¿Y la corona de laurel de la Fama del Romea?
La Murcia que no vemos ·
El monumento, coronado por una joven representada como Dios la trajo al mundo, fue realizado por el escultor José Planes, otro olvidado en esta Murcia desmemoriadaCierta es la bipolaridad de esta amada Murcia de contrastes, de curiosas dualidades. Y otra prueba más de mi teoría es que, apenas un mes ... más tarde de que se creara el Museo Salzillo, se decidió retirar otra espléndida estatua.
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El Consejo de Ministros aprobó en 1941 que el inmortal escultor tuviera su anhelado museo en la capital. Pero en la reunión de la Junta Gestora del Ayuntamiento, fuera del orden del día, se acordó también desmontar «la estatua que remata el monumento a Fernández Caballero, de acuerdo con la petición formulada por Acción Católica». Así lo publicó LAVERDAD el 6 de julio.
El monumento, coronado por una joven representada como Dios la trajo al mundo y, por cierto, bien traída, fue realizado por el escultor José Planes, otro olvidado en esta Murcia desmemoriada. Fue inaugurado en 1935, coincidiendo con las Fiestas de Primavera. Luego vino la Guerra Civil y después la denuncia de los jesuitas que residían en el Palacio Fontanar, aledaño al Romea, y que cada día se encontraban de trompa con el desnudo.
Total, que fue retirada. Hasta que en 1959, siendo alcalde Gómez de Cisneros, el recordado Miguel López Guzmán, secretario entonces de la Cámara de Comercio, intelectual de pata negra y más listo que Cardona, propuso que se la cedieran para la Feria de Muestras.
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Gracias a eso recuperó actualidad la pieza cuando el alcalde Miguel Caballero anunció en 1965 en 'Línea' que deseaba reubicar la estatua arrumbada. En 1974, el concejal Ortuño exigió en Pleno que se volviera a colocar. Entonces, el hijo del escultor Planes anunció la restauración del monumento, incluyendo el retorno de la obra maldita. Eso sí, dos años más tarde seguía todo igual. Las cosas nuestras. Las obras se paralizaron por falta de presupuesto. Aunque al final fue inaugurada y hoy luce, por escribir algo, en una esquina de la plaza.
Vamos al caso. La cuestión es que sigue mutilada, sin la corona de laurel que le da significado a la pieza. Cualquiera que la vea puede concluir que alza su vacía mano izquierda, como si le pidiera a José María Rubiales, el dueño del cercano bar Parlamento Andaluz, el señero local que el año que viene cumple 30 años, que le despachara sus históricos bocadillos 'tránsfugas' y 'parlamentarios'.
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Y allí anda la pobre escultura, aguardando que le coloquen en su mano esa corona de laurel que tanto lució y que ahora, brazo en alto, nos denuncia cada día lo poco sensibles que somos con nuestra historia. Cualquier día, la Fama estirará su dedo corazón en improvisada peineta, como las que ya hacían los griegos, a ver si así alguien le hace caso. Que lo dudo.
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