Remota. Una de las fotografías más antiguas que se conservan del eremitorio de La Luz, en el llamado desierto de Salé.

Eremitorio de La Luz: un Sitio Histórico... que amenaza ruina

Claves para entender qué supone la aprobación como BIC de uno de los entornos con más historia de Murcia

Domingo, 25 de septiembre 2022, 07:44

La declaración como Bien de Interés Cultural del eremitorio de La Luz solo es un papel. Y, si no se imprime, ni siquiera eso. Pero ... es, sin duda, una espléndida noticia para nuestro esquilmado patrimonio histórico. Aunque resulta indispensable que, a partir de este instante, se aplique la norma con premura. Salvo que queramos tener un BIC con categoría de Sitio Histórico... en ruinas. Estas son algunas de las claves para entender qué se ha aprobado y cuáles son o deberían ser los próximos pasos.

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La parte restaurada

El BIC comprende el monasterio y el cercano santuario íbero de La Luz datado entre los siglos III y II antes de Cristo, la única parte recuperada y musealizada. Este santuario y su entorno es uno de los más importantes enclaves que se conservan en la península de la cultura íbera. Es el único espacio que fue restaurado por el Ayuntamiento, que lo hizo visitable con un centro de interpretación.

El Obispado retiró hace unos años varias tallas valiosas para evitar que se deterioraran

Está situado en un pequeño cerro, donde se levantaba un templo de influencia grecorromana. Se cree que allí se daba culto a la diosa Démeter. En el camino de subida había altares y el llamado odeón, un espacio dedicado a funciones teatrales y musicales.

Eremitas desde el siglo XV

Respecto al eremitorio, sin fuente fiable alguna a la que acudir, la tradición sostiene que un asceta llamado Higinio, allá por el siglo IX, se estableció en la sierra de Salé, en el valle del Hondillo.

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Las primeras referencias se encuentran mucho tiempo después. Uno de los primeros documentos sobre la existencia del lugar se remonta a 1429. En aquel año, el Concejo permitió a un ermitaño, de nombre Pedro Busquete, utilizar las aguas de un manantial ubicado en la zona.

Desde ese momento, el lugar atrajo a incontables eremitas que, en muchos casos, disfrutaron en vida fama de santidad. Y, en otros, tuvieron que padecerla. Como le sucedió al eremita Juan, quien ocupaba una cueva donde hoy se levanta la ermita de San Antonio el Pobre: tuvo que recluirse en un convento pues las continuas visitas no lo dejaban rezar.

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En 1528 Carlos I confirmó el establecimiento de la congregación de los llamados «hermanicos de la Luz» o ermitaños de San Pablo. La sierra se llenó de pequeñas capillas, hasta que se erigieron en comunidad en 1696.

¿Qué hacían allí los frailes?

Al margen de rezar, que de eso se hartaban, los eremitas estaban autorizados a la venta de escobas, frágil negocio que más tarde se ampliaría a la miel, al chocolate, a las aceitunas y al pan de carrasca. El chocolate de La Luz, contaba el escritor Antonio Segado del Olmo en 'Línea', allá por 1968, «es de avellana y exquisito. [...] Es un producto en el que queda el gusto de lo casero. De lo que está hecho con esmero sencillo... Comer un alimento 'no planificado' va siendo cosa difícil».

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¿Quién debe restaurarlo?

El Ayuntamiento de Murcia apadrinó el eremitorio durante la desamortización de Mendizábal para evitar su venta. Fue entonces cuando los frailes se convirtieron, de forma oficial, en «labradores» y funcionarios municipales que pagaban una arrendamiento. Tuvieron que abandonar el hábito, pero conservaron su hogar. De ahí data la propiedad pública del lugar, aunque la posesión recae, según la tradición, en el Obispado «mientras quede un fraile vivo».

Entrado el siglo XX, un Consistorio republicano intentó recuperar la finca. Pero las protestas de los murcianos disuadieron a los ediles. Aunque en 1936, con el inicio de la Guerra Civil, el edificio fue asaltado. Imágenes de Salzillo y un cuadro de Murillo se convirtieron en cenizas.

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Durante la última década del siglo XX solo quedaban en el monasterio tres frailes y tras la muerte del último, Manuel del Santísimo Sacramento, el obispo Reig Pla lo cedió a nuevos religiosos que, desde el año 2007, continúan la tradición, si bien desvirtuada en lo que a conservar la mayoría de las históricas devociones del eremitorio. Así las cosas, corresponde al Ayuntamiento de Murcia preservar y restaurar, esta vez por ley, el monasterio y su entorno.

¿Cuál es su estado?

Lamentable. La iglesia presenta numerosos desconchones y grietas en la gran cúpula y en el campanario. La humedad se extiende por pavimentos y paredes. Alguna ha sido repintada de forma burda. La clausura es un misterio, aunque quienes la han visitado aseguran que está peor que el templo. Otra incógnita es el estado de la cripta de enterramiento de la comunidad y las máquinas con las que preparaban chocolate de avellana. Chocolate que intentaron recuperar sin éxito los nuevos frailes.

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Casas mal alquiladas

El complejo está formado por otros edificios de finalidades bien distintas a la religiosa o cultural. Algunos fueron arrendados por los frailes a familias murcianas. Esta situación, por otro lado, resulta supuestamente ilegal por cuanto todas las casas que ocupaban pertenecen, con la ley en la mano, al Ayuntamiento de Murcia, cuyas arcas no perciben ni un céntimo por esos conceptos. La protección BIC se extiende sobre ellas.

Las tallas de la iglesia

Existe una colección de tallas vinculada desde antiguo al conjunto. Entre ellas, Nuestra Señora de la Luz, que da nombre al lugar y es una obra anónima del siglo XVIII cuyo niño se ha atribuido alguna vez a Salzillo.

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Junto a esta Virgen había otras piezas de singular valor. El Obispado decidió hace unos años trasladarlas al Palacio Episcopal pues temía, con razón, que sufrieran el deterioro del edificio. Entonces se dirigió al Ayuntamiento, propietario también de las imágenes, para informarle de ese traslado. Lo sé porque fui el encargado de gestionar aquella petición, comprobar qué piezas eran y cuál sería su destino. Pero esa es otra historia.

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