Encontrar pisos de alquiler por menos de 600 euros, misión casi imposible en Murcia: «Es inviable independizarse»
La subida del precio del metro cuadrado, que supera el 30% tras la pandemia, golpea sobre todo a los jóvenes
«Yo quiero vivir en mi pueblo, al lado de mi familia y de mis amigos», cuenta Belén, una joven de Cabezo de Torres ... de 29 años que ha pasado los últimos meses buscando un piso de alquiler. «Pero desde que empezaron a construir hace unos años, como mi pedanía está cerca de Murcia, todo el mundo quiere vivir ahí. ¿Y ahora qué pasa? Que yo me tengo que ir», lamenta. Ella ha sufrido en los últimos meses el mismo trauma que atraviesa antes o después casi toda su generación: encontrar una vivienda digna que ella y su pareja puedan permitirse. A poder ser, en las mismas calles donde ha crecido. «Pero era una situación totalmente imposible. Y estoy hablando del Cabezo, yo no quiero vivir en la Catedral».
La historia de Belén es una de las tantas que genera la crisis de los alquileres. Una de las innumerables luchas que hay contra unos precios que crecen de forma imparable en Murcia. El coste empezó a subir en febrero de 2022, con la recuperación tras la pandemia, cuando el metro cuadrado se había estabilizado durante meses en torno a 7 euros, según el informe de precios del portal inmobiliario Idealista. Ya alcanza los 9,3 €/m², una subida del 31% en apenas tres años y medio. Esta escalada provoca una emergencia social que afecta sobre todo a la ciudad y las pedanías más cercanas, donde el mercado de la vivienda se ha convertido en una jungla, con mensualidades que convierten el deseo de independizarse en casi un imposible para los jóvenes, que perciben los sueldos más bajos.
«Es una locura»
De hecho, la Región registra la sexta tasa más baja por comunidades de menores de 30 años independizados, según el último informe del Observatorio de Emancipación. Esta situación se agrava en el municipio de Murcia, con los precios más altos. «Por debajo de 600 euros no existe nada en la ciudad. Y si lo hay es algo muy malo o en una zona muy mala», confirma Miguel Ángel Rodríguez, de la inmobiliaria murciana RK Inmotasa. «En Cabezo de Torres es inviable encontrar algo digno a no ser que pagues 800 euros. La mayoría son pisos enanos de 40 o 50 metros, donde no entra un mínimo de luz por la ventana», explica Belén, que durante su larga búsqueda se ha topado con todos los obstáculos del mercado. «Es una locura absolutamente. Se mezclan muchos factores, encima mi pareja es marroquí y los prejuicios lo complican todo», cuenta esta joven, cuyo trabajo de autónoma conlleva una inestabilidad que también choca con las altas exigencias de solvencia económica que piden caseros e inmobiliarias.
«Nos planteamos incluso irnos a la zona de la costa, porque hay casas que están muy bien, cuestan unos 500 o 600 euros y no son tan pequeñas. Pero nos encontramos que son alquileres temporales y solo buscan a militares o funcionarios», añade esta joven, que renunció pronto a la idea de vivir cerca de casa. Aún no se quita de la cabeza algunas de las viviendas que se encontró en horas infinitas buceando por portales inmobiliarios. «En El Ranero, había una vivienda entre 500 y 600 euros que se notaba que era un local comercial, con su cristalera aún en la fachada y un sofá-cama para dormir. En Corvera, recuerdo una casa que vendían como tipo 'loft', sin ninguna pared ni puertas, el váter y la bañera al lado de la cama, la tele en el techo. Costaba 450 euros».
En general, encontrar piso de alquiler por menos de 600 euros al mes es imposible en la mayor parte del municipio. En Idealista, el portal con más anuncios, hay unos 600 pisos ofertados en la ciudad y las pedanías más próximas. Pero solo cuatro de esas opciones tienen al menos 40 metros cuadrados y cuestan en torno a 550 euros: uno en el casco histórico (San Juan), otro en el barrio del Carmen, otro en el Espíritu Santo de Espinardo y un estudio en El Puntal con cama plegable, donde si el inquilino se acuesta llega a poner una sartén en la vitrocerámica. De esos cuatro, solo dos alcanzan los 60 metros.
«Desde el centro hasta Espinardo está todo muy elevado. Por ejemplo, en El Ranero, por 600 euros se puede encontrar un dormitorio, por dos a partir de 700 y tres desde 800. Si te vas a Juan Carlos I, eso se incrementa», insiste Miguel Ángel Rodríguez. El experto apunta que hay diferencias entre zonas. El sur es más económico que el norte, mientras en barrios próximos al centro puede variar mucho: «En zonas marginales, con pisos muy antiguos, puede que veas alguno a 600 euros». Viviendas más asequibles ya son una utopía en la ciudad, una especie en extinción que solo se encuentra en pedanías como «Beniaján, Torreagüera, Los Garres o El Palmar».
Los pisos vuelan
Sin embargo, los alquileres vuelan. Aunque la oferta es cara, sigue muy desbordada por la demanda. «Los alquileres, si están en su precio, no duran publicados ni 24 horas. Con los dos últimos que he tenido aquí en El Ranero, a las tres horas ya cancelaba la publicación porque tenía más de 30 y 40 clientes que atender. Y eso es lo que hace que suban los precios», defiende el comercial de Inmotasa. Por eso, Rodríguez no tiene claro que esta ascensión se acabe frenando, aunque reconoce que «los precios ya están altos y a la gente le cuestan una parte considerable de sus ingresos». «Pero mientras tengan necesidad, pagan más de lo que las cosas valen, así que, mientras que no haya vivienda, lo normal es que pueda seguir subiendo», concluye.
«Está todo imposible. Nada de lo que encontraba bajaba de 600 euros y eran pisos pequeños. Y yo teletrabajo, así que si paso 24 horas en 50 metros, acabo mal», suspira Belén tras encontrar al fin un hogar en condiciones en Javalí Nuevo, en el otro extremo del municipio. «He tenido una suerte tremenda. Lo encontré de casualidad en Milanuncios por 500 euros. Es un particular, nuestros caseros responden a todo», celebra esta joven.
Una brecha generacional
Belén se siente aliviada por no tener que abonar fianzas desorbitadas o el mes de comisión a la inmobiliaria, un pago que le han llegado a pedir en alguna ocasión pese a ser ilegal. Por experiencias así, Belén insiste en que la búsqueda de piso es un proceso que «psicológicamente te deja hecho polvo», pero cree que hay una brecha en la sociedad. «En otras generaciones mayores, veo que no son conscientes de lo que supone poner los alquileres a cualquier precio», valora esta autónoma, mientras que supone un suplicio del que no se libra casi ningún joven de su edad.
«Yo lo hablo mucho con mis amigos. Todos somos personas normales, que nos hemos criado en un pueblo, con trabajos normales, pero aun así es inviable independizarse», concluye Belén. Y pese a todo, se considera una privilegiada: «De mi grupo de amigos se han emancipado solo los que son funcionarios. Con todo el trabajo que les ha costado conseguir su plaza, claro, pero ellos sí se han podido meter en una hipoteca y comprarse una casa. El resto estamos, con perdón, comiendo mierda».
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