«Se olvida que la principal función de las acequias es transportar agua»
El máximo responsable de la histórica comunidad de regantes defiende que la supervivencia de la huerta pasa por «no ponérselo más difícil al agricultor evitando el inmovilismo»
Como el general romano Cincinato, Diego Frutos decidió aparcar en un momento determinado sus labores agrícolas para agarrar los papeles y entregarse a la ... gestión de la parcela común: aquella que administra la Junta de Hacendados de la Huerta de Murcia. Nacido en El Progreso en 1947, donde conserva su domicilio y tierras, ha ejercido de huertano desde su más tierna juventud, por una necesidad que rápidamente tornó en convicción. Siempre ha gozado de la fama de contar con mano izquierda, esa que deberá volver a demostrar en un momento en el que la huerta y su conservación han despuntado en la agenda política y judicial, a la espera de encontrar un consenso sobre cuál debe ser su modelo de futuro.
–La frase 'la huerta se muere' se ha convertido prácticamente en un tópico, pero ¿qué hay de verdad en ello? ¿Cuántas hectáreas de cultivo hay actualmente y cuántas se han ido perdiendo?
–Nuestra comunidad de regantes, que está inmersa en cuatro municipios, Alcantarilla, Beniel, Santomera y Murcia, aunque con mayor presencia en este último, se compone de unas 8.000 hectáreas de terreno, lo que se traduce en unas 72.000 tahúllas, de las cuales un 60% son cítricos y, el resto, terreno destinado a hortalizas o hierbas aromáticas, ahora muy en boga, como el cilantro, el eneldo o el perejil. Pero en términos absolutos no se han perdido tantas; hace más de medio siglo contábamos con unas 10.000 hectáreas, aunque en la actualidad muchas de las parcelas están calificadas como urbanizables. Pero es que, al final, esta ciudad se expande a costa de la huerta y son los planes parciales los que restan terreno cultivable.
–¿En cuántos propietarios se traducen estas cifras? ¿Cuántos viven de esta actividad?
–Contamos, aproximadamente, con unos 23.000 hacendados, de los que un buen porcentaje siguen dependiendo económicamente de la actividad agrícola, que localiza su producción más intensiva en la zona este, ya que el área oeste ha adquirido un tinte más residencial y de ocio. Pero es cierto que la trasmisión de la tierra, por medio de las herencias, va dividiendo las haciendas, haciendo cada vez más difícil que se pueda vivir de manera primaria de esta actividad. No obstante, eso no quiere decir que esas parcelas, si bien no tienen una gran estima económica, no tengan valor sentimental.
«En medio siglo se han perdido un 20% de hectáreas, porque la ciudad se expande a costa de ellas»
–Y, con estos mimbres, ¿de qué depende, a su juicio, la supervivencia de la huerta tradicional?
–Pues de la posibilidad de que sigan existiendo huertanos, y eso se consigue facilitándoles la vida; porque si no, no esperes que venga nadie a salvarla. Y esas facilidades pasan por crear infraestructuras adecuadas que permitan aprovechar al máximo el agua, que es un bien escaso, y con el mínimo esfuerzo de mantenimiento de los cauces. Para esto, es inevitable adecuarlos a los nuevos tiempos mediante canalizaciones ejecutadas de manera ordenada.
–Desde las entidades conservacionistas se ha defendido, sin embargo, que estas pretensiones no respetan los valores culturales y ambientales de la huerta tradicional...
–No soy yo, precisamente, defensor a ultranza de los entubamientos y los cimbrados, salvo en zonas urbanas en los que puedan ser imprescindibles. ¡Y mira que lo más sencillo es meter tubos! Pero hay otros sistemas de construcción, más difíciles de ejecutar, en donde el cauce puede permanecer a cielo abierto, el agua se ve discurrir, sus quijeros pueden tener vegetación, teniendo en cuenta, además, que la fauna acuícola no puede mantenerse en un entorno sin un caudal estable, por lo que bastaría con instalar unas pozas cada 50 metros. Eso sí, no estamos de acuerdo con que estas propuestas no sean acordes a los valores culturales y ambientales, ya que lo que consideramos es que estas asociaciones, de cuya buena voluntad no dudamos, muestran un desconocimiento total de lo que están defendiendo, ya que no quieren conservar la huerta, sino inmovilizarla y retrotraerla al estado que presentaba siglos atrás, lo que acelera su desaparición, a pesar de que el mundo ha evolucionado. ¡Ellos tienen buenos coches y utilizan aire acondicionado, entre otras comodidades, pero quieren que los huertanos sigan desbrozando con una corvilla y que vayamos a mondar con un legón!
«No soy defensor de los tubos, sí de canalizar ciertos cauces, y por ello me acusan de debilidad»
–Sin embargo, en sus palabras sí que se percibe un cambio de sensibilidad en la Junta, al compás de la evolución en la percepción social y de las necesidades ambientales, en lo que respecta a los entubamientos, pero sin renunciar a intervenir en las acequias con hormigón.
–Realmente no nos queda tanto que hacer, pero son actuaciones inevitables. No hay que olvidar que la principal función de las acequias es la de transportar agua, más allá de otras consideraciones, y que sufrimos problemas como los de la falta de civismo de todos aquellos que depositan en los cauces lo que les sobra, un mal hábito que tristemente se sigue manteniendo en la huerta. ¡Yo me he llegado a encontrar en mis tierras un cordero muerto! Pero es que, como defienden algunos, el nivel freático y la humedad de la tierra no se alimenta por el transcurso del agua, sino mediante el riego de las tierras y su cultivo. Pero si quieren, yo no me opondría a mantener determinados tramos con una apariencia propia de los tiempos del Rey Lobo.
Tribunales y licencias
–No obstante, ustedes han ido encontrando el rechazo en los tribunales a estos planes, principalmente ante la falta de licencia por parte de la Administración. ¿Cómo encaran el futuro ante esta situación?
–Pues con esperanza. Ni siquiera necesitamos que la Administración nos ayude, sino que nos dejen hacer, en base a una normativa más o menos acordada y homologada a los nuevos tiempos. Nosotros hemos solicitado licencias que se han demorado años y que nos han supuesto un grave encarecimiento de los trabajos necesarios. Eso nos ocurrió con la reparación de los sillares de la Contraparada, en los que las demoras dieron lugar a que pasaran por Murcia hasta dos DANA, que aumentaron los desperfectos y convirtieron un presupuesto de 60.000 euros en otro de 150.000 euros. Estas cuestiones deben resolverse en poco más de mes y medio para ser operativas, en vez de dar lugar a procedimientos sancionadores, judiciales y la posterior solicitud de una restitución sin sentido.
«Entidades como Huermur ni siquiera nos reconocen capacidad de decisión; se nos ningunea»
–Y a esta exigencia de licencia, que se debe adecuar a lo establecido en el PGOU, se puede sumar ahora un mayor nivel protección para las acequias por parte de la Comunidad Autónoma.
–¿Sabes lo que significaría eso en términos de burocracia? Supondría pedir autorización para cada pequeña actuación, como el cambio de un tablacho, compuerta o la reparación de una fisura, en la que deberían intervenir arquitectos, arqueólogos... Se generaría un perjuicio irreparable, contando que además estos trabajos debemos ejecutarlos nosotros como titulares y sin ayudas, que no tenemos claro que se nos concedieran, pese a que se nos habla de que la red de riego incluye elementos que deben ser conservados para el disfrute de todos. Esto es como meter un pájaro en una jaula y no ponerle agua ni comida.
–Pese a ello, entiendo que son conscientes de que existe un conflicto de intereses. ¿Se debe solucionar en una mesa con todos los actores implicados en la que se acepten renuncias?
–Pues nosotros no tendríamos inconveniente pero, dada la circunstancia de que las partes no son receptivas a negociar, nosotros nos debemos a nuestros hacendados, que es a quien representamos, ya que esto es una comunidad de regantes y nos piden actuar y que los defendamos en los tribunales si es necesario.
–¿Y por dónde discurre la propuesta que plantea la Junta?
–Cada tipo de cauce tiene su función y sus características y no se puede actuar en todos igual. En aquellos cauces de drenaje, que se encuentran a una cota inferior que las fincas adyacentes, y cauces de riego con una disposición similar se puede intervenir con muros de mampostería y de escollera, ya que no hay problemas de pérdidas naturales, pero en aquellas acequias de riego donde el cauce está por encima o a la misma altura que las tierras colindantes es necesario intervenir con canales de hormigón armado, con taludes de tierra natural y vegetación de ribera, evitando que las filtraciones perjudiquen a las parcelas. Esto se ha entendido en otros lugares, como, por ejemplo, la Vega Baja, y lo vemos con envidia.
–Eso es lo que se intentó hacer en la obra de la acequia de Benetucer, que se encuentra paralizada y supuso críticas por la eliminación de arbolado de ribera.
–Se trataba de un arbolado que estaba seco, teniendo en cuenta que este es un elemento vivo, que se planta, vive, se muere y se vuelve a plantar. Además, se trataba de ejemplares que habían descalzado el quijero y que, dado el sombraje, mantenían diversas parcelas inactivas y eso, finalmente, motiva la actuación de los propietarios. La dirección de la Junta no deja de ser una cadena de transmisión de lo que quieren los hacendados y de lo que nos exigen en el Juntamento. Y a mí, después, me acusan de mostrar debilidad por ese cambio de criterio del que hablábamos.
–En esa mesa de actores, ¿incluyen ustedes a entidades conservacionistas como Huermur o Huerta Viva?
-Nosotros consideramos como parte actora a aquellos que tienen responsabilidad de gobierno. Pero es que esas entidades a los que no nos consideran parte es a nosotros. Lo que no es normal es que el concejal de Urbanismo, después de paralizar una obra nuestra, se reúna con estas asociaciones y a nosotros nos cite seis meses después. No es normal que se nos ningunee, se nos quite el convenio, las subvenciones y se redacten los planes de huerta a nuestras espaldas. Nuestra sensación es, además, que un porcentaje de las personas que trabajan en esas asociaciones lo hacen en beneficio propio.
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