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Marina, una joven guardia civil, observa la condecoración recibida ayer por su padre, José Lucas, en la Plaza Belluga.

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Marina, una joven guardia civil, observa la condecoración recibida ayer por su padre, José Lucas, en la Plaza Belluga. vicente vicéns / agm

Con el mismo espíritu que hace 175 años

La Benemérita celebra el día de la Virgen del Pilar en la plaza Cardenal Belluga de Murcia, donde se impusieron 65 condecoraciones

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Viernes, 11 de octubre 2019

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Una libélula pululó durante varios minutos entre las autoridades y guardias civiles que estaban puestos en pie mientras sonaba 'La muerte no es el final', el himno en homenaje a los agentes que dieron su vida por España. La libélula revoloteó por el centro de la plaza Cardenal Belluga durante el tiempo que duró la canción. Algunos asistentes la miraron sorprendidos por la perseverancia del insecto en permanecer en ese lugar batiendo sus alas al ritmo de la música memorial. Desde la antigüedad, la presencia de una libélula significa poder y equilibrio. Son dos aspectos que la Guardia Civil puede asumir como propios tras 175 años de existencia, y que este viernes sacó a relucir coincidiendo con los actos de la festividad de su Patrona, la Virgen del Pilar, en la que se impusieron 65 condecoraciones a agentes retirados, en activo y oficiales. El solemne acto, frente a la Catedral, atrajo a decenas de personas que presenciaron el desfile de los agentes acompañados con la música de la banda de Infantería Marina que interpretó, entre otras piezas, el pasodoble de Las Corsarias 'La Banderita', 'La muerte no es el final' y el himno de la Guardia Civil.

El coronel jefe de la Quinta Zona, Jesús Arribas, recordó en su discurso un episodio ocurrido en 1850 en Castellón en el que cinco guardias civiles auxiliaron al conductor de un carruaje que se había quedado atrapado en un barranco a consecuencia de una riada. Con ese relato, en el que alabó la valiente actitud de los agentes, el coronel jefe quiso hacer un paralelismo con las recientes riadas ocurridas en la Región a consecuencia de la gota fría. «Con el mismo espíritu que hace 169 años, 1.083 agentes, con más de un centenar de vehículos, participaron en las operaciones de desalojo preventivo primero, y rescate y auxilio después, en las inundaciones del pasado mes. Cumplimos nuestro 175 aniversario orgullosos de nuestros orígenes, de donde venimos y lo que somos: el cuerpo más antiguo que de forma ininterrumpida ha venido desarrollando sus funciones». Arribas reconoció la labor de los servicios de emergencias de la Comunidad, de los ayuntamientos, de la UME, así como de los responsables de la Aemet y la Confederación Hidrográfica del Segura. «Sus exactas previsiones posibilitaron que fuéramos por delante del agua, sin duda fue la clave del éxito», indicó.

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El coronel jefe de la Quinta Zona destacó que las tradiciones y principios que conserva la Guardia Civil son la base que les impulsa a los desafíos del futuro y que pasan por los delitos en internet. «Las cifras en ciberdelincuencia van en ascenso y suponen ya el 7,1% del total de los delitos hasta enero y con una progresión del 20,7% respecto a 2018». Para atajar ese aumento, la Dirección General del Cuerpo ha iniciado una colaboración con 14 universidades, entre las que se encuentra la UMU, para captar talentos entre los estudiantes de las facultades de Informática. Para ello se ha puesto en marcha un concurso en el que los participantes, 70 de la UMU, deben resolver ciertos retos. Los ganadores regionales pasan a un concurso nacional y de ahí al europeo. «De esa manera concienciamos a los alumnos que en el futuro formarán parte de los departamentos de ciberseguridad de las empresas, y por otro captamos el potencial que la universidad atesora y que necesitamos en nuestra lucha», explicó Arribas, quien presidió el acto junto con el delegado del Gobierno, Francisco Jiménez.

En su alocución, Jiménez hizo un reconocimiento a los 1.950 profesionales de la Guardia Civil repartidos en los 41 puestos de la Región que, han realizado este año 625 auxilios y rescatado a 1.017 personas.

«Durante sus 175 años de existencia, la Guardia Civil se ha dedicado a ayudar a los ciudadanos y siempre ha estado actualizándose para servir. Por eso es una de las instituciones más valoradas por los ciudadanos». Indicó que en las dos últimas ofertas de empleo se ha aumentado el número de plazas «con el objetivo de cubrir todos los puestos», y añadió que se ha hecho una subida salarial, «lo que se ha podido», y que la meta es «seguir aumentando las retribuciones».

Asimismo, manifestó que la Guardia Civil es la única garantía de seguridad que existe en algunos pueblos y ejerce la responsabilidad de la seguridad ciudadana en el 84% del territorio. El acto, al que también acudió el presidente de la Asamblea Regional, Alberto Castillo; el alcalde de Murcia, José Ballesta; la consejera de Transparencia, Beatriz Ballesteros, y el presidente del TSJ de la Región Miguel Pasqual del Riquelme, concluyó con el izado de la bandera en La Glorieta por el Día de la Fiesta Nacional, que se celebra este sábado.

Alejandro Urteaga. Vicente Vicéns / AGM

Alejandro Urteaga, víctimade ETA, recibe la Cruz del Mérito con distintivo rojo

Una granada anticarro cayó junto al guardia civil murciano Alejandro Urteaga. A causa de la onda expansiva quedó incapacitado para seguir ejerciendo su profesión. Antes de ese momento, a primera hora de la mañana del 21 de noviembre del año 2000, llevó a su hijo de tres años a la guardería. Llegó al cuartel de Irún, en Guipúzcoa, a las 8.45 horas. Se estaba poniendo el uniforme para empezar el servicio en la oficina, cuando una de las cinco granadas que lanzaron desde un vehículo tres miembros del comando 'Guruncha' de la banda terrorista ETA se estrelló contra la fachada y abrió un cráter de varios centímetros de diámetro. Tras esa pared estaba Alejandro. Otra cayó en el patio de un colegio, donde varios alumnos hacían gimnasia, pero afortunadamente no explotó. Las otras tres estallaron en la calle sin provocar daños personales.

Alejandro fue el único herido de aquel atentado. «Vi un fogonazo. La onda expansiva me lanzó cuatro metros hacia atrás y caí al suelo. A partir de ahí, no me acuerdo de nada hasta que desperté en el hospital». El ataque fue en realidad una parte de un plan mucho más cruel. La intención de los etarras, detenidos dos años después, era sorprender a los agentes con una bomba trampa colocada en el coche desde donde lanzaron los explosivos y asegurar el mayor número de muertos posible. No lo consiguieron porque los artificieros lograron desactivarla ocho horas después. Pero Alejandro ya no volvió a ser el mismo. Una de sus rodillas, la espalda y los tímpanos quedaron gravemente lesionados. Con el tiempo se han ido reproduciendo más secuelas por la onda expansiva. «Me han extirpado la vesícula», explica.

Sobrevivió al atentado pero eso hizo que, dos meses después, ETA le incluyera en su lista de amenazados de muerte. «Tenían mi nombre, mis apellidos y la matrícula de mi coche. Iban a por mí». Cuando recibió la incapacidad total, pidió el traslado a Murcia y se marchó con su familia. Ayer recibió la Cruz al Mérito de la Guardia Civil con distintivo rojo, una insignia que se impone a agentes que han sido víctimas del terrorismo estando en acto de servicio.

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