Una prisión presa de tanta triste memoria
La Murcia que no vemos ·
La rehabilitación de la antigua cárcel provincial recuerda un siglo de represión por todos los bandosEs posible concluir que el destino de la antigua Prisión Provincial, como el sufrimiento que durante décadas impregnó sus celdas, está ligado a tiempos de ... crisis. De entrada, fue proyectada en 1922, en plena depresión de las arcas de la Diputación. Y muchos años después todos los intentos por recuperar tan histórico espacio siempre supusieron un fracaso por falta de fondos.
Prueba de ello fue hace unos años el derrumbe de la parte más valiosa del complejo: su panóptico. Era un enorme lucernario, de los pocos que se conservaban en el mundo, con cuatro brazos en forma de cruz griega. En su parte interior se podía ver todo el conjunto desde un solo punto para garantizar la seguridad. Espectacular.
La Agencia Tributaria, que era entonces su propietaria, ofreció el edificio al Ayuntamiento como un regalo envenenado: cedía la propiedad, pero no aportaba un euro para la rehabilitación. Así que, de nuevo, el proyecto quedó olvidado pese a la cesión al municipio en 2011.
El inmueble es un triste ejemplo de la historia de una barbarie que, invocando la memoria histórica, se propone ahora recuperar. Está bien. Habrá que recordar la terrible masacre del 13 de septiembre de 1936, cuando una turba de bestias la asaltó y asesinó a diez presos, entre ellos al cura Sotero.
Colgado en su parroquia
Parece una historia de la Edad Media. Al cura Sotero lo arrastraron hasta su parroquia del Carmen, le arrancaron los testículos y, tras metérselos en la boca, lo colgaron en la fachada del templo y le prendieron fuego entre el regocijo general. Así sucedió pese a que el Gobierno de la República estudiaba su indulto y es muy probable que lo concediera. Eran todos inocentes.
Si aquello fue deleznable, el dictador Franco no le fue a la zaga, convirtiendo el centro en un temible agujero de tortura. De hecho, llegó a albergar a 3.000 presos, pese a que su capacidad era de 400. Para echarse a temblar. Fusilamientos y violaciones engrosan la lista de la vergüenza.
Cierto es que la deleznable Dictadura pudo honrar más tarde a quienes se apropió como sus víctimas, aunque muchos de ellos solo cometieron el delito de seguir la fe cristiana. Otra dosis de memoria histórica. Y también se decidió castigar a otros que, desde la izquierda, tanto hicieron por Murcia.
Es el caso del alcalde del PSOE Fernando Piñuela, a quien aún hoy la ciudad no ha levantado un monumento, entre otras cosas, por impulsar la Junta de Protección del Patrimonio Artístico, que tantos tesoros salvó. O recibir una paliza por defender la Purísima de Salzillo, una de las obras cumbre de este autor, para impedir que la quemaran, como sucedió. Trabajo tiene, por un bando y otro, la comisión de memoria histórica.
Inaugurado en 1929
Desde antiguo, Murcia tuvo sus prisiones, siempre temibles. O imponentes, como la que se alzaba en el edificio que alberga el Colegio de Arquitectos, antes sede del diario 'El Liberal' y, aún antes, del Tribunal de la Inquisición.
Para levantar la Prisión que ahora se rehabilita, se adquirieron unos terrenos a la marquesa de Salinas. No fue fácil por la desesperante crisis económica de aquellos años. Nadie aportaba una peseta. Salvo el senador Ángel Guirao Girada, quien donó la cantidad necesaria para satisfacer a la noble. Por cierto, otro que moriría asesinado el 15 de diciembre de 1936, a los 74 años, lo que incluye su nombre en la lista de desagravios. El nuevo edificio fue inaugurado en 1929.
La Prisión, como aún se la conoce, que conserva el escudo de Murcia sobre su puerta principal, es un edificio de estilo neomudéjar en el que se alternan los patios y los arcos de ladrillo de sus accesos.
El proyecto para convertirla en Museo Provincial recibió un varapalo administrativo en 1991, cuando el Ministerio de Cultura decidió abandonar el proyecto. Faltaban, otra vez, fondos para financiarlo.
Hacienda no somos todos
No contentos con olvidarse de la idea, el Ministerio impidió tres años después que se convirtiera en monumento histórico-artístico, según declararon los técnicos y publicó LAVERDAD, «por el escaso interés arquitectónico del edificio». Échenme cartas.
El debate sobre su valor provocó incontables galeradas, apoyos y encontronazos políticos. Incluso se propuso derribarla y levantar un museo, pero una vez más se abandonó el proyecto. La razón fue la de siempre: falta de cuartos. Más tarde, Hacienda intentó construir su nueva sede en la parte trasera, lugar que ocupaban las celdas de aislamiento. Nuevo fracaso.
Entretanto, un amplio sector de la ciudadanía apoyó la declaración de la cárcel como Bien de Interés Cultural y se abrió un expediente. El Ayuntamiento, porque los milagros existen, optó por proteger en el Plan Urbano del año 2000 la fachada y el panóptico por orden del entonces alcalde Miguel Ángel Cámara, hasta que se consiguió la propiedad a cambio de otros solares.
Antes de eso, como explicó Francisco J. Medina-Albadalejo en un estudio hace años, urgía «la rehabilitación que el edificio exija para los nuevos usos que se consideren oportunos. Deberá preservarse y conservarse toda la estructura espacial y sustentante del interior». Salvo el panóptico, que era lo más valioso, parece que hemos llegado a tiempo de que los murcianos disfrutemos de un edificio que, gobernara quien gobernase, siempre causó tristeza, indignación y asco para tantas familias.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión