La red de estancos se amplía en Murcia, veinte años después, a través de las pedanías
Hacienda subasta este otoño tres nuevas expendedurías de tabaco en base a unos criterios de ubicación que los estanqueros dicen «no tener claros»
«¿Un cigarro?¿Que si quiero o que si tengo?». Pocos servicios controlados por el Estado tienen una mayor capilaridad en todo el territorio que ... el de venta de tabaco, dada la naturaleza adictiva de su consumo y la gran capacidad que posee este producto para generar ingresos públicos. Dos décadas han pasado desde la concesión de la última licencia para la apertura de un estanco en el municipio de Murcia. En aquel momento la red, bajo monopolio estatal, se amplió por la capital con un nuevo establecimiento en la avenida de Europa.
En esta ocasión, será turno para las pedanías, ya que los tres nuevos despachos que serán adjudicados este otoño -junto a otros 197 en toda España- deberán ubicarse en Monteagudo, Los Dolores y La Alberca. Será la primera vez que este proceso se desarrolle mediante subasta pública, en la que «el único criterio de adjudicación sea el de la puja más alta», tal y como recoge el anuncio publicado por el Ministerio de Hacienda en el Boletín Oficial del Estado (BOE).
El municipio cuenta en la actualidad con 67 de estos establecimientos, 48 de ellos ubicados en barrios de la capital
Los criterios en los que se basa la decisión del Gobierno de ampliar la red son, según se indican en la misma publicación oficial, «comerciales, de rentabilidad, de servicio público, de distancias entre expendedurías y de población».
Sin embargo, cuando se pregunta por ello a los estanqueros de las zonas afectadas, se limitan a encogerse de hombros, extrañados por que haya sido su pedanía, y no otro punto del municipio, el elegido para ello. «La verdad es que en esta ocasión no hemos conseguido descifrar los motivos a los que se ha atendido», confiesa Amador Vicente, presidente de la Unión de Estanqueros de la Región.
Si bien el crecimiento poblacional de Murcia ha sido constante desde hace años, el consumo de cigarrillos ha caído en los últimos lustros hasta prácticamente la mitad, tras la ofensiva de las autoridades sanitarias que se inauguró en España con la ley contra el tabaquismo y la prohibición de su consumo en los locales públicos. «El descenso en la venta de cajetillas, ya estabilizado, se ha ido compensando, sin embargo, en la facturación con la subida de precios, contando que el 80% son impuestos», reconoce López.
Si bien la red mantiene su capilaridad, perderá en los próximos años su carácter familiar tras la eliminación de las licencias vitalicias
Los números dicen, a pesar de esta tendencia a la baja, que las tres nuevas concesiones llevarán al municipio a alcanzar los 70 estancos, lo que permite hacerse una idea de la amplitud de la red a lo largo y ancho de su término. De hecho, hasta 19 de ellos -que se convertirán en breve en 22- se encuentran en pedanías. Esta capacidad de penetración en el territorio es uno de los principales rasgos del negocio, que, pese a sus implicaciones sanitarias, fue declarado como «actividad esencial» cuando la irrupción de la pandemia obligó a confinar al global de la población en sus casas. «Con los nervios a flor de piel, no parecía lo más adecuado restringir el consumo a la ciudadanía; de hecho, en aquel momento subimos ventas e, incluso, nos encontramos con problemas de abastecimiento», explica José Bautista, estanquero de segunda generación y propietario junto a su hermana de la expendeduría Torre Alcayna, en Churra. Este establecimiento constituye un ejemplo perfecto de la capilaridad de esta actividad que sigue fomentándose. «Nacimos en el 68, cuando alrededor no había más que tahúllas y tahúllas de huertos y contábamos con unas ventas pequeñas, acordes con el tamaño de la población», comenta Bautista. A día de hoy, el desarrollo urbanístico y las vías de comunicación lo han colocado al lado de un importante punto de paso, lo que ha influido positivamente en su negocio.
Si la penetración territorial ha sido uno de los rasgos intrínsecos de esta actividad, el otro ha sido su histórico carácter familiar. José, como tantos otros, heredó el negocio de su padre, cuando las licencias tenían aún naturaleza vitalicia y pasaban de progenitores a hijos. Sin embargo, una reforma de su régimen, a mediados de los 2000, limitó las concesiones a 25 años a partir de cualquier traspaso, incluido el 'post mortem'. De hecho, la nueva subasta lanzada por el Ministerio cuenta con dicha limitación temporal, improrrogable aunque la titularidad pase por varias manos. Lo que si se mantiene es que solo pueden optar a ellas personas físicas.
Cambios de vida y hábitos de consumo a través de un mostrador
«Dame uno que no me perjudique mucho», le suelta un cliente habitual a José Bautista, al entrar por la puerta de su estanco en Churra. La vida tras el mostrador permite ver de cerca los cambios en la sociedad de un pueblo y de sus hábitos de consumo. «Cuando empezamos, nuestra clientela era gente mayor que gastaba poco; en los 80 y 90 se incorporó la mujer y hoy tenemos un público diverso, con bastante gente joven», explica Pepe, conocido así por amigos y clientes, una línea que muchas veces se difumina.
Pepe procura contar con una amplia oferta de productos y marcas que atraiga a los fumadores a su establecimiento, huyendo del 'aquí te pillo, aquí te mato' de las máquinas expendedoras. «En los últimos años han entrado los cigarrillos electrónicos y el tabaco de liar ha ganado cuota por el ahorro», señala. Más sorprendente es el pequeño resurgimiento que la pandemia ha traído en la venta de sellos: «La gente mayor vuelve a escribir cartas», aclara. Eso sí, Pepe no fuma; en casa del herrero, cuchara de palo.
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