«Tuve claro desde muy pequeña que yo quería ser jueza»
Alba Robles, una de las seis nuevas jóvenes en ponerse al frente de un juzgado en la Región, confía en que «tarde o temprano» la paridad llegue a las altas esferas
Alba Robles Rabasco se calza con orgullo una toga que le ha costado un gran esfuerzo conseguir. A sus 31 primaveras, esta benielense ha logrado ... el sueño de su vida: convertirse en jueza. A finales del pasado año se colocó al frente del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Jumilla, una aspiración que la acompañaba desde siempre. «En mi familia no hay nadie de este mundo, pero yo lo tuve claro desde muy pequeña», rememora con una sonrisa que es capaz de traspasar la mascarilla. «Cuando veía las series en la televisión, yo decía que de mayor quería ser jueza».
Criada en una familia «humilde», esta joven, licenciada en Derecho por la Universidad de Murcia (UMU), dedicó un lustro de su vida a sacar adelante una de las oposiciones que hace gala de ser de las más complicadas del país. «Trabajaba en el bar de mi primo los fines de semana y daba clases particulares para pagarme las cosas», explica.
Esta juez no oculta el sacrificio que supuso para ella este periodo, de hasta un lustro, en el que se vio obligada a dejar todo a un lado y encerrarse a hincar codos. «La verdad es que renuncias a todo», sostiene. «Te cuesta mantener a los amigos porque tú nunca puedes hacer planes». En ese trance, subraya, contó con el apoyo incondicional de los suyos. «En mi familia todos han hecho un esfuerzo muy grande», destaca. «Han sufrido mis momentos de mal humor. Y si tenía momentos de bajón, ellos siempre me animaban».
«Mientras me preparaba la oposición trabajaba en el bar de mi primo los fines de semana y daba clases particulares para pagarme las cosas», relata
Tras lograr el ansiado aprobado, Alba Robles afrontó un periodo de formación en la Escuela Judicial de Barcelona que inevitablemente se vio trastocado por la Covid y la escalada en los casos de contagio. «Estuvimos allí desde septiembre, pero en marzo nos mandaron a casa y la formación fue 'online'», relata con cierto fastidio. «Las relaciones sociales que no hicimos durante la oposición y que podríamos haber hecho allí tampoco fueron posibles».
Esta joven es uno de los 188 nuevos integrantes de la 70ª promoción que recibió sus despachos el pasado noviembre de manos del Rey. Una nueva hornada de jueces con una media de 28 años y en la que las mujeres suponen ya una aplastante mayoría -el 71,28%-. 134 féminas frente a 54 hombres. «Cuando vi las cifras me dio alegría porque pensé que ya había llegado el momento», explica esta juez, que asegura no haber tropezado, en sus primeros meses de andadura, con ningún comentario ofensivo o irrespetuoso por su condición. «Está todo muy normalizado».
«Disfruto de las guardias porque sientes mucha adrenalina y es donde tienes un contacto más directo con la gente»
Esta profesional se muestra convencida de que la imponente irrupción de juezas en la Administración provocará que, de aquí a unos años, las féminas conquisten también una cúpula que, por el momento, tiene predominantemente nombre masculino. «Recuerdo que en la escuela las compañeras hablábamos sobre esto y coincidíamos en que dentro de unos años veremos la cosa realmente igualada», subraya. «Tarde o temprano, va a llegar».
Rodeada de un equipo de funcionarios mermado por la crisis sanitaria, Alba se ha transformado de golpe en su señoría. A su lado se respira una mezcla de vértigo, ilusión y responsabilidad. Pese a su juventud, imparte justicia con la misma seriedad y rectitud que el más veterano magistrado. Como si llevara toda una vida en ello. Esta mañana, acompañada por un equipo de LA VERDAD, se divide entre tomar declaración a un joven que dio positivo en alcoholemia durante un control de tráfico y despachar un juicio por un delito leve de lesiones que acabará suspendiéndose. El estallido de casos de Covid en esta sexta ola ya la ha obligado esta mañana a suspender dos vistas civiles que tenía señaladas.
Una realidad preocupante
Pese a encontrarse al frente de un órgano que arrastra una gran carga de asuntos y una elevada tasa de pendencia, Alba Robles desprende arrojo. «La gente aquí tiene ganas de trabajar y yo también», señala. «Lo que más disfruto son las guardias. Sientes mucha adrenalina y es donde tienes un contacto más directo con la gente». En una de esas guardias, tuvo entre sus manos el caso del asesinato a cuchilladas del joven Kevin Morales en Jumilla, el más complejo de los que, por el momento, ha tenido que encarar.
A lo largo de sus semanas en este órgano, por los manos de esta juez pasan asuntos penales y civiles, pero también procedimientos de Familia y trámites ligados al Registro Civil. Además, Robles actúa como juez de guardia en casos de violencia de género, un papel que, asegura, le ha permitido asomarse a una realidad preocupante. «Me sorprendieron tantos casos en un municipio pequeño», remarca. «Creo que falta mucha educación en este sentido».
Esta profesional descarta tajantemente que se encuentre más preparada que sus compañeros varones para estudiar, por ejemplo, los casos de malos tratos. «Hay una gran sensibilización en la judicatura», remarca. «Todos los jueces tienen una gran perspectiva de género independientemente de su sexo». En sus meses de formación en la Escuela Judicial de Barcelona este es uno de los aspectos, asegura, que se les graba a fuego. «Cuando ves las cosas de cerca, eso hace que estés todavía más sensibilizado».
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