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FRANCISCO J. NAVARRO MIEMBRO DE LA ACADEMIA DE GASTRONOMÍA DE LA REGIÓN
Sábado, 11 de octubre 2014, 02:27
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P rimero fue el mono y éste devino hombre (no estricto sensu). Y muchos, viendo a la humanidad, pensamos que ha habido una involución. Con las dietas sucede algo de lo mismo. Cuando los cánones de una buena alimentación y mejor nutrición están más que sabidos, nos sorprende el amanecer de nuevas tribus adeptas a conceptos alimenticios notablemente cuestionables.
Me han preguntado, por ser arqueólogo, sobre la paleodieta. Ya saben, mucha carne y nada de leguminosas ni pastas, nada de harinas ni lácteos. Igual que antes de la aparición del sedentarismo y la agricultura hace 10.000 años. Hay quien me ha inquirido por la raw food o comida cruda. Los crudívoros, le he dicho, son vegetarianos que evitan la cocción de los alimentos. Desayunan agua caliente con melón, pican pan deshidratado con aguacate e ingieren zumo verde para comer. Y aunque nadie me ha preguntado la definición de flexitariano, la doy. Estos son a mi entender los vegetarianos más inteligentes. Las carencias nutricionales de un vegano las suplieron algunos convirtiéndose en ovovegetarianos, otros en lactovegetarianos, y los más en lactoovovegetarianos. Los flexitarianos van más allá y buscando hierro ingieren carne cuando las situaciones sociales lo requieren o su deseo lo demanda.
Y ya está aquí la nutricosmética. Un negocio que factura 1.100 millones de euros anuales. Quienes buscan la eterna juventud pueden comer galletas enriquecidas con colágeno, bombones con aloe vera y beber café con leche con aporte de vitamina C. Pero claro, olvidamos que, a no ser que estemos en estado carencial por malnutrición o enfermedad, nuestra alimentación ya aporta esos nutrientes tan necesarios para la piel. De la dieta detox, decir que no hay que vivir a base de zumos y caldos vegetales para desintoxicarse, ¿para qué tenemos un hígado?
Por fortuna algunas tendencias alimenticias son pasajeras. Dos son las razones: una, no son palatables y sí aburridas; y dos, presentan importantes carencias de hierro, calcio y vitamina B12. Si la comida no produce disfrute, entonces es un medicamento (sabiduría popular). En la variedad está la salud. Lo que nos lleva a la dieta Mediterránea (Patrimonio Cultural Inmaterial Mundial 2010). De vez en cuando hay que tragar con la carne. Y es que muchos solo necesitan aprender a comer.
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