El sepulcro con las esculturas ya recolocadas. F. S.

Hallan en un almacén de Murcia cuatro esculturas extraviadas de una tumba renacentista

El sepulcro del obispo Almeyda luce ahora su diseño original en la iglesia de San Esteban tras recuperarse las piezas arrumbadas en una nave

Jueves, 7 de diciembre 2023, 07:13

Si el obispo Esteban de Almeyda, que dirigió la Diócesis de Cartagena entre 1546 y 1563, levantara la cabeza podría contemplar su sepulcro de mármol ... tal y como lo ideó. La tumba, referente de la escultura funeraria renacentista en la Región, acaba de recuperar las cuatro esculturas que adornaban sus esquinas, tras haber permanecido en un almacén más de 40 años sin que nadie reparara en ellas. Una serie de casualidades han permitido que el imponente túmulo, que se expone en la sacristía de la iglesia de San Esteban, en Murcia, luzca ahora igual que se montó hace casi cinco siglos.

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De la intervención se han encargado Félix Santiuste, recién jubilado como arquitecto de la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad Autónoma, y Francisco Javier Bernal, responsable del Centro de Restauración, adscrito a la Consejería de Cultura. El sorprendente hallazgo se dio a conocer en la última conferencia organizada por la Real Academia de Alfonso X, dentro de su ciclo de divulgación.

Las imágenes, talladas al parecer en Italia, quedaron separadas del conjunto durante unas obras en 1982, y se perdió el rastro

La historia tiene desde sus inicios cierto toque rocambolesco, porque el sepulcro de este obispo, que impulsó la llegada de los jesuitas a Murcia, ha tenido un intenso trasiego. Recuerda Santiuste que, aunque la pieza, inspirada en la urna funeraria del Papa Sixto IV, fue un encargo personal de Almeyda, el prelado no llegó a verla terminada. Falleció en 1563, y la sepultura no la entregó su autor, el artista de origen italiano Bartolomé de Lugano, hasta 1572. Así que Esteban de Almeyda fue enterrado en el oratorio del colegio de la Compañía de Jesús, en el edificio que hoy día ocupa la sede de la Presidencia regional. Una vez que se dispuso del túmulo funerario, quedó instalado en el ábside de la iglesia de San Esteban. Pero poco tiempo después se cambió de emplazamiento, eso sí, dentro del mismo templo. Aunque se desconoce la fecha exacta de ese traslado, la información recopilada por el arquitecto en el Archivo de la Catedral apunta a que pudo ser a finales del siglo XVI o principios del XVII, coincidiendo con la aplicación de las normas litúrgicas emanadas del Concilio de Trento.

Entre las nuevas directrices se estableció despejar de este tipo de enterramientos las capillas mayores de los templos, para que los fieles pudieran seguir sin obstáculos visuales los oficios religiosos. Así que el sepulcro se desmontó y cada uno de los elementos que lo formaban (incluidas esas cuatro esculturas) quedaron empotradas de manera arbitraria en un arco de mampostería en el lado del Evangelio de la iglesia. Y así permaneció hasta el año 1982, cuando se abordó una primera restauración del edificio religioso. Entonces, la sepultura volvió a recomponerse para ser depositada en la sacristía, aunque en esa operación perdió las esculturas de las esquinas, que representan a los Padres de la Iglesia San Agustín de Hipona, San Ambrosio de Milán (ambos en la cabecera de la tumba), San Jerónimo de Estridón y San Gregorio Magno (a los pies).

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Ni Santiuste ni Bernal saben con exactitud qué pudo ocurrir. Pero lo más probable es que los encargados de armar el conjunto no repararon en que aquellas cuatro tallas de mármol también formaban parte del sepulcro, y acabaron en un almacén de la Comunidad junto con otras piezas de los altares de la iglesia desacralizada de San Esteban.

La hornacina donde estuvo empotrado el conjunto hasta 1982; dentro del arco aparecen dos de las piezas y, sobre el frontón, las otras. Sobre estas líneas, dos de las tallas cuando fueron desembaladas en el Centro de Restauración. A. R. / F. B.

Cien kilos del mejor mármol

La sorpresa saltó el pasado verano, cuando, al vencer el contrato de alquiler de la nave, se decidió enviar todo el material allí guardado al Centro de Restauración para su clasificación y catalogación. Cuatro de los bultos embalados contenían las piezas, cada una de ellas de 80 centímetros de alto y un peso de casi cien kilos. Al destaparlos, Bernal descubrió la calidad de las obras y avisó a Santiuste, que en 2018 dirigió los trabajos de mejora y acondicionamiento de San Esteban como sala de exposiciones. Tras revisar abundante documentación, dieron con la clave: identificaron las piezas como parte del diseño original del sepulcro del obispo Almeyda. «Son unas esculturas de una factura artística soberbia, como todo el conjunto. Presentaban un buen estado de conservación y apenas tuvimos que hacerles alguna pequeña reparación y una limpieza superficial», recuerda Bernal. La información recopilada apunta a que pudieron ser talladas, en mármol de Carrara, en algún taller del norte de Italia.

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A partir del hallazgo se puso en marcha un proyecto para devolver las cuatro imágenes al túmulo, recuperando así el aspecto que tuvo en 1572. La operación no resultó sencilla, ya que cada una encaja en una determinada esquina debido a la forma tronco piramidal de la base del sepulcro. Para ello hubo que realizar unas reproducciones en poliestireno expandido, con la ayuda del taller Amando Fundición de Arte, para comprobar cuál era el sitio exacto. El público podrá disfrutar de ellas esta Navidad, cuando San Esteban abra sus puertas para mostrar su belén.

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