Cuando el sueño del Taibilla se convirtió en fértil realidad
Apuntes históricos sobre la obra faraónica que cambió para siempre la sociedad del Sureste español
Para comprobar que el cambio climático es una realidad científica no urge recurrir a sesudos estudios de expertos, que también. Basta con preguntarle a cualquier ... murciano del campo de Sangonera, donde se extraía antaño el mejor aceite virgen del país tras insufribles escardes, plagas y tediosas recolecciones, que por nadie pase. La respuesta es demoledora: las oliveras, que así se llama por aquí tan noble especie, se secan. Se agostan aún siendo plantas milenarias.
Publicidad
No hay árbol más fuerte, que se arranca y con cuatro raíces crece en otro sitio. Sin embargo, de no bendecirlos la última DANA, como ahora denominan lo que antes era una «tormenta recia», la cosecha sería tan escasa como la que llevan dos años padeciendo los agricultores. Y ya veremos hogaño. Incluso con la ayuda de goteros.
Ante panorama tan desolador, esta semana se conoce la noticia de que una parte del río Taibilla, desecada como tantos bancales de oliveras, resucita. La pregunta para muchos vecinos del común es: ¿Y qué es el Taibilla? Durante generaciones el nombre solo recordaba a la esposa de Salzillo, Juana Vallejos Taibilla, segundo apellido de su padre, quien sirvió al escultor para inspirarse en algunas obras.
Vamos a aclararlo. El Taibilla es un río que nace en Albacete, en el municipio de Nerpio, popular para tantos murcianos que allí disfrutan de segunda residencia. Quizá nadie lo conocería hoy, de no ser porque en 1927 se fundó la Mancomunidad de los Canales del Taibilla para derivar las aguas hasta Murcia, Cartagena y Orihuela. El Sureste español sería bien distinto de no haber existido esta genial iniciativa que logró superar, casi nada, las Dictaduras de Primo de Rivera y Franco, antes la República y la Guerra Civil, hasta convertirse en el canal cubierto más largo de Europa: 200 kilómetros medía cuando alcanzó la ciudad portuaria en 1945.
Publicidad
Por no escarbar mucho en la historia, se podrían citar antecedentes allá por el siglo XVI, como el canal de Huéscar (Granada) en 1537 o el proyecto de 1577 que intentó recoger aguas de Almería para traerlas a la Región. Iniciativa que incluso arrancó en 1618, aunque sin éxito. Es interesante anotar que en 1899, los ingenieros Ramón García y Luis Gaztelu, realizaron un estudio de las obras que era necesario acometer, sobre todo para «evitar las inundaciones». Y, ya puestos, extender los riegos a «regiones improductivas». El informe fue publicado en el diario 'El Heraldo de Murcia' un 15 de abril de 1899, cuando aún retumbaba el trágico recuerdo de la inundación de Santa Teresa del 15 de octubre de 1879.
Los ingenieros proponían la construcción del «Pantano de Taivilla», con una presa de 32 metros de altura y diez millones de metros cúbicos. Sobre el terreno, en lo tocante a desviar agua, poco descubrían. Ya ocho años antes, el periódico 'La Paz' daba cuenta del hallazgo de «un atajadizo» que realizó un vecino de Nerpio para regar 30 tahúllas de secano sin licencia «y a costa nuestra». Un precursor.
Publicidad
Esa obra gigantesca
Al Ayuntamiento de Cartagena se deben no pocos esfuerzos por captar aguas para la ciudad portuaria y su base naval. Por ejemplo, en 1913, cuando Mariano Vidal y Lucas Mallada concluyeron que las fuentes propicias que solucionarían tan urgente necesidad estaban en Albacete. Entre ellas, en Nerpio o el río Mundo.
Ese año, Emilio Arévalo, ingeniero de la CHS, concluyó el «proyecto del pantano del Taivilla» (con uve), llamado entonces Reina Victoria. En octubre, el diario 'El Liberal' contaba que la futura presa permitiría que las aguas, «en vez de irse todas al Segura, se saquen por un canal que entre por La Paca y de aquí a Totana». El periódico publicó un interesante informe, el 27 de junio de 1919 y firmado por Arévalo, que demostraba cómo el embalse beneficiaría, tanto para riego como para agua potable, a Murcia, Cartagena, Mula, Lorca, Totana, Alhama, Librilla, Alcantarilla y «el campo de Sangonera». En esa época se pagaba el aceite de Sangonera, por sus virtudes, más caro que el andaluz. El diario LA VERDAD anunció en 1925 la aprobación del proyecto, «obra gigantesca […] que aprovisionará en su vaso más de ochenta millones de metros cúbicos de agua», reduciendo el ímpetu de las aguas que arrollaban en tantas riadas los pueblos ribereños del Segura.
Publicidad
En datos, el canal beneficiaría a 40 municipios gracias a una conducción de 180 kilómetros que costaría 35 millones de pesetas. Una barbaridad. Pero al final, ya no sabemos si Arévalo llegó a soñarlo al principio, lograría dar vida a 80 municipios de Murcia, Alicante y Albacete.
El redactor, por explicar a los lectores qué suponía el proyecto, incluyó un gráfico que comparaba la altura de la presa con lo más popular para los murcianos: la torre de la Catedral. Y añadía otro detalle: el depósito que surtía entonces de aguas a la capital podía albergar 500 metros cúbicos, pero «con el embalse del pantano se podría llenar 150.000 veces». Por tanto, si el caudal era constante, con llenarlo 8 veces al día, sobraría agua «para un periodo de 51 años».
Publicidad
Tras muchas discusiones y no pocos estudios geológicos pasaron unos cuantos años. Las máquinas hincaron sus fauces de hierro en 1926. Pronto descubrieron problemas tectónicos, entre otros. Sería interminable enumerar los avances y retrocesos en el proyecto.
Hasta que en 1974 se inauguró la presa, justo medio siglo después de que comenzara la construcción del pantano, con una capacidad de 10 hectómetros. Y otros 50 años después, la Mancomunidad de Canales del Taibilla, como informó esta semana el maestro Manuel Buitrago en estas páginas, recupera un tramo de cuatro kilómetros desecado. Ya fluye el agua, sin perjuicio de los 14 municipios que dependen del caudal del Taibilla. Para aquellos remotos agricultores no habría mejor noticia. Ustedes denles agua, que ellos exprimirán de ella hasta la última gota. Antaño y hoy.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión