Vista del cerro de Monteagudo desde el Centro de Visitantes. javier carrión / agm

La apuesta patrimonial de Cartagena, un espejo para la restauración en Monteagudo

Las obras en el castillo, iniciadas al ralentí, no entusiasman a unos vecinos escépticos; los trabajos requerirán de una inversión 10 veces superior a la ya aprobada

Pedro Navarro

Murcia

Domingo, 30 de enero 2022, 08:09

La Catedral de Murcia como reflejo del Cristo y el Castillo de Monteagudo; o lo que es lo mismo, el patrimonio barroco de una urbe ... que hunde sus raíces en el medievo y en la huerta. Esta es una de la principales imágenes de la campaña turística que el Ayuntamiento de Murcia ha llevado a la Feria Internacional de Turismo (Fitur). Pero mientras que el espectacular templo católico es el atractivo patrimonial más visitado del municipio, la fortaleza andalusí no es ni siquiera accesible para el público, al menos si no es colándose furtivamente. Y no será porque, a pesar de las dificultades, no exista interés de los foráneos por este llamativo conjunto arqueológico, ya que no es extraño encontrarse con turistas merodeando por los alrededores, e incluso preguntando «dónde se adquieren las entradas» para el 'tour'. Al final, la silueta al fondo de la gigantesca estatua no deja de ser un reclamo que entra solo por los ojos.

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«Ahora, con la pandemia, ha bajado la afluencia, pero antes de la Covid pasaban por aquí a diario una treintena de visitantes, y los fines de semana se acercaban al centenar; muchos de ellos eran extranjeros que llegan con la idea de que este edificio es la entrada a la fortaleza», señala Tomás, ordenanza del Centro de Visitantes, ubicado en una zona bastante degradada de la pedanía. «No se acaban de creer -para mal- el estado en el que se encuentra esto», añade.

¿Cómo es posible que un conjunto arqueológico con el importante potencial turístico como este haya quedado en el olvido durante décadas a pesar de que fue declarado Patrimonio Nacional en 1931? Más aún con un ejemplo tan reciente como el de Cartagena, que ha conseguido rehabilitar su rico patrimonio, con el Teatro Romano a la cabeza, y convertirlo en todo un reclamo para visitantes. No fue hasta hace dos semanas cuando se iniciaron los trabajos de la primera inversión de calado que una administración realiza en esta fortaleza del siglo XI. Se trata de un contrato de unos 800.000 euros, adjudicado por el Ministerio de Cultura y Deporte -ya que se trata de una propiedad estatal- para intervenir en la cara sur del monumento, donde se encuentra el mirador, con la finalidad de limpiarla, consolidar cimentaciones, evitar desprendimientos, acondicionar accesos e instalar sistemas de videovigilancia, que evitarán intrusiones como la del pasado miércoles, cuando las caras de Lenin y Stalin colgaron bajo el Cristo.

Este primer paso a su musealización no acaba de despertar, sin embargo, siquiera las emociones de aquellos que han convivido toda la vida con esta situación de desidia: los vecinos de la pedanía, escépticos en relación con cualquier proyecto de este tipo y a la repercusión sobre la economía del lugar. No lo acaba de ver Luci, propietaria del bar Albertos, al que suelen entrar visitantes preguntando cómo subir al Castillo. Tampoco lo ve Sergio, camarero del Saint Café: «Muchos residentes ni siquiera lo aprecian como si fuera patrimonio, para ellos solo es 'el Santo' y tienen una convivencia complicada con todo lo que no sea eso». «Posiblemente queda trabajo por delante de crear conciencia sobre la importancia de este monumento, aunque es difícil hacerlo cuando se ha invertido tan poco en él hasta ahora; así, es normal que lo valore más la gente de fuera, cuando se sorprende al encontrarse con él», añade Ramona, empleada de la Confitería Guerrero. De ello dan fe José y Alvaro, dos inmigrantes uruguayos recién llegados a Monteagudo, que subieron al monte al poco de llegar.

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«Vendemos la huerta como reclamo turístico. Pero, ¿qué enseñamos? No hay producto», lamenta Huermur

Viendo esta falta de entusiasmo, parece procedente plantearse si es la falta de un clamor popular en favor de esta causa la que ha mantenido en el letargo hasta tiempos recientes cualquier apuesta seria en pos de su restauración. «Yo me movilicé por ello en los 80 y en los 90 desde mi entonces puesto de arqueólogo municipal y fracasé», reconoce Julio Navarro, investigador de la Escuela de Estudios Árabes, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Navarro, que trabajó hace varios años en las excavaciones en el Castillejo, cree que en el tema de Monteagudo han jugado en contra dos cuestiones: la primera es que es un proyecto que «no toca las cosas de comer», ya que cualquier beneficio económico para la población se dibuja a largo plazo. La segunda es que, en general, «no se ha visto clara la posibilidad de sacar una rentabilidad política ni partidista al sueño de un gran parque en estos años, que permitiera vehicular esta inquietud». «En Cartagena han funcionado otras coordenadas y la puesta en valor ha funcionado bien por oposición territorial a la capital», subraya.

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«El castillo más singular de la zona se nos cae a pedazos y luego vamos a Fitur y queremos vender turísticamente la huerta: eso se llama empezar la casa por el tejado. Cuando no se ha cuidado la oferta del patrimonio, más allá de la Catedral; ¿qué le puedes enseñar a la gente? No hay producto», apunta Sergio Pacheco desde la Asociación para la Defensa de la Huerta y el Patrimonio (Huermur), subrayando que, al menos en la última década, ha surgido cierta conciencia ciudadana en torno a estos asuntos.

Álvaro y José, dos nuevos vecinos, en una terraza a los pies del Castillo. javier carrión / agm

Promesas e inconvenientes

Uno de los principales protagonistas de las actuaciones que han arrancado en los últimos tiempos en relación al yacimiento es Marco Antonio Fernández. Pedáneo en su día de Monteagudo, empujó desde la Junta Municipal primero, y desde la concejalía de Pedanías después, para que arrancara el proyecto. «La desafección que se ve en parte de la población con este asunto tiene dos causas: la primera, el escepticismo ante una eterna promesa que no se abordaba; y la segunda, que si bien no se perciben estos avances, los vecinos sí encuentran las dificultades para el desarrollo urbanístico que conlleva un sitio histórico».

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«Desde el equipo de Ballesta hemos estado peleando por el proyecto de las Fortalezas del Rey Lobo: gastamos más de 3,5 millones de euros en expropiaciones y logramos la inclusión en los Presupuestos Generales de lo que se acomete ahora», explica Fernández, sin olvidar que el Plan Director del Castillo cifra en 12 millones las actuaciones para hacerlo visitable, con dos fases de trabajo más.

«El entonces ministro José Guirao apostaba por inversiones anuales de al menos un millón para que avanzara; el reto es que cuando acaben los 8 meses de este primer contrato los trabajos no se detengan, dejando el Castillo cerrado 'sine die'», añade.

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De hecho, fuentes municipales aseguran que se le ha solicitado apoyo al Ministerio para impulsar «de una vez por todas» los proyecto de recuperación del yacimiento de San Esteban y de Monteagudo, que «supondrán un verdadero revulsivo al turismo de nuestro municipio». El vicealcalde Gómez añade, además, que se están explorando vías de financiación a través de los fondos europeos. Solo el avance de las obras puede dar lugar a un círculo virtuoso: aquel en el que el proyecto avanza de la mano de la ilusión y exigencia de la ciudadanía.

Huermur solicita un estudio y obras para conservar el Cristo

Desprendimientos del hormigón de los dedos y desaparición de parte de una falange; estructura interior de hierro a la vista; brechas en las juntas; herrumbre en la corona; desconchones que pueden dar lugar a filtraciones... Estos son algunos de los daños constatados por Huermur en la gigantesca estatua del Sagrado Corazón de Jesús que corona el Castillo de Monteagudo. Con el inicio de los trabajos de restauración de la fortaleza, la entidad conservacionista ha exigido al Ayuntamiento de Murcia, a través de un escrito, que «proceda a la inspección e informe del estado actual de conservación de la escultura». «Debe además asegurar las debidas condiciones de seguridad, salubridad, accesibilidad y ornato público, ejecutando a la mayor brevedad las obras y actuaciones necesarias», añade, subrayando que «la propiedad de la figura corresponde al Consistorio, según lo informado por la Administración General del Estado y el Tribunal Supremo».

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