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Lunes, 5 de diciembre 2022, 01:59
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La vieja tienda ciezana de La Pilindra, situada entre las calles San Pedro y Diego Tortosa, junto a la basílica de Nuestra Señora de la Asunción, ha completado una historia que se ha prolongado más de 170 años. Su dueña, Mari Carmen Perona Cayuela –descendiente de los fundadores del establecimiento en 1853– echó a mediodía del sábado el cierre definitivo, después de acceder a una merecida jubilación tras cerca de 40 años de vida laboral.
Desde el corazón del casco antiguo, este negocio se convirtió en un auténtico lugar de encuentro y de conversación entre vecinos, de consultorio y de tertulias y, a menudo, hasta de refugio durante los momentos más críticos de la historia. Aún hoy, articulistas ciezanos como Joaquín Gómez Carrillo comentan que sus abuelos les contaban que La Pilindra era aquella tienda imprescindible a la que había que acudir a comprar tabaco para liar o hacerse con buenos puros de La Habana.
La tienda, que era la más antigua de la ciudad, comenzó vendiendo loza y cerámicas, según explica Mari Carmen Perona, aunque poco después de la Guerra Civil española fue reconvertida en un estanco en el que también se ofrecían productos de mercería y de droguería.
Expendeduría de tabaco, con la licencia número 4 de Cieza, continuó siendo hasta los años noventa del pasado siglo XX. A partir de ahí, el establecimiento continuó abierto, pero ya solo como droguería y mercería. Con lágrimas en los ojos, Mari Carmen se apresuraba el sábado por la mañana a atender a sus últimos clientes que, con el reclamo de 'liquidación total por cierre', podían hacerse con artículos de primeras marcas prácticamente a mitad de precio.
Pero no de todos esos productos se piensa deshacer la dueña de esta añeja tienda, porque a lo largo de la historia ha ido guardando una muestra de los más característicos, como las medias que utilizaban las mujeres de los años 40 y 50, viejas placas de afeitar de hojalata, una colección de esencias fabricadas por sus propios padres y abuelos, legendarias cajetillas de tabaco de Celtas Cortos, Philips Morris o Marlboro, y antiguas mantillas de seda de color negro que todavía hoy son utilizadas por las mujeres para salir en procesión vestidas de manolas.
Sobre lo que ocurrirá con el local a partir de ahora, Mari Carmen comenta que su idea y la de su familia es ponerlo en venta. Aliviada, anuncia que los vecinos de la parte superior han arreglado la vivienda, por lo que a medio plazo no se augura un posible derrumbamiento del inmueble.
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