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La lucha contra la radiación solar

JOSÉ MANUEL LÓPEZ NICOLÁS. PROFESOR DE BIOQUÍMICA DE LA UMU

Lunes, 1 de agosto 2016, 11:26

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Llega el verano y algo que debería ser norma durante todo el año, protegernos de la radiación solar, se convierte en una necesidad imperiosa. Pero... ¿sabemos de qué nos estamos protegiendo? ¿Conocemos cómo funcionan las cremas solares? ¿Y las nuevas bebidas para la protección solar?

Tres son los tipos de radiaciones que llegan a la Tierra: ultravioleta, visible e infrarroja. La de mayor energía es la radiación ultravioleta y la de menor, la infrarroja. ¿De cuál debemos protegernos? De la UV, ya que es potencialmente cancerígena. Este tipo de radiación es capaz de ionizar átomos, excitar electrones y general radicales libres que pueden modificar el ADN, alterar el ciclo celular, modificar proteínas de membrana, etc. La radiación infrarroja solo es capaz de hacer vibrar y rotar las moléculas, por lo que puede aumentar la temperatura, pero no se considera peligrosa.

Existen tres clases de radiación ultravioleta: UV-A, UV-B y UV-C. A pesar de que esta última es la de mayor energía, y por tanto la más peligrosa, no llega a la Tierra ya que el oxígeno y el ozono de la atmósfera terrestre la absorben. Por otra parte, la radiación UV-B es parcialmente absorbida por el ozono pero, aunque sea en baja cantidad, sí que llega a la Tierra. Además, el agujero de la capa de ozono está provocando que el porcentaje de radiación UV-B que llega a la Tierra sea cada vez mayor. Aun así, prácticamente la totalidad de los rayos ultravioletas que llegan a la superficie de la Tierra son del tipo UV-A.

¿Y qué efecto producen los rayos UV-A y UV-B? Los primeros penetran la dermis e hipodermis (capas media y profunda de la piel) acelerando el proceso de envejecimiento cutáneo y pudiendo provocar cáncer de piel. Los rayos UV-B solo penetran la epidermis (capa superficial de la piel) pero sus efectos son acumulativos a través de los años y está demostrado que causan el 90% de los melanomas... además de quemaduras y eritemas solares. Ambas radiaciones pueden agravar otros problemas cutáneos, como la rosácea y el acné. Por todo ello, los productos de protección solar deben proteger frente a ambas radiaciones, UV-B y UV-A. ¿Y cómo lo hacen? A través de filtros solares, de naturaleza química o física, presentes en cremas, geles, aceites etc.

Los filtros físicos son pequeñas partículas inorgánicas que se encuentran en muchas cremas solares. Son de amplio espectro y actúan reflejando las radiaciones solares (ultravioleta, visible e infrarrojo), de forma que las devuelven al medio impidiendo que penetren en nuestra piel. Destacan el óxido de zinc, el dióxido de titanio y la mica. Otros empleados son el talco, óxido de hierro y óxido de magnesio. La mayoría presentan el inconveniente de que pueden formar un halo blanquecino antiestético. Gracias a la nanotecnología se ha reducido considerablemente el tamaño de partícula de estos filtros lo que permite mejorar sus propiedades cosméticas.

Los filtros químicos u orgánicos son los más usados. Son sustancias químicas de síntesis presentes en cremas que actúan como cromóforos, absorbiendo la radiación solar y transformándola en otro tipo de energía que no resulte nociva para la piel. En función de la radiación absorbida se distingue entre filtros químicos UV-B, UV-A y de amplio espectro.

Filtros químicos

Es necesario indicar que tanto los filtros químicos como los físicos son seguros y la conveniencia de unos u otros dependerá de muchas circunstancias (edad, sexo, tiempo de exposición de la piel, hidratación, etc.). Un dermatólogo o farmacéutico deberá recomendarle el que usted necesite.

Pero si hay algo en lo que todos nos fijamos cuando compramos una crema protectora es el factor de protección solar (FPS). Este término nos informa del tiempo aproximado que un protector solar aumenta la capacidad de defensa de la piel frente a las quemaduras. Para que se hagan una idea, una persona de piel clara, que normalmente empieza a quemarse después de diez minutos al sol, al usar un FPS 15 tardaría en quemarse aproximadamente 15 veces ese tiempo (150 minutos).

El FPS también nos informa del porcentaje de radiación que llega a la piel. Un factor 2 quiere decir que la crema impide llegar a la piel a la mitad de la radiación que llegaría en caso de no usarla. Elimina por tanto el 50% de la radiación y deja llegar el otro 50% (100/2). Un factor 25 deja pasar el 4% (100/25) y elimina el 96%. Un factor 50 solo deja pasar el 2% (100/50) y elimina el 98%.

¿Y qué pasa por encima de un FPS de 50? Que la cantidad de radiación que nos alcanza es muy pequeña e incrementos en el FPS no suponen rebajas notables en la protección. A modo de ejemplo, les indicaré que una crema solar con FPS 30 nos protege de un 96,7% de la radiación, mientras que un FPS 60 lo hará en un 98,3%. La diferencia es mínima. Por ello se recomienda no usar términos como FPS 80, FPS 90, etc. y sustituirlos por 50+. Así se evita la falsa sensación de que carísimos productos marcados como FPS 80 y FPS 100 ofrezcan mucha mayor protección que los que poseen FPS 50. Actualmente, y en función de su factor de protección, los protectores solares suelen clasificarse en: bajo (FPS de 6 a 10), medio (de 15 a 25), alto (de 30 a 50) y muy alto (50+).

Antes de acabar este artículo quisiera referirme a un tipo de productos que invaden las superficies comerciales en verano, ya que prometen «poner a punto la piel de cara a la exposición solar y reducir los efectos nocivos del sol en la misma». Me refiero a unas curiosas y caras bebidas en cuya formulación aparecen ingredientes como ácido hialurónico, coenzima Q10, colágeno, té verde, aloe vera, camomila o polifenoles. Desgraciadamente, ninguno de estos ingredientes posee informes positivos del Panel de Científicos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria para aquello que prometen.

Para ajustarse a la reglamentación vigente, estas bebidas presentan en su composición una cantidad de vitaminas y minerales que hacen que la publicidad de este producto sea correcta. Sin embargo, la población española no solo no presenta déficit de la mayoría de dichos micronutrientes, sino que además los puede encontrar en concentraciones mucho más altas en alimentos tradicionales significativamente más baratos.

Según la Encuesta Nacional de Ingesta Dietética, los españoles, salvo en condiciones muy especiales, no presentamos ninguna carencia en la ingesta de vitamina C, E, B6, B12 y niacina (ingredientes típicos de estas bebidas). A modo de ejemplo, les diré que las ingestas observadas de vitamina B12 son superiores en más del 300% (sí, lo han leído bien) a las recomendadas. Aunque es cierto que hay otros tipos de vitaminas, como la A, donde nuestro consumo medio es insuficiente, no está de más saber que en 100 gramos de porción comestible de zanahoria hay 1.346 microgramos de vitamina A, 8.4 veces más que los 160 microgramos/100 ml que hay en estos nutricosméticos que prometen protegernos de la radiación solar. Ustedes eligen.

Estimados lectores, tras leer este artículo espero que hayan aprendido un poco más acerca de las radiaciones solares, de sus tipos, de sus efectos, de cómo protegernos eficazmente de ellas... y de cómo protegernos de otras cosas.

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