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Catalanes de aquí

Catalanes de aquí

Diez oriundