El consumo de ansiolíticos crece un 11% en la Región de Murcia a raíz de la pandemia
Dos de cada diez mayores de 65 años están en tratamiento con benzodiacepinas, y su uso también sube entre los jóvenes
El impacto de la pandemia en la salud mental de la población es cada vez más evidente y tiene su reflejo en la prescripción de ... ansiolíticos. El consumo de estos fármacos ha crecido un 11% en la Región de Murcia desde el inicio de la crisis sanitaria y social generada por la irrupción de la Covid, según se desprende de los datos facilitados por la Consejería de Salud. En 2019 se consumían al día 60,10 dosis por cada mil habitantes, mientras que al cierre de 2021 la cifra había ascendido hasta las 66,87.
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El auge de las benzodiacepinas comenzó en realidad mucho antes de la pandemia y lleva años preocupando a los expertos, pero el paulatino incremento del consumo que se viene registrando en la última década se ha acelerado claramente coincidiendo con la pandemia. «Desde el estado de alarma, se pudo apreciar el miedo a contagiarse, a enfermar y a morir» sobre todo en las personas mayores y más vulnerables, así como «la tensión y el sufrimiento» por los familiares, destaca la psicóloga María José Lozano, directora gerente de la red de salud mental. A toda esta incertidumbre se unió «una profunda sensación de impotencia, soledad y tristeza por el aislamiento social». Todo ello «ha derivado en un incremento del consumo de fármacos para el insomnio, la ansiedad y la depresión», subraya.
La Comunidad supera la media nacional, con 66,8 dosis diarias por cada mil habitantes
Los mayores de 65 años ya eran quienes más benzodiacepinas consumían antes de la pandemia y es también el grupo de edad en el que el aumento ha sido más destacado a raíz de esta crisis sanitaria, según reflejan las estadísticas de la Consejería. En concreto, el número de pacientes de más de 65 años tratados con ansiolíticos se ha incrementado un 12,5% y el consumo total en este segmento de población ha subido un 17,8%.
No es algo sorprendente si se tiene en cuenta todo lo que han afrontado. «Muchos viven solos y han sentido el desarraigo familiar. No podían recibir a sus hijos ni a sus nietos», recuerda Lozano. Todo ello mientras a través de la televisión veían cómo el virus se cobraba miles de vidas.
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Pero el consumo también ha aumentado entre los más jóvenes, algo que se relaciona con el serio incremento de problemas de salud mental que se está detectando en esta población. Los adolescentes han afrontado confinados una etapa fundamental de sus vidas. «La identidad se adquiere en contacto con los iguales», recuerda María José Lozano, pero durante la pandemia «han estado más solos que nunca, aunque también más conectados a través de las redes e internet». Todo esto «ha trastocado pautas de sueño» y, en general, «la vida cotidiana».
Frente a los aumentos claros en el consumo de ansiolíticos entre la población mayor y la más joven, la tendencia es menos evidente en el segmento de 45 a 64 años.
Múltiples causas
Pero la pandemia solo ha acentuado un problema que viene de mucho antes. Los expertos llevan años advirtiendo del abuso en el consumo de estos medicamentos. Murcia, además, supera la media nacional. En 2020 se dispensaron en España 57,64 dosis de ansiolíticos por cada mil habitantes al día, pero en la Región la cifra alcanzó las 63,2 dosis diarias. El 7% de la población regional estaba en 2021 en tratamiento con benzodiacepinas, según los datos de la Consejería. Otras estadísticas elevan el porcentaje al 10%. «Hay un consumo claramente excesivo. Se ha normalizado y mucha gente puede funcionar solamente porque está tomando medicación», advierte el psiquiatra Félix Crespo, del centro de salud mental del Mar Menor.
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Para la directora gerente de la red de salud mental, María José Lozano, hay una «banalización» tras este abuso. Pese a que las benzodiacepinas generan dependencia y pueden tener efectos secundarios, su consumo se ha naturalizado como algo cotidiano. «Ante cualquier cosa, cualquier mínimo problema, lo primero es tomarse una pastilla. Estamos generando una sociedad que no tolera el malestar y esto es algo que hay que trabajar mucho. Hay que aprender a aceptar la adversidad; no podemos pretender que el sufrimiento quede excluido de nuestra vida por completo», reflexiona Lozano.
Entre la población de más edad, el consumo se ha disparado un 17,8% desde 2020, cuando se inició la crisis sanitaria
Pero también se esconden, detrás de los psicofármacos, malestares muy profundos y reales. «Hay situaciones que tienen relación con condiciones laborales, familiares o económicas muy duras. La solución no son las benzodiacepinas, pero tampoco creo que sea psicologizar. Más bien, una opción más radical sería ir a las causas que están detrás de un malestar tan generalizado en la sociedad», plantea Félix Crespo. El último informe del Sistema Nacional de Salud (SNS), publicado esta semana, revela que casi el 40% de la población de la Región presentaba ya antes de la pandemia algún síntoma relacionado con la salud mental, como ansiedad, dificultad para dormir o cuadros depresivos.
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Más allá de las complejas causas tras el auge de los ansiolíticos, los hipnóticos y los antidepresivos, el resultado es un consumo en muchos casos descontrolado. El centro de salud Jesús Marín, en Molina de Segura, puso en marcha hace unos siete años un proyecto pionero, bautizado como 'Yonomebenzo', para tratar de atajar este problema. El primer paso fue un estudio que reveló que nada menos que el 91% de los pacientes hacían un uso «inadecuado» de estos fármacos. En algunos casos, porque la indicación no estaba justificada, pero sobre todo «porque los tratamientos se alargaban de manera excesiva, cuando no deberían superar las cuatro o seis semanas», explica Juan Francisco Menárguez, coordinador del centro de salud Jesús Marín y del programa 'Yonomebenzo'.
Demencias y caídas
Especialmente alarmantes son las consecuencias en los más vulnerables. Dos de cada diez murcianos mayores de 65 años toman ansiolíticos y, en muchos casos, de manera prolongada en el tiempo. Esto tiene muchos riesgos, porque este consumo puede favorecer el deterioro cognitivo y está también detrás de muchas caídas y fracturas de cadera, advierte Menárguez.
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Para tratar de poner orden en la medicalización excesiva y para abordar el aumento de los problemas de salud mental, el Servicio Murciano de Salud (SMS) está trabajando con varios proyectos encima de la mesa. La idea es mejorar la colaboración entre Primaria y la red de salud mental.
El proyecto de Molina de Segura que puso freno al abuso
Durante los años previos a la pandemia, Molina de Segura rompió con la tendencia al alza en el consumo de psicofármacos. Detrás de esta llamativa excepción se encuentra un proyecto de éxito, bautizado como 'Yonomebenzo,' en el que han participado médicos, psicólogos, enfermeros, trabajadores sociales, farmacéuticos y otros profesionales, tanto del Servicio Murciano de Salud como del Ayuntamiento. «Detrás del abuso en el consumo de estos fármacos hay muchos factores: una medicalización de la vida, un intento de encontrar respuesta a todo en el sistema sanitario, cuando a veces se trata de problemas sociales o económicos, aunque tengan impacto en la salud», explica Juan Francisco Menárguez, coordinador del centro de salud Jesús Marín y del proyecto 'Yonomebenzo'. Así que, frente a los fármacos, la alternativa ha sido un amplio programa de actuaciones comunitarias, como escuelas de sueño, talleres de habilidades para la vida o la promoción del deporte.
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