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Carlos Pardo, ayer, en el Almudí.
«Me gusta plantear problemas a mis cuadros»

«Me gusta plantear problemas a mis cuadros»

Carlos Pardo inaugura en la planta alta del Palacio Almudí de Murcia su exposición 'Variaciones sobre el paisaje'

PEDRO SOLER

Miércoles, 3 de febrero 2016, 11:28

«No me he cansado de los paisajes que pintaba. Simplemente, hay que aceptar que las cosas evolucionan, y uno también va viendo, estudiando y avanzando. No puedo estar siempre pintando lo mismo y del mismo modo». Es lo que afirma Carlos Pardo a la hora de definir Variaciones sobre el paisaje, exposición que esta tarde inaugura en la planta alta del Palacio del Almudí de Murcia. Treinta obras que abarcan parte de su producción de los últimos cinco años. También presenta tres desnudos, «con cierta diferencia de tratamiento, aunque están muy integrados en paisajes sin horizonte. Unos se desenvuelven flotando, y otros, muy poco sujetos a la composición».

¿En qué consiste esa variación paisajística? «Aunque hay piezas que están más pintadas, se nota que he dado a los paisajes un punto más aéreo y suelto, con los espacios más abiertos». ¿Podría hablarse de una pintura más abstracta? «A veces, sí, porque uno tiende a simplificar y, al final, termina como si estuviera hablando con menos palabras, pero diciendo las mismas cosas. Esta es la idea. Para mí la exposición supone un paso más o, si se quiere, otro punto de partida, porque, como encierra cuadros desde cinco años hacia acá, viene a ser una muestra de lo que he hecho en esta etapa de mi carrera».

El gran tamaño de casi todos los lienzos responde, explica Carlos Pardo, a que «me gusta estirar el brazo. Aunque también los pinto en pequeño y, de hecho, en la exposición hay algún boceto de un cuadro grande, a veces no sé si hubiera podido llegar a darles las características que les asigno. Son paisajes inventados en más de un 90%, pero sobre espacios y serranías que yo conozco e interpreto. Creo que con los paisajes inventados me meto en mi propio mundo. Si salgo a pintar al campo, sé recoger lo que tengo ante mis ojos, como el horizonte o el color ceniza de las sierras; pero, metido en el taller, trabajo sobre toda la riqueza que he captado de esa naturaleza, voy plasmando mis ideas, y montando planos que no existen; o, de repente, me arriesgo y meto planos complicados para resolverlos a mi manera. Así, los paisajes se mueven a mi música, que es lo que me interesa, y no a la música de otros».

Carlos Pardo (Murcia, 1970) aprendió el oficio del arte en los talleres de su padre, el escultor Pedro Pardo, y de su abuelo, el pintor y reconocido carrocista Carlos Gómez Cano. Desde hace años trabaja en una pintura que abarca paisajes, desnudos, retratos y bodegones, y en la que mezcla clasicismo y modernidad. No acepta «esas obras que tienen todos los problemas resueltos. A veces, me cuesta mucho solucionar un cuadro, porque si no me presenta problemas, se los planteo yo. Me gusta esto. Si no es así, me aburro, y no quiero que mi pintura se convierta en una máquina de hacer churros. Por suerte, casi siempre encuentro soluciones definitivas a esos problemas. Las mayores dificultades surgen en los cuadros de largo recorrido, porque cuando pinto esos espacios tan dilatados, no sé por dónde acabarán. Salvo que sea copiar al dedillo un boceto que ya tenías, o aun así, siempre llegas a una respuesta totalmente distinta a la idea primigenia, porque la pintura tiene una fuerza que te va llevando. Sucede como con ese escritor que sueña con escribir una cosa, pero que, posiblemente, a la hora de escribirla, le sale algo totalmente distinto a lo que ha soñado. Por todo esto, a mí me interesa mucho la composición y la contundencia de la obra, que es algo fundamental».

Buscando una línea

En pleno proceso de investigación y cambio, Carlos Pardo se enfrenta a «trabas y complicaciones, porque, cuando uno está investigando, no todo puede convertirse en satisfacción, por mucho que encuentres. Ahora mismo, sigo insistiendo en la búsqueda de una línea, en la que yo me sienta cómodo y experimente cosas nuevas, descubriendo unas y desechando otras; tanteando otras claves, en las que voy comprobando cómo puedo reaccionar, para ir montando nuevas estructuras para seguir».

A la hora de destacar algunas particularidades de sus obras recientes, Pardo opina que «tienen que ver mucho con el cubismo, pero también con maestros antiguos y, en general, con todo lo que suene a buena pintura. Como se dice, todos los caminos llevan a Roma, y, por muchos otros que se abran, la buena pintura está muy explotada en todos los sentidos; entonces, lo que hay que hacer es ser uno mismo, e iniciar el propio camino en concordancia con la pintura buena, la de los maestros, como Rembrandt, Caravaggio, Cézanne, Manet la pintura de verdad. En ellos encuentro verdades, a veces muy absolutas, y hay que sabérselas, para llenarlas de pintura. No me interesan las capulladas, y yo desarrollo mi trabajo en la pintura buena, con una factura bastante personal».

Pero, ¿cree que sus cuadros están dentro de la buena pintura? «No lo sé. Sobre esto que opinen los demás, sean críticos o pastores, porque cada cual tendrá sus sensibilidades, y les gustarán unas cosas u otras. Si a alguien se le ocurre decir alguna vez que hago una mierda de pintura, no pasa nada. Pero es mía, porque me interesa ser sincero con mi trabajo y, sobre todo, ser honesto y llevar una línea que sea coherente. Creo que realizo un proceso muy personal para conseguir un desarrollo que yo considero aceptable. En ese desarrollo hay una lógica, aunque a veces he pegado saltos, porque me gusta probarme».

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