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El escritor y profesor Antonio Parra Sanz, con su nueva novela, 'La mano de Midas'.
«A veces estamos demasiado solos»

«A veces estamos demasiado solos»

Antonio Parra Sanz Escritor y profesor. El autor afincado en Cartagena publica 'La mano de Midas', segunda entrega de la serie policíaca del detective Sergio Gomes

Rosa Martínez

Miércoles, 8 de abril 2015, 12:21

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«Todos tenemos sombras de las que no hablamos», mantiene Antonio Parra Sanz (Madrid, 1965). Sombras que, dice el escritor afincado en Cartagena desde hace veinte años, «escondemos en un armario para que los demás no las descubran». De ellas, o de algunas de ellas, beben los personajes de sus novelas, y también su último libro, 'La mano de Midas' (Ed. Amarante); un relato en el que vuelve sobre los pasos del detective Sergio Gomes, al que dio vida en 'Ojos de fuego' (Tres Fronteras, 2009). La trama se sitúa ahora en Cartagena: «Cuando una ciudad crece -sostiene Parra Sanz, también profesor de Lengua y Literatura en el IES Mediterráneo de Cartagena y crítico literario de 'La Verdad'- lo hace en dos direcciones, para lo bueno y para lo malo».

-¿Qué sombras guarda usted?

-No sabría decirle, no tengo una vida tan interesante como para tener muchas sombras, al menos, no que sean importantes.

-Pero sí sus personajes, ¿no?

-Sí, aunque sin caer en los tópicos. A priori, nunca me planteo colocar en mis libros a un hombre fracasado, a una mujer separada, a un sinvergüenza, o a un delincuente; eso va surgiendo conforme el argumento va pidiendo esos personajes, que siempre ocultan algo o tienen algo que no quieren que los demás sepan. En general, me gustan más los personajes que tienen más sombras que luces. Todos tenemos sombras de las que no hablamos, con las que convivimos y que escondemos en el armario para que los demás no las descubran.

-¿De qué se ha dado cuenta con 'La mano de Midas?

-De que muchos de los personajes que aparecen en el texto están demasiado solos y de que el ser humano, a veces, también lo está. Uno de los objetivos de nuestra vida es luchar contra la soledad. Y esto puede convertirse en una obsesión, sobre todo cuando no es una soledad buscada, sino impuesta por causas externas. Incluso cuando alguien se la autoimpone suele haber unos límites en los que llega a ser peligrosa.

-¿Qué le obsesiona?

-La muerte. No me gustaría morirme nunca. A veces pienso que escribir es una forma de burlar la muerte, pienso que escribiendo, al menos, algo dejaré.

-¿Le asusta?

-Sí, porque no sé qué hay después. No tengo demasiadas creencias religiosas, con lo cual no tengo ese punto al que aferrarme y me preocupa. Me gusta mucho lo que veo, lo que vivo... y solo el hecho de pensar en no tenerlo me espeluzna.

-¿Qué más le inquieta?

-La hipocresía de la gente. Me cuesta mucho trabajo convivir con la hipocresía, prefiero a una persona que venga de frente, para bien o para mal, que estar conviviendo con personas que tienen doble fondo.

-¿Se encuentra con ella a menudo? Con la hipocresía, digo.

-Sí, por desgracia sí. Hay mucha, y no solo en los grandes temas o en los grandes acontecimientos históricos o sociales, sino en el día a día, donde hay mucha gente con doble fondo. También hay quienes la utilizan para protegerse; cada vez estamos viendo a más ciudadanos desconfiados, y no sé si situación social actual, en la que se están desvelando tantas falsedades, tiene que ver con ello. Lo que a veces pienso es que esta batalla contra la hipocresía es una batalla perdida, no mía sino de la sociedad, y lo es porque sigue triunfando la gente vulgar.

-¿Qué no entiende?

-Que la gente se refugie en cosas absolutamente vulgares. Hemos desarrollado una capacidad impresionante para mirar a otro lado; nos hemos acostumbrado a girar el cuello para el lado contrario cuando vemos una cosa que está mal; y no es tan difícil mirar en la dirección correcta y echar una mano, simplemente con pequeños detalles. Estamos mucho más cerca de mejorar las cosas de lo que creemos, pero seguimos mirando hacia otro lado.

-¿Le atrae la política?

-No. Me parece una profesión dignísima, pero lo que veo diariamente es que está absolutamente envilecida y prostituida. Es una forma más de la hipocresía de la que hablaba antes. Cuando uno se mete en política, si es honrado, no dura más de dos meses y si lo hace es porque termina por no ser honrado.

-¿También en Podemos y Ciudadanos?

-No lo sé, habrá que ver qué hacen si llegan al poder. Lo peor de la política no es el ejercicio de la misma, sino la manera en la que uno se corrompe cuando llega al poder, eso es lo más peligroso. Estos partidos que han estado criticando tantísimo a la supuesta casta política, veremos a ver si cuando lleguen a tener puestos de responsabilidad no caen en los mismos errores; mientras tanto se les puede conceder el beneficio de la duda. Lo que está claro es que hacía falta que aparecieran fuerzas políticas diferentes.

Paz y sosiego

-¿Qué lecturas le han marcado?

-Más que de lecturas, soy de autores. Y dentro de la novela negra, tengo que citar a Manuel Vázquez Montalbán, pero también hay otros muchos que para mí son una referencia, como Antonio Muñoz Molina.

-¿Qué encuentra en los libros?

-Paz, encuentro paz, y cada vez más, sosiego. Esta sociedad está repleta de gente que grita, gente cada vez más vulgar, y gente que no se preocupa más que por criticar todo lo que tiene su alrededor, así que abrir un libro para mí es una isla de paz.

-¿Qué espera de su novela?

-Que el lector se entretenga. Con ella y con Sergio Gomes he conseguido el tono que buscaba, pero otra cosa es que al lector le guste o conecte con el personaje. Luego, si pudiera verla en imágenes disfrutaría mucho más, porque el cine es una cosa que me apasiona. Que se pudiera convertir en una película me encantaría.

-¿Ve ahora Cartagena con los mismos ojos después de retratarla en su novela?

-Veo una ciudad diferente desde que me vine a vivir aquí hace ya veinte años. Desde entonces ha cambiado mucho y retratarla en una novela te permite verla con otros ojos. He tratado de centrarme en algunas localizaciones que me han llamado la atención para lo bueno y para lo malo. Cartagena es una ciudad que ha crecido mucho y cuando una ciudad crece, lo hace en dos direcciones, para lo bueno y para lo malo. En una ciudad grande siempre hay mayor caldo de cultivo para el mal.

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