Las agustinas se marchan de Murcia
Las últimas cuatro religiosas ya han solicitado a Roma su traslado a Valencia, dejando vacío el convento fundado hace cuatro siglos
Pronto se cerrará en Murcia una puerta que se abrió por vez primera hace cuatro siglos. Y al cerrarse, no será solo el portón de un convento lo que cruje, sino el propio corazón de clausura de la ciudad, ese que latía entre rezos, silencios y campanas. Las agustinas del Corpus Christi, las últimas guardianas de una fe inmemorial, hacen las maletas del alma. Y lo peor de todo: también las de su monasterio.
No habrá estruendo en este adiós. Ningún titular de escándalo. Solo la melancolía densa de lo irreparable, el rumor sordo de una pérdida que llega sin aspavientos. Hace un tiempo, las religiosas pidieron a Roma -al Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada- permiso para marcharse. La razón es tan sencilla como devastadora: solo quedan cuatro monjas, tres de ellas mayores y enfermas, en un convento enorme y silencioso. ¿Cuándo se irán? En cuestión de meses.
La orden ha decidido trasladarlas a Benigànim, un pequeño pueblo valenciano de apenas cinco mil almas, ellas que fueron durante siglos protagonistas discretas de todo un Reino: el de Murcia.
A ver: ¿Y por qué no se vienen las monjas aquellas a Murcia?
Ah, amigo mío… ahí está el quid de la cosa.
El monasterio valenciano, bajo la advocación de la Purísima y San José, fue fundado en 1611, cinco años antes que el de Murcia. Allí tampoco sobran las vocaciones, pero sí descansa la beata Inés de Benigànim, primera valenciana elevada a los altares. Su tumba atrae cada año a miles de devotos y las agustinas de allí -como quien custodia un tesoro- no están dispuestas a marcharse. Ni con agua caliente.
Así que se irán las nuestras, las que durante siglos tejieron desde la penumbra de sus rejas un tapiz invisible de oración sobre la ciudad. Se van, y con ellas se deshilacha una parte de ese hilo de misterio que hacía a Murcia más honda, menos de escaparate y más de alma. ¿Es que no hay en el mundo agustinas que quieren venirse a Murcia, con lo que bien que aquí se vive? Pues parece ser que no.
Ojalá, al menos, solo se lleven el aire y la memoria, y no alguno de los tesoros artísticos que alberga su monasterio, donde dormitan esculturas de Salzillo, Roque López y otras joyas de nuestra historia. Pongo por caso, la arqueta japonesa. A quien corresponda, que vaya desempolvando el inventario. Luego no decidme que no lo propuse. De momento, parece que el edificio será entregado al Obispado.
Sin embargo, su marcha traerá consecuencias más allá de la piedra. Se tambalea también una tradición de siglos: el traslado de Nuestro Padre Jesús Nazareno, el de los Salzillos, que cada Cuaresma abandona su iglesia para descansar, unos días, en la clausura de las Agustinas.
Desde tiempos inmemoriales, ellas han sido las camareras del Señor, las únicas autorizadas a custodiarlo en ese breve retiro, escoltado por la Brigada Paracaidista. Allí queda a cargo de las religiosas hasta que en la mañana 'colorá' del Miércoles Santo, entre sones de tambores sordos y carros bocinas, retorna la talla a su iglesia privativa.
Si las monjas se van y no pueden regresar siquiera esos días -porque no están ya para esos trotes-, la Cofradía y la Diócesis deberán repensar un rito que forma parte del alma de la ciudad. Y más vale que se den prisa, pues quizá el próximo año el convento ya sea solo un esqueleto de piedra sin espíritu, otro eco apagado de lo que fuimos. Total: Otra espada que penderá sobre nuestro maltrecho patrimonio.
Me viene a la memoria el lamento del poeta de Archena, Vicente Medina, quien con la sencillez del alma huertana expresaba la fatalidad del desapego de la tierra y el dolor de tener que marcharse del lugar donde uno nació: «Cuando mi horica me llegue, quiero morir en mi tierra, verla al cerrarse mis ojos y tener mi hoyico en ella.»
Las Agustinas del Corpus Christi, las que durante cuatro siglos fueron parte viva de la historia espiritual y social de Murcia, no podrán cumplir ese deseo. Se marchan a otro lugar, llevándose consigo la clave de bóveda de otro trocito de historia que perderemos.