mejor actor en San Sebastián- y Carlos Santos (Murcia, 1977) durante los cuatro meses que estuvieron enfrascados en la grabación de 'El hombre de las mil caras', metidos, cada uno de ellos, en la piel del ex espía Francisco Paesa y el director general de la Guardia Civil en los primeros 90, Luis Roldán. «¿Qué hacemos mañana? ¡Pues lo de hoy! Jugar a Paesa y a Roldán», ríe Carlos Santos recordando una experiencia que ha sido para él todo «un lujazo», una «oportunidad maravillosa» y un reencuentro feliz con Fernández, con quien ya trabajó codo con codo en 'Miel de naranjas' (2012). Entonces, rememora, interpretábamos a dos militares, dos personajes secundarios en la cinta de Imanol Uribe. Ahora son los protagonistas de la última apuesta cinematográfica de Alberto Rodríguez -Goya a mejor director y guionista por 'La isla mínima' (2014)-. La película, centrada en uno de los episodios de corrupción política más señalados de la democracia, con la fuga de Roldán llevando consigo 1.500 millones de pesetas y su entrega posterior a manos de Paesa, recibió ayer el premio Feroz Zinemaldia de la Asociación de Informadores de Cine de España y ya se presentó entre aplausos el pasado fin de semana en el Festival de San Sebastián. El viernes la cinta llegó a los cines. Interpretar a Roldán, dice Carlos Santos, ha sido, «sin duda, el mayor reto de mi carrera». «No podía estar más alejado del personaje».

-¿Feliz con la acogida en San Sebastián?

-Era mi primera vez en el festival y las condiciones no podían ser mejores. Estar con esta película, con este personaje, con este director y en sección oficial ha sido un auténtico lujazo. Es un premio a todo el trabajo realizado, a los cuatro meses de rodaje, a los casi cuatro años que Alberto [Rodríguez] lleva metido de lleno en la película. Luego, la acogida ha sido realmente abrumadora. Nada más llegar al Kursaal [el auditorio en el que se celebra el certamen donostiarra] el público nos recibió con aplausos. No es habitual que estuviera esperándonos como lo hizo, y, si a eso le sumas el aplauso tras la proyección, qué te voy a contar. Estamos supercontentos y con muchas ganas de que el público vaya a verla, que es realmente para lo que la hemos hecho, para que la gente la vea, la disfrute, y piense sobre nuestro pasado más cercano, sobre nuestro presente y sobre nuestro futuro, si cabe.

-Que gustara en el festival supongo que les ha permitido llegar a las salas más relajados, al menos, con menor presión.

-Sí, sobre todo porque Alberto venía de ganar muchos premios y reconocimientos con su anterior película -'La isla mínima'-, y mantener el listón, la altura y lo que la gente espera de uno es difícil, da vértigo. En cualquier caso, creo que es imposible que Alberto haga una película mala. Puede ser una película que guste más o menos, que por su trama, su género o lo que cuenta esté más alejada del gusto general del público, pero su talento como director y como guionista, junto con Rafael Cobos [coguionista de la cinta], es innegable e indudable. La meticulosidad con la que trabaja Alberto, su precisión y su humildad, porque al final todo parte de ahí, Alberto es un director con una humildad increíble y una de las mejores personas con las que me he topado en la vida, hacen que sea muy difícil que haga una cinta de la que digas: 'Mira, esta no, esta es mala'. Me parece imposible.

-¿Roldán ha sido el mayor reto de su carrera?

-Sin duda. Intento hacer todos los personajes con la misma pasión y la misma entrega, pero cuando te llama Alberto Rodríguez, haces una prueba para él y confía en ti para uno de los protagonistas de su próxima película, teniendo en cuenta lo alejado que en todos los sentidos, tanto físicamente como por edad, estoy del personaje, pues te da un plus de responsabilidad. Obviamente, ante la confianza que ya no solo Alberto, sino también los productores y las directoras de casting, Eva Leira y Yolanda Serrano, depositaron en mí, no queda otra que dar lo mejor de uno, y ponerte a la altura de la exigencia que Alberto se impone a sí mismo. Y así fue. Estuvimos más de un mes ensayando cada una de las secuencias. Creo que las ensayé entre 15 y 20 veces, como si se tratara de una obra de teatro. Ahí desgranamos todo lo que había alrededor del personaje y de la secuencia, para que una vez que llegáramos a rodar supiéramos dónde teníamos que estar, qué teníamos que hacer.

-¿En qué ha puesto especial cuidado?

-Aquí hay una caracterización física, tanto de maquillaje como de vestuario, que ayuda muchísimo a tener el 50% o 60 % del trabajo. Cuando llegas al set a rodar y te afeitan la cabeza, te maquillan, te ponen patas de gallo, te arreglan la barba; llegas a vestuario, te visten y te ponen, aparte de los ocho kilos que yo ya por mi cuenta tuve que engordar con una nutricionista de por medio, unas alzas para parecer más grande..., todos esos detalles, evidentemente, ayudan a componer el personaje. No obstante, todo esto podría quedarse en un mero disfraz que nos podemos poner cualquiera en Halloween. Lo importante era poder llegar a la composición interna de un personaje, como digo, que está muy alejado de mí. Este señor dirigía la Guardia Civil, y previamente había sido delegado del Gobierno en Navarra en los años más duros de ETA. Es un señor acostumbrado a mandar, acostumbrado al poder y a tener a mil hombres a su cargo. Acercarte a ese personaje desde mis 37 años, que yo tenía entonces, a los 50 que Roldán se supone que tiene en la película, era mucho más complejo que ponerte un disfraz.

-¿Se ha sorprendido a sí mismo del resultado?

-Algo sí. Cuando vi las primeras imágenes, los primeros tráilers, reconozco que me veía y pensaba: 'El mamut ese que aparece quién coño es'. Veía a ese señor y decía: '¡Es que no soy yo!' [ríe]. Tenía la sensación de estar delante de un ser totalmente ajeno a mí; aún sigo viendo fotos de la época en que rodamos y digo '¡madre mía!'. Entre los ocho kilos que engordé y la calva, estaba hecho un elefante.

Cloacas

-De la fuga de Roldán y el escándalo de corrupción que protagonizó hace más de 20 años, seguimos igual. ¿No hemos aprendido nada?

-Probablemente ni aprendamos. La película, de todas formas, no pretende ser una cinta política ni de denuncia. Trata de un personaje muy singular dentro de nuestra historia más reciente, que es Francisco Paesa, quien sin ir más lejos, el día antes de que presentáramos la película en San Sebastián aparece en portada de 'Vanity Fair' después de 20 años en paradero desconocido. Eso ya da cuenta del personaje que Alberto Rodríguez ha querido inmortalizar con esta película. Su capacidad de picaresca y de desenvolverse en esas cloacas, en ese submundo, es algo que nos fascina a todos. El grueso de la película trata de cómo este señor ayudó en su fuga a Luis Roldán y cómo lo entregó posteriormente. Evidentemente, eso te da para mostrar el marco en el que sucede todo. Es mitad de los años 90, los últimos años del felipismo, venimos del escándalo de los GAL, de una época muy convulsa en la que la corrupción empieza a aflorar o a hacerse manifiesta para la gente. Estaba ahí desde el franquismo, que fue una época muy corrupta también, pero se supone que en la democracia aquello debería haber ido por otros derroteros. El de Roldán es el primer gran caso de corrupción que conocemos. Yo tenía 16 años y recuerdo perfectamente las pintadas en Murcia con las palabras 'Roldán, ladrón', que es un anagrama. Lo recuerdo perfectísimamente, porque claro, una cosa era que el Dioni robara un furgón blindado, y otra, que el director de la Guardia Civil se fugara con 1.500 millones de pelas. No hemos aprendido nada, desde luego. No sé si hoy en día son tan cutres como la película refleja, porque la cinta tiene un tono muy irónico, muy cínico. La forma de manejarse de estos personajes respondía a una manera muy cutre y muy española de hacer las cosas. Hay un momento en el que Luis Roldán le cuenta a Paesa que su padre le decía que el problema de España eran los españoles, y que por eso no puede parecerse a otros países como Alemania o Francia. Creo que esto define muy bien ese trasfondo que toca la película. La cinta está trufada de mentirosos y estafadores; todos los personajes mienten, no sabemos cuándo dicen la verdad.

