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José G. G., el hermano de la víctima y supuesto inductor del crimen. fran manzanera / agm
Con cuatro golpes de quijada

Con cuatro golpes de quijada

Después de seis años de investigaciones, el juez procesa a un vecino de Molina de Segura por contratar presuntamente a un sicario para acabar con su hermano y tomar así el control de una empresa familiar. El presunto fratricida frustrado acaba de ser arrestado de nuevo por sospechas de quemar maquinaria agraria para cobrar el seguro

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Domingo, 9 de junio 2019, 08:07

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«Éramos más socios que hermanos», admitió Blas al poco de conocer, en la mañana del 18 de febrero de 2014, que la Guardia Civil había detenido a su hermano José como principal sospechoso de su frustrado asesinato, ocurrido un año antes a las puertas de su dúplex de Molina de Segura. Socios peor avenidos. Hermanos mal avenidos. Tanto, en apariencia, como para que hubiera intentado matarlo. Con cuatro disparos en la cabeza como cuatro golpes de quijada. Como aquel célebre Caín que, por ser el primero en derramar la sangre de su sangre, quedó para siempre maldito.

Pero en esta moderna crónica negra no fueron los celos, sino unas mucho más prosaicas deudas, el supuesto móvil del crimen fraterno. José y Blas G. G. eran copropietarios de la firma Ventorrillero Hermanos SL, que ambos habían montado en 1995 y que dedicaban a la producción y comercialización de frutas de hueso. Lo hicieron con varias fincas heredadas de su padre y la adquisición de otras, con las que sumaron varias decenas de hectáreas en los parajes de La Espada y Media Fanega, en la pedanía molinense de El Fenazar.

En aquellos días de marzo de 2013 en los que todo ocurrió, Blas, que contaba por entonces 34 años de edad, desempeñaba el papel de gerente y ejercía el control absoluto de la firma gracias al 51% de las acciones que atesoraba, mientras José, pese a ser el mayor con sus 49 años, jugaba a desgana el papel de convidado de piedra al que lo condenaba su participación minoritaria en la compañía. Cercado por las deudas y sumido en una difícil situación económica, derivada de unas inversiones fallidas en una empresa de transportes, chocaba a diario con su hermano debido a que este, en apariencia, era partidario de reinvertir la mayor parte de los beneficios. Y José, que necesitaba dinero con urgencia, reclamaba un reparto de ganancias.

Por fortuna para la víctima, el pistolero demostró tan mal tino como aviesas intenciones

Hacia las ocho y media de la noche del 12 de marzo de 2013, después de haber estado bregando todo el día en la empresa, Blas se dispuso a abrir la puerta del garaje de su dúplex, en la calle Holanda de Molina de Segura, y un desconocido le descerrajó cuatro disparos a muy corta distancia de la cabeza. El sicario debía de estar poco forjado en esas lides, o quizás fuera que el ángel de la guarda de Blas tenía un máster en primeros auxilios, pero solo por una de tales circunstancias, o por ambas, se explica que aquella noche no fuera la de su último resuello. Con un balazo que le entró por el maxilar derecho y le salió por una de las alas de la nariz, otro que le atravesó la clavícula izquierda y el plexo braquial, otro más que cruzó limpiamente un brazo... no se hacía imprescindible ser médico forense, o un experto del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional, para apreciar el ánimo homicida del pistolero. Fuera este quien fuere.

Casi doce meses habrían de transcurrir hasta que, a mediados de febrero de 2014, los policías que llevaban la investigación presentaron, ante el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Molina de Segura, el cúmulo de indicios que apuntaban a un vecino de Albacete, Cándido R. R., como presunto autor material de los disparos, y a José G. G. como supuesto inductor del asesinato frustrado de su hermano. Este último fue detenido mientras laboraba con un tractor en una finca agrícola de Jumilla.

Un cobrador de deudas

En el auto de procesamiento dictado por la magistrada Ana Belén Carrión, al que 'La Verdad' ha tenido acceso, se establece ahora que existen pruebas suficientes para considerar, de manera provisional, que José concibió el plan de asesinar a su hermano para quedarse con el control de la empresa y poder así obtener, de manera rápida, la liquidez que necesitaba. En ejecución de esa idea, contrató presuntamente los servicios de José María D. H., un vecino de Albacete con un largo historial de delitos graves -lesiones, robos, tenencia de armas y explosivos...-, quien entre otras actividades poco recomendables se dedicaba en apariencia «al cobro de deudas de forma coactiva».

Entre ambos habrían diseñado la forma de dar muerte a Blas, para lo cual José habría facilitado a su compinche toda la información necesaria sobre las rutinas laborales y personales de su hermano, la dirección de su domicilio, el modelo y matrícula del coche, la situación del garaje... Y habrían llegado a la conclusión de que el momento propicio para matarlo sería cuando llegara a su casa en su Suzuki Gran Vitara y se dispusiera a entrar en la cochera... como así acabó ocurriendo.

Fue José María D. H., presuntamente, quien a su vez incorporó para la causa a un conocido suyo, y persona no mucho más recomendable en virtud de su historial delictivo -lesiones, daños, agresión sexual, tráfico de drogas, robo con violencia, tenencia ilícita de armas...-, el citado Cándido R. R., que sería quien intentó consumar supuestamente el proyectado fratricidio. Por fortuna, eso sí, con tan mal tino como aviesas intenciones.

Ahora, mientras aguardaba en libertad provisional a que le llegara el momento de ser juzgado, José acaba de ser detenido como sospechoso de haber quemado medio docena de grandes máquinas agrícolas, en un aparente intento -otra vez frustrado- de sacarle dinero al seguro. Será que sus problemas de liquidez todavía no han desaparecido.

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