Plano San Francisco. El antiguo tranvía abriéndose paso a duras penas entre los peatones en el corazón de la urbe, en la bajada del Puente Viejo a la izquierda.

«Raro el día que no hay atascos en Murcia y demás calamidades»

La Murcia que no vemos ·

Los diarios históricos prueban que jamás ningún plan de movilidad logró evitar el caos circulatorio en la urbe

Domingo, 1 de septiembre 2024, 07:55

Nuevo plan de movilidad. Caos de tráfico en la alameda de Colón. Vecinos y comerciantes del Carmen enfurecidos. Críticas en los diarios. Y el concejal ' ... enrritao'. Pese a la actualidad que revisten estos titulares, pues hay cosas que nunca cambian, fueron publicados hace más de un siglo en el diario 'Heraldo de Murcia'.

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El 'Heraldo' enviaba en 1901 un recado al alcalde para que «se arreglen ciertos caminos vecinales, que son infernales, y sobre todo la alameda de Colón». En esa céntrica vía, según la misma noticia, «raro es el día que no hay vuelcos, atascos y demás calamidades. Es una vergüenza que dentro de Murcia suceda esto. ¿Se corregirá?».

Referencias en la prensa histórica se encuentran a montones. Con mayor frecuencia, ya avanzado el siglo XIX por el aumento de vehículos a motor. En 1922, como informaba el periódico 'El Tiempo', era la calle de San Patricio donde más problemas de atascos se producían, «entre carruajes que entran y salen y el tranvía que marcha en dirección opuesta».

«El tráfico es un mal endémico al que no hay forma de hincarle el diente», contaba Alonso

Esa vía recorría, como aún recorre, la espalda del edificio del Ayuntamiento. Su estrechez provocaba no pocos accidentes entre los transeúntes. Por eso, 'El Tiempo' proponía que fuera de un solo sentido. La idea no era improvisada.

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El alcalde Clemares llevaba un tiempo ideando fórmulas para reducir el trasiego de carruajes en la ciudad, «donde cada cual circula por donde tiene conveniente». El problema, aparte de los atascos, eran los pesados carros de transporte que destrozaban a su paso el adoquinado. En 1922 acababa de ser colocado en el Puente Viejo. Así que el primer edil prohibió la entrada a Murcia por allí.

Estas reformas, en cambio, no solucionaron el problema. El mismo diario clamaba dos años después por los continuos embotellamientos, «esas paradas que interrumpen el tránsito, que desesperan al viajero» y que provocaban «una corriente de protesta contra el atasco y contra la incuria y abandono de la Casa Municipal».

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El rotativo señalaba un nuevo punto negro para la circulación: la calle Frenería. E incluso aportaba el caso real de haber concurrido allí a un tiempo un automóvil de viajeros, dos o tres carruajes, dos carros de mulas y una carreta. Caos total.

1. En 1963, el problema de los atascos, según 'Línea'. 2. Frenería, en 1972, era un embudo para el tráfico.

Problema en la Frenería

Similar problema causó al año siguiente, 1927, la prohibición del tráfico por la calle Sociedad. De inmediato, otras zonas de la ciudad, como fue el caso de la calle Pascual, se vieron colapsadas.

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A semejante desbarajuste se sumó otro: los colapsos en las calles Frenería, Puxmarina, Arenal y el Puente Viejo con motivo de las Fiestas de Primavera. Y lo mismo ocurría en septiembre, con la Feria, sobre todo tras terminar las corridas de toros en La Condomina.

Una vez más, los diarios lamentaban que en esos atascos se pronunciaran «frases de mal humor que les lleva a extremos de proferir palabras que hieren la buena hospitalidad del pueblo murciano». Vamos, que se mentaban todas las castas.

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Como se las mentaron a los obreros que adoquinaron la plaza de San Pedro en 1928, pues tantos baches dejaron que era frecuente que los carruajes se atascaran. Las reformas urbanas, en todos los casos, aterrorizaban a la población con solo imaginarlas. A medida que se incorporaron a la circulación más vehículos a motor, las estrechas calles de la ciudad, como las describió un redactor del periódico 'Levante Agrario', se volvieron «imposibles». Sin contar la gran cantidad de carros y coches averiados o abandonados por doquier.

Las dimensiones de las vías públicas se convertirían con el tiempo y los atascos, aunque sin no poca desvergüenza municipal, en otra de las causas que propiciaron cargarnos la espléndida traza medieval de la urbe. Basta con recordar la apertura de la que nunca fue ni será una auténtica Gran Vía a comienzos de la década de los cincuenta del siglo pasado.

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Tampoco solucionó nada. En 1963 contaba 'Línea' que los atascos que se producían en la Puerta de Orihuela, «no los supera la calle peor organizada de Nueva York». El periodista Serafín Alonso lamentaba que Murcia sufría «un mal endémico al que no hay forma de clavarle el diente: el tráfico». Por aquél entonces se culpaba a los repartidores y empresas de transporte del problema circulatorio y de la «anarquía reinante».

El diario 'Línea' publicaba así el inicio de las obras de los nuevos accesos a la capital para solucionar el problema del tráfico.

Catas para nada

Casi una década más tarde, en 1971, comenzaron las llamadas catas para la ampliación de los accesos a Murcia por El Rollo, Espinardo, las carreteras de El Palmar y Alcantarilla y Monteagudo. Contaban desde el Ayuntamiento en 'Línea' que «este es el primer paso que se ha dado con vista a resolver el engorroso problema de los atascos de tráfico». Seguro.

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De entre todas las tonterías que se han escrito sobre la materia en la prensa murciana merece el premio a la barbarie un articulillo del diario 'Línea' cuyo redactor hoy casi acabaría ante un juez.

El rotativo se hacía eco de otra publicación inglesa que analizaba cómo conducían 110 mujeres. Según sus conclusiones, se las podía clasificar en tres grupos. El primero eran «las locas que avanzan como un toro fiado en su buena estrella».

El segundo estaba formado por las denominadas «distraídas, que piensan en todo cuando conducen menos en el automóvil». Y el tercero, que es el que viene al caso, lo constituían las «superprudentes, que con su lentitud producen atascos».

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Aunque no quedó ahí la insensatez. El rotativo concluía que «cuando vean venir un coche conducido por una chica, busquen la salvación en el portal más próximo. Siempre es pronto para morir». Para mear y no echar ni gota, señores.

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