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Un operario de la empresa Albaladejo trabaja en La Encañizada de La Torre.
Un operario de la empresa Albaladejo trabaja en La Encañizada de La Torre. Alexia Salas

Los científicos rechazan la apertura de las golas como solución al Mar Menor

«Sería darle la puntilla», opina Ruzafa sobre la propuesta de Vox, y para Pacto por el Mar Menor «sorprende que no se pida cumplir la ley que habría evitado el desastre actual»

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Domingo, 22 de diciembre 2019, 07:52

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La apertura de las golas del Mar Menor, ¿muerte o salvación de la laguna? El debate aletea de forma intermitente desde los estrados políticos hasta las barras de los bares. En ambos escenarios siempre hay alguien que defiende con vehemencia clarear las aguas enviando maquinaria pesada para ensanchar los tres canales de comunicación entre la albufera y el Mediterráneo.

Los científicos creen que sería su defunción, y zanjan el debate con una oposición frontal y sin fisuras a la posibilidad de aumentar los caudales que intercambian actualmente los dos ecosistemas. Para el científico Julio Mas, «sería una chapuza pretender diluir el agua del Mar Menor con la del Mediterráneo porque no solucionaría nada, ya que el problema está en lo que recibe la laguna a través de los drenajes continentales». Mas apela al «principio de precaución. No podemos prever el impacto que tendría en el sistema de intercambio de aguas, y eso es muy peligroso, tanto como experimentar un tratamiento de choque con un enfermo grave», advierte el doctor en Biología.

«Acabaríamos de rematarlo», coincide el catedrático de Ecología Ángel Pérez Ruzafa. La singularidad de la laguna reside en que «ha tenido transparencia porque las golas estaban abiertas con restricciones, por eso es heterogéneo en su hidrodinámica», explica el presidente del Comité Científico del Mar Menor. Ese relativo aislamiento del mar mayor es lo que le proporciona el escudo de «la hipersalinidad, por eso la entrada de agua dulce del freático nos obliga a actuar», sostiene el investigador. Según las mediciones de la tesis doctoral de Julio Mas, antes del ensanchamiento realizado en 1975 en el Estacio para que fuera navegable, el índice de salinidad llegaba al 53%. Tras el dragado, bajó a niveles de entre el 42% y el 47%, más próximo a la del Mediterráneo, que oscila entre el 37% y el 39%, lo que provocó la entrada de especies invasoras que antes no podían sobrevivir en aguas tan salobres. «La 'Caulerpa prolifera' -el alga oreja de liebre- se expandió, volvió anóxicos los fondos y contribuyó a reducir especies típicas del Mar Menor, como el mújol», recuerda Ruzafa. La nacra ('Pina nobilis'), protegida aún por la salinidad, tenía en la laguna y en el delta del Ebro sus últimas reservas. «Había más de un millón de ejemplares, y ni el 5% ha sobrevivido» a la última mortandad, señala la profesora Francisca Jiménez.

«El dragado de los canales lleva a la reducción de las tasas de renovación de agua en la laguna», dice el investigador Pérez Ruzafa

A pesar de la inequívoca postura del sector científico, Vox lo ha vuelto a reclamar esta semana, aunque con la propuesta precisa de «abrir los canales a su dimensión de 1950», lo cual no deja de sonar contradictorio, pues las aperturas en esa fecha eran menores que actualmente, ya que el Estacio se ensanchó en 1975. Aún así, el portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, insta al Gobierno a «mantenerlas en ese estado» y a «construir un drenaje que anule el efecto agrícola para poder continuar a pleno rendimiento con esta actividad motor de la economía murciana».

La directora general del Mar Menor, Miriam Pérez, no secunda la petición porque «no lo apoya el Comité de Asesoramiento Científico, pero sí trabajamos en un proyecto de recuperación de artes de pesca en el Ventorrillo, que incluiría recuperar unos centímetros, y también trabajamos para recuperar el calado de Marchamalo».

A Isabel Rubio, de Pacto por el Mar Menor, le llama la atención que «no se ponga el foco en las causas que han llevado a este ecosistema único al altísimo nivel de eutrofización y que no se exija con igual contundencia que se cumpla la ley que habría evitado el desastre actual».

De Marchamalo al Ventorrillo

No es la primera vez que a alguien se le ocurre 'desabrochar' otro ojal en la costura que aísla la laguna del Mediterráneo. Ya ocurrió en 1762, cuando se concedió permiso a la congregación del Real Hospital Santa Caridad de Cartagena para hacer una nueva rotura en La Manga a la altura de Calnegre para instalar otra encañizada, pero la naturaleza se puso terca. Las algas dificultaban la pesca y se decidió trasladarla 1.500 varas -unos 1.250 metros- al sur, pero los temporales se empañaron en aterrarla, así que desde antes de la toma de la Bastilla ya corría su mala fama, sentenciada con el nombre de Marchamalo. Es la única apertura artificial y la situada más al sur.

Al norte del Estacio, la principal entrada de agua, se encuentran las tres golas naturales del Ventorrillo, La Torre y El Charco, todas con tendencia a sedimentarse, por eso es difícil navegar si no es con kayak o con un marinero autóctono. En La Torre, el concesionario de la única encañizada en activo tiene que arrancar constantemente una 'chupona' para mantener un calado suficiente para el paso de los peces, que caerán en el laberinto de cañas. El mantenimiento de mínimos en la columna de agua es la única excavación que consiente la postura científica.

Para el biólogo del Centro Oceanográfico de Murcia Juan Manuel Ruiz, «recuperar el calado de las golas a como estaba en 1950 no causaría un efecto cuantitativamente significativo como para cambiar la hidrodinámica lagunar, las tasas de intercambio efectivo con el Mediterráneo y, por tanto, los tiempos de renovación del agua. Pero abrir canales de dimensiones inaceptables tendría escasa efectividad, como advierten estudios previos del Instituto Español de Oceanografía realizados entre 2016 y 2017 para la Comunidad Autónoma». El investigador recomienda «para este entorno único y de singular belleza como son las encañizadas, solo proyectos de recuperación de la pesca tradicional con divulgación, educación ambiental y un uso científico». Advierte de que «otro planteamiento que implicara su desnaturalización supondría el fracaso absoluto y mayúsculo de la sociedad murciana y su incapacidad de preservar su propio legado natural y cultural».

Ruiz señala además hacia los efectos negativos en el Mediterráneo de una posible salida masiva de aguas del Mar Menor: «Afectaría a la extensa pradera de poseidonia oceánica, que ya ha sido profundamente degradada entre El Estacio e Isla Grosa».

Unas mareas únicas

Los expertos coinciden en que con la apertura ya no sería el Mar Menor, sino una bahía semicerrada de aguas turbias, pues la renovación de las aguas no estaría asegurada por su particular hidrodinámica. «La laguna de Venecia renueva el agua en una semana, otras en un mes, pero el Mar Menor es la única que lo hace en ocho meses, aunque no de forma homogénea», recuerda Ruzafa. Para mover los 725 hectómetros cúbicos de la laguna intervienen mareas influidas por vientos locales y cambios en la presión atmosférica. Según el estudio de Francisco López, dirigido por el profesor Javier Gilabert, «el tiempo de residencia del agua en la cubeta norte y el litoral interior de La Manga es de entre tres y cuatro, mientras que el de la cubeta sur ronda los seis meses, pero en el fondo puede ser superior a los ocho meses». Pues bien, el profesor Ruzafa concluyó en su estudio sobre el modelado de la calidad de las aguas que «el dragado de los canales lleva a la reducción de las tasas de renovación del agua dentro de la laguna y, en los casos de mayor impacto, esa reducción puede llegar a la mitad de la existente antes del dragado». Es decir, ampliar canales actuaría en contra de ese pretendido saneamiento de caudales.

Expone en el informe que el dragado «puede tener consecuencias en las comunidades asentadas en zonas ribereñas y en la estabilidad y dinámica de las playas. Puede afectar a los movimientos de peces con efectos negativos en las capturas en los artes fijos».

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