La escritora Diana Al Azem, tras el cristal en un día de lluvia.

«No es solución que Europa cierre la puerta a los refugiados sirios»

Diana Al Azem. Escritora y profesora. La autora de 'Cardamomo' asegura que «las víctimas también somos nosotros, que no hacemos nada por solucionar el problema»

Pepa García

Lunes, 23 de mayo 2016, 10:38

El conflicto en Siria se prolonga ya más de 5 años, una guerra que se ha llevado por delante más de 300.000 vidas, ha obligado a desplazarse a más de 12 millones de sirios y los que se han quedado viven bajo la amenaza constante de las bombas y los atentados. Además, más de 500 médicos y enfermeras han muerto en ataques a hospitales y otros 15.000 han abandonado el país, donde el acceso a medicamentos ha caído un 90%. Estas son solo unas pinceladas sobre la situación que los sirios viven a diario, y también quienes acuden como voluntarios a ayudarles. Precisamente, el lado humano de esta guerra es el que ha reflejado Diana Al Azem en su último libro 'Cardamomo' (Suma de Letras, 2016), cuyos beneficios ha cedido a la ONG Proactiva, que trabaja en salvamento marítimo y atención a refugiados.

Publicidad

Nacida en Granada y afincada en San Javier, donde es profesora de inglés en un instituto, «desde 1º de Secundaria hasta 2º de Bachillerato», e hija de madre española y padre sirio, Diana Al Azem cuenta una historia de amor en el territorio arrasado de Damasco. Y lo hace con el deseo de transmitir que todavía hay esperanza. «Quise hacer un pequeño homenaje a los refugiados, y a quienes acuden para echar una mano. Es una forma de ayudar un poco».

-Además de recaudar fondos, ¿qué quiere transmitir?

-La intención es dar a conocer desde dentro lo que está sucediendo. No es un libro sobre política ni religión; es un libro sobre sentimientos. Estamos acostumbrados a ver lo que sucede en la televisión, pero no nos metemos en la vida de cada una de las personas que sufre las consecuencias. Intento que la gente se implique y conozca a unos personajes que podrían ser reales, aunque en este caso sean ficticios, y cómo afrontan la guerra en Siria.

-En el libro retrata las dificultades de vivir en Damasco y me sorprende que diga que es una historia de esperanza, ¿dónde la ve usted?

-Realmente, depende de cómo se enfoque la historia. Tendemos a enfocarla poniendo a los sirios como víctimas, que realmente lo son, pero tendríamos que pensar si no somos nosotros también víctimas de lo material, de una vida en la que lo tenemos todo y los valores se van perdiendo. Las víctimas somos nosotros también, que no hacemos nada por solucionar el problema. Y, luego, dentro de lo que es la tragedia del país, sí hay esperanza, es verdad que no para todos, pero mientras podamos ayudar al algunas personas, habrá para ellos una esperanza de vida mejor.

-Describe muy bien los escenarios de Damasco, ¿conoce a fondo la ciudad?

-Sí, antes de que empezara el conflicto iba allí los veranos; la última vez, hace unos diez años [lo cuenta con nostalgia, junto a su hijo, al que todavía no ha tenido la oportunidad de llevar a Siria, pero «por ahora es imposible».]

Publicidad

-¿Recuerda la vida en Damasco antes de la guerra?

-Era igual que aquí ahora. Era un país estable, eso sí, gobernado bajo una dictadura, pero muy 'suavecita', por calificarla de alguna forma. Tenían libertad de decidir qué religión seguían (convivían cristianos, judíos y musulmanes); era un país abierto al turismo, que había crecido mucho; y, en cierta manera, había libertad: la mujer trabajaba, conducía, decidía si llevar velo o no; la gente tenía su trabajo; los niños estudiaban,...

-Mantiene contacto con su familia, ¿cómo es ahora?

-La gente con niños va del colegio a casa y de casa al colegio. No pueden salir a jugar a la calle, ni quedar con los amigos, ni sentarse en una cafetería a tomarse un refresco,... El precio de todo ha subido, también el de la alimentación. La luz se va cada dos por tres, con lo que los productos congelados se estropean,... Es complicado, también es verdad que la capital, Damasco, es una zona más protegida y controlada y no es tan terrible como en otros pueblos totalmente desolados. El resto del país está destruido.

Publicidad

-Su libro refleja la importancia de mantener la pasión y la ilusión de vivir ante los peores escenarios, ¿es la clave?

-Sí, claro. También es verdad que es necesaria la ayuda externa. Si los demás países no se implican, es difícil que aquello acabe. Yo veo Siria como un tablero de juego de las grandes potencias mundiales. Tendrán que implicarse ellos también para acabar con esto. Espero que algún día se solucione.

-¿Qué hace falta para parar esta sinrazón?

-No tengo la varita mágica para solucionarlo, pero, definitivamente, lo que no es solución es que Europa cierre las puertas a los refugiados.

-La esperanza a la que se refiere pasa por contar con gente dispuesta a entregar su vida por los demás. Sin ellos, ¿nada sería posible?

Publicidad

-Claro, es fundamental. De hecho, deberíamos implicarnos todos. Cuanta más gente estemos unida contra esta barbarie, más fuerza haremos y más voz tendremos. Es fundamental la ayuda de la gente de fuera. También es cierto que los sirios no vienen aquí a pedir ayuda y punto, sino porque se han visto obligados a abandonar su país. Son gente como tú y como yo, que tenían su trabajo y, de la noche a la mañana, lo han tenido que dejar todo. Era eso o morir, no había otra solución.

-Su padre llegó a España hace más de 45 años para estudiar medicina, ¿cómo vive esto?

-Mal, también. Él, precisamente, se había comprado su casita allí para jubilarse y justo el año que se jubiló, empezó todo esto. Ahora sabe que no va a poder volver.

Publicidad

-Ha experimentado en su propia piel ser voluntaria en Siria como el protagonista de 'Cardamomo'.

-Me gustaría hacerlo. La verdad es que hay que estar preparado psicológicamente para ir. De momento, utilizo la obra para ayudar a los refugiados a través de Proactiva.

-¿Cómo era la Siria que recuerda su padre?

-Maravillosa. Él ha vivido una época de esplendor fantástica, nada que ver con lo que hay ahora. Había democracia, fue a partir de la entrada del padre del actual gobernante [Háfez al-Ásad], cuando la cosa empezó a tambalearse.

Noticia Patrocinada

-¿Cómo puede una sociedad dar tantos pasos atrás?

-No entiendo mucho de política, pero pienso que todo se debe a los intereses de otros países, que obligan a la población a ser objeto de un gobierno controlado por otros.

-Con el éxodo de sirios en busca de un lugar en paz, ¿sigue pensando que hay esperanza?

-Quiero creer que sí. Son muchos millones de habitantes y no pueden quedarse a vivir en mitad de la nada. Hay que darles un hogar. Ellos no quieren que Europa les alimente ni les de cobijo, quieren volver a su hogar, a vivir de su trabajo. Lo único que hay que hacer es solucionar aquello para que puedan volver.

Publicidad

-¿Qué le parece la decisión de los dirigentes de la UE con respecto a los refugiados?

-Inhumana, vulnera los Derechos Humanos. No hay mucho más que decir.

-Supongo que la movilización de los ciudadanos frente a esa decisión vuelve a dejar lugar a la esperanza...

-No es suficiente. Hay que moverse más y alzar mucho más la voz para que se solucione el problema. Ya son 5 años de guerra, demasiado tiempo.

-¿Volverá a ser Siria lo que fue?

-Desde luego, no será en los próximos 10 o 20 años. Tendrán que pasar muchos más hasta que vuelva a ser lo que era. ¡Ójala! [desea en voz alta como broche a la entrevista]

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad