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Diego Cruzado, en el centro de día de La Huertecica, en Santa Ana (Cartagena), esta semana. J. M. RODRÍGUEZ / AGM
«La crisis nos ha instalado en la desesperanza. Culpamos al más débil, al migrante; buscamos un chivo expiatorio»

«La crisis nos ha instalado en la desesperanza. Culpamos al más débil, al migrante; buscamos un chivo expiatorio»

El presidente de la Red de Lucha contra la Pobreza en la Región lamenta los bulos que se extienden sobre los inmigrantes

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Domingo, 24 de marzo 2019, 14:11

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Diego Cruzado (Cartagena, 1958) fue uno de los fundadores de La Huertecica, en 1983. Eran los años duros de la heroína y, en una antigua finca de Santa Ana, un grupo de voluntarios comenzó a ofrecer un futuro a aquellos toxicómanos a quienes el resto del mundo evitaba. Más de tres décadas después, las convicciones de Cruzado siguen intactas. Desde 2015, preside la Red de Lucha contra la Pobreza (EAPN-Murcia), que integra a más de 30 organizaciones sociales. El pasado 24 de febrero, EAPN lanzó un manifiesto con el que aspira a implicar a los partidos en la próxima campaña electoral. Su esperanza, incorporar a la agenda las políticas sociales, en una región que se mantiene como la cuarta con más población en riesgo de pobreza de España, según datos del año pasado.

-En el Manifiesto contra la Pobreza, EAPN advierte de que cerca de un tercio de la población de la Región se encuentra en condiciones de vida precaria. Hablamos de medio millón de murcianos. Es un dato que impresiona. ¿Cuál es la realidad con la que trabajan las organizaciones sociales?

-Pues es impresionante, sí. Hay que entender una cosa: hay una determinada pobreza ante la que uno admite que es pobre, pero una persona que ahora mismo tiene un trabajo precario, con una familia que mantener y que no llega a fin de mes, también es pobre. Lo es aunque no se considere a sí mismo, ni quiera considerarse, como tal. Esto es así porque hay una culpabilización del pobre, una estigmatización. Se piensa que algo habrá hecho, que si está en esa situación es porque no tiene fuerza o capacidad suficiente. Así que se pierde la conciencia de pobreza y se va sobreviviendo. Pero estamos viendo que empieza a venir gente de este perfil a bancos de alimentos, a pedir ayudas porque, si no, no llegan a fin de mes.

-Miles de personas ni siquiera llegan a mileuristas. Viven con contratos precarios que en cualquier momento pueden devolverles al paro. ¿Eso, por tanto, es pobreza?

-Exactamente, pero no es algo que nos inventemos desde la Red de Lucha contra la Pobreza. Son los criterios de la Unión Europea, de la tasa Arope [que mide la población que se encuentra en riesgo de pobreza] Una persona que no llega a final de mes, que gana menos de 900 u 800 euros, está en situación de pobreza y en riesgo de exclusión. Por ejemplo, una persona de unos 50 años, que no tiene trabajo, que ha consumido la prestación por desempleo, que tiene que empezar a vivir con ayudas y a la que le es muy difícil sacar adelante a sus hijos. Muchos terminan en trabajos muy precarios para poder afrontar esa situación. Hablamos de muchos hombres, pero sobre todo de mujeres con hijos a cargo. Por eso, cuando los políticos empiezan a decir que la salida de la pobreza es el empleo... Es el empleo, pero bien remunerado, porque el trabajo precario no es una salida. Es indudable que para eliminar la pobreza hace falta riqueza, pero no solo. Es necesaria la redistribución de esa riqueza a través de los impuestos y de sueldos dignos.

-Pero, según los datos macroeconómicos, hemos salido de la crisis y estamos de nuevo en una etapa de crecimiento económico. ¿Se percibe esto en el trabajo diario, a pie de calle, que realizan las organizaciones sociales?

-Se va viendo esa salida de la crisis, pero está siendo muy lenta y muy poco redistributiva. Los jóvenes cada vez lo tienen más difícil, con un trabajo más precario, con peores condiciones. Antes de la crisis eran mileuristas, pero ahora llegar a los mil euros es realmente difícil.

-¿La sociedad murciana es hoy más desigual que antes de la crisis?

-Lo que hemos comprobado es que los índices de pobreza han bajado, pero la población en grave riesgo de exclusión social ha aumentado. Además, ocurre como en toda España, que va por barrios. Incluso según el sitio donde vive, uno tiene una esperanza de vida u otra. Estamos terminando un estudio para ver dónde se concentra la pobreza en la Región, en qué ciudades. En principio, hay mayores índices en la zona del litoral. Eso nos va a permitir tomar medidas adecuadas a partir de ahora.

-La clase media veía antes la pobreza como algo ajeno, porque tenía una seguridad laboral y unos ingresos más o menos garantizados. ¿La crisis y el nuevo mercado laboral han roto con todo eso?

-Totalmente. Antes la gente tenía la confianza de que iba a prosperar. 'Si me formo voy a encontrar un mejor trabajo, si me esfuerzo voy a conseguir un futuro mejor', se decían. Esa esperanza y esa seguridad se ha roto. En cualquier momento, la empresa en la que trabajo puede quebrar o puedo ir al paro, y se me puede complicar mucho la vida. Además, por más que estudie, por más máster que haga, puedo terminar en una cafetería o entregando comida a domicilio.

-En el manifiesto subrayan que acabar con la pobreza y la exclusión es posible. Pero, ¿cómo? ¿Qué le piden exactamente a los partidos?

-Para acabar con la pobreza y la exclusión hace falta voluntad política. Se trata de una decisión política, de destinar recursos. Podemos compararlo con la decisión de terminar con el analfabetismo en su momento. A nadie le cabría en la cabeza que tus hijos pudiesen o no acceder al colegio en función de tus ingresos, o que no te atendiesen en un centro de salud si no tienes dinero. Son cosas que están garantizadas. Pues esto de erradicar la pobreza, de mantener una inversión social, es también una decisión política. La protección social debe ser una tercera pata dentro del Estado, de forma que los centros estén abiertos todo el año y toda persona que se encuentre en una situación de riesgo social tenga donde ir. Esto requiere generosidad por parte de la población, que tiene que entender que destinar recursos a la protección social es invertir en calidad de vida, en seguridad para todos. No podemos permitir que haya personas en la pobreza o en exclusión social.

-El manifiesto ha recabado muchos apoyos. ¿Cuál ha sido la respuesta de los partidos? ¿Hay algún compromiso con el pacto?

-Algunos partidos ya han mostrado su interés en estar en ese pacto. Nos han trasladado sus propuestas y nos parecen bien; nosotros también tenemos las nuestras. Lo que queremos es que se sienten y hablen, que partan de ellos los acuerdos, que haya una decisión política para sacar a todos los murcianos de la pobreza.

Las claves

  • Manifiesto de EAPN «Acabar con la pobreza es una cuestión de voluntad política, de destinar recursos»

  • La crisis y sus consecuencias «La situación actual requiere solidaridad, generosidad y justicia social. Si no, terminaremos enfrentados, y eso es muy peligroso»

  • - «Antes la gente tenía la confianza de que iba a prosperar. Ahora, esa seguridad se ha roto. Puedes irte al paro en cualquier momento o, por más que estudies, terminar entregando comida a domicilio»

  • Xenofobia «Los bulos sobre los inmigrantes son preocupantes, y sobre todo, lo es que la gente se los crea»

  • Desigualdad «La recuperación económica es lenta y muy poco redistributiva. Los políticos dicen que la salida de la pobreza es el empleo. Pero tiene que ser de calidad, porque también hay pobreza en el trabajo precario»

-Esta semana, la Asamblea ha aprobado 49 medidas consensuadas en la Comisión de Pobreza. ¿Es un comienzo?

-Son un primer paso, pero creemos que ponerle apellidos a la pobreza desnaturaliza un poco el problema [se refiere a las medidas aprobadas contra la pobreza infantil y la pobreza energética, entre otras]. Está bien, porque atiendes ese problema concreto, pero el enfoque tiene que ser transversal. Porque, cuando el menor cumpla 18 años, ¿qué hacemos? Las políticas tienen que abarcar la vivienda, la sanidad, la educación. Quien es pobre lo es para pagar la luz, para los gastos del colegio y para todo. Así que hay que ir a las causas y atender el problema en su conjunto.

-Por fin, después de muchísimos años esperando, se ha aprobado en esta legislatura el reglamento de renta básica. Sin embargo, llama la atención que Murcia sea una de las comunidades con menor número de perceptores de estas ayudas pese a ser una de las regiones con más población bajo el umbral de la pobreza. ¿Esto cómo se explica?

-Es una de las cosas que estamos abordando con el IMAS. Hay cuestiones administrativas que ralentizan en cierta medida el proceso, y estamos trabajando para agilizarlo. Los ayuntamientos tienen una parte de responsabilidad, y el IMAS, otra. Tenemos un grupo de trabajo para tratar este asunto.

- ¿A qué cuestiones administrativas que ralentizan el proceso se refiere? Porque la Consejería asegura que no hay lista de espera.

-Cuando una persona llega a su ayuntamiento y pide la renta básica, tiene que entregar una serie de documentación. El ayuntamiento prepara el expediente, lo que lleva un tiempo, y después lo pasa al IMAS. Si falta algún documento, la Comunidad se lo devuelve al ayuntamiento. Desde que estén ya todos los papeles, el IMAS tiene dos meses para resolver. Hay una falta de trabajadores sociales en los municipios para poder dar salida a los expedientes, y también en el IMAS para poder dar respuesta. Eso ralentiza, pero todo eso se está solventando en el grupo de trabajo.

-La extrema derecha está extendiendo la idea de que los inmigrantes consumen los servicios sociales, e incluso circulan falsas informaciones sobre la prioridad de los extranjeros a la hora de recibir prestaciones. ¿Cómo combatir esos bulos?

-Es preocupante, sobre todo es preocupante que haya gente que se crea eso y lo difunda. Los inmigrantes son una población maltratada desde el principio, desde que salen de su tierra hasta que llegan a las vallas que tienen que saltar para entrar en España. No sé cómo la gente se cree bulos así. Para recibir cualquier ayuda uno tiene que estar en España un tiempo, salvo en casos como los menores.

- Por ejemplo, los inmigrantes en situación irregular no tienen acceso a renta básica.

-Exacto. Estamos ante bulos, como los que circulan sobre denuncias falsas de mujeres maltratadas, y lo peor es que la gente se los cree. Para empezar, lo que nos dicen los datos es que en nuestro país hacen falta 270.000 personas extranjeras para poder mantener la Seguridad Social. Las ONG intentamos no hacer distinción entre extranjero o español: trabajamos con personas, con personas que lo están pasando mal, que están sufriendo. Queremos que sean felices, que vayan a mejor. Aquí no se le regala nada a nadie. Requiere mucho esfuerzo, mucha valentía, dejar tu tierra y salir adelante. Los españoles, los migrantes, los que están en situación de pobreza; lo tienen muy difícil para salir adelante.

-¿Qué está pasando para que los ahogamientos de inmigrantes en las costas españolas -la semana pasada fallecieron otras 45 personas- se asuman ya como algo cotidiano?

-Eso es terrible. Lo que veo es que esta crisis ha instalado el individualismo, la desesperanza en las personas. El mensaje es: 'Tú no tienes futuro porque no eres capaz'. Y eso está produciendo una reacción, culpabilizamos al otro: al político, al Estado, al migrante. El más débil es el que más posibilidades tiene de ser culpado, el que menos puede defenderse; se buscan chivos expiatorios. El culpable es el más débil y al que no conozco, el vecino desconocido. Porque el conocido te cae bien, y es más difícil culparlo. Es esa desesperanza, el no vislumbrar un futuro mejor, lo que está provocando todo esto, que nos echemos la culpa los unos a los otros cuando lo que requiere la situación es solidaridad, generosidad y, por supuesto, justicia social. Sin justicia no vamos a ningún sitio. La solidaridad, la generosidad y la justicia es lo que puede empezar a sacarnos de todo esto. Si no, terminaremos divididos y enfrentados, y eso es muy peligroso.

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