Nos quieren vender la venda
El Ministerio de Cultura se plantea ahora colocar una red de seguridad en uno de los brazos del Cristo de Monteagudo, seis años después de que Huermur denunciara su mal estado
Ni los rayos ni las tormentas de piedra, ni las ruinas árabes donde se asienta, ni siquiera la petición al juez por parte de un ... grupo de juristas para que fuera desmantelado -al creerlo un símbolo religioso en un terreno público-, han podido con él en los últimos 71 años.
Pero es muy probable que el tiempo y sus inclemencias sí arrasen uno de los símbolos más populares de la vega murciana: el Sagrado Corazón que culmina el castillo de Monteagudo que está, más que nunca, hecho un auténtico cristo. Pero en minúscula.
Si los avatares del tiempo no sentencian la escultura, tranquilos. Para eso están las administraciones públicas. Ahora, más que vendernos la moto, que también, nos quieren vender la venda. La venda que, como publicó el otro día Rebeca Martínez Herrera en LA VERDAD, proponen colocarle al Cristo en una sus descascarilladas manos.
La idea no es evitar que siga cayéndose a pedazos. El objetivo es que los pedazos no caigan desde aquella altura donde el Sagrado Corazón abre sus manos como si exclamara: «¡Pero qué pijo estáis haciendo con el patrimonio!».
Ahora resulta que el Ministerio de Cultura «se plantea estudiar la colocación de una red de protección». Ni siquiera estudia. Se plantea estudiar. Han pasado seis años desde que Huermur, con acierto, denunció el caso.
-¿Y han necesitado más de un lustro para acordar colocarle una red?
-No. Solo para plantearse estudiar si la colocan.
El Ministerio, tras tan extenuante esfuerzo y ya puesto, le manda un 'recao' al Consistorio murciano. Lo señala como el encargado de restaurar la pieza. Aunque para ello debe firmar antes un convenio de cesión. ¿Y mientras no lo firme? Pues nada. Desde Madrid aseguran que solo el castillo es BIC y no la escultura: «No está protegida».
En el Ayuntamiento guardan silencio y aguardan. Como aguarda en un almacén otro Corazón de Jesús, el que antaño estaba en su hornacina del Salón de Plenos y ahora anda arrumbado en el Museo de la Ciudad. Al menos, no le sucedió como al primer Cristo que coronó Monteagudo.
Aquél era una obra de Anastasio Martínez y su hijo Nicolás, quien después fundiría en hormigón la actual. La escultura tenía diez metros y fue inaugurada en 1926. Casi año y medio tardaron en componerla. Pero bastó media hora para que el Pleno del Ayuntamiento de Murcia decidiera en 1936 hacerla volar por los aires. Literalmente.
Aquellos sutiles concejales incluso acordaron, sin pestañear, que se identificara a quienes habían costeado la escultura para que corrieran con los gastos de la dinamita. Explosivos que, por cierto, no solo hicieron añicos la obra; también se cargaron una bóveda del histórico castillo. Por toda la falda del cerro de Monteagudo aún pueden encontrarse partes de la antigua pieza. Pronto será difícil diferenciarlas de las que comienzan a caer, como inmensas lágrimas de piedra, del actual monumento.
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