-¿Cómo se combate la mentira?

-¡Uf! Si lo supiéramos habríamos avanzado un poquito. Creo que es algo que está en nuestro ADN. Hablamos de corrupción, que parece una palabra como muy grande para lo que define, pero corrupción es el Lazarillo de Tormes robándole el queso al ciego, es la picaresca. Es algo que hemos ido acumulando desde la época de Cervantes. ¿Cómo se combate? Pues, sobre todo, con unos medios de comunicación libres. Es la mejor forma de combatir todo esto, aunque hoy día parece que los grandes medios están presos de sus intereses.

-¿Con qué ha disfrutado mucho?

-Con el trabajo junto a Alberto Rodríguez, sin duda. Este ha sido un proyecto muy importante y una oportunidad muy grande para mí. Hacer un personaje como este, con un director como este y una producción como esta, y encima poder ensayar durante un mes y medio para llegar al set de rodaje con los deberes más que hechos y poder disfrutar de la grabación casi sin tensión -siempre la hay- ha sido algo maravilloso. Y, luego, vivir con todo su equipo, que es como una familia, es un lujazo. Pero también una de las cosas que más he disfrutado ha sido volver a trabajar con Eduard Fernández. Ya habíamos estado juntos en 'Miel de naranjas', aunque en aquella ocasión interpretábamos a dos personajes secundarios, así que aquí la responsabilidad era mayor. Fue como retomar el juego donde lo dejamos la otra vez. Eduard y yo quedábamos cada día y decíamos: 'Entonces, ¿mañana qué hacemos? ¡Pues lo mismo de hoy! Jugar a esto, a Paesa y a Roldán'. Y a eso nos dedicábamos, a jugar a Paesa y a Roldán como el que juega a indios y vaqueros. Queríamos hacerlo muy bien porque se lo debíamos a Alberto; queríamos devolverle la confianza que había puesto en nosotros y dimos, creo, lo mejor.

-¿Le impactó rodar en París?

-Estuvimos en la ciudad justo las dos primeras semanas de rodaje, fue en julio, mucho antes de la tragedia en la sala Bataclan [ocurrió en noviembre]. Pero te cuento una anécdota: hay una escena en la película en la que a [José] Coronado [interpreta a Jesús Camoes] un señor le coge por la espalda y le pone un cuchillo en el cuello. Se rodó muy temprano y yo no estaba, pero me lo contaron los compañeros. Antes de grabar se hace siempre lo que se llama un teatrillo para ensayar en el que todavía no hay cámaras. Bien, pues en cuanto se hizo el primer ensayo salieron de la nada dos señores empuñando sendas pistolas y pidiendo bajar el cuchillo. Tuvimos que explicarles que éramos actores y nos encontrábamos ensayando para una película. Eso te da pistas de cómo estaban los ánimos en París y las alertas. Luego, cuando ocurrió lo que ocurrió en la sala Bataclan, era inevitable no recordar aquello.

-¿Qué desea?

-Me gustaría que el público fuera a ver la película, que la gente se acercara a los cines a entender un poquito más nuestro pasado reciente, y a intentar reconocer mejor cuál es nuestro presente basándonos en algo que ocurrió hace 20 años. Pero, sobre todo, que vaya al cine y se lo pase bien, porque esta no es una película para eruditos, ni un documental ni nada que se le parezca, es un 'thriller', como digo yo, de aventuras en despachos. Es verdad que te puedes perder en la maraña de tejemanejes de este pájaro [Paesa], pero lo que pretende la película es entretener al público, que se lo pase bien, y, de paso, pasar la fregona por las cloacas de aquellos años.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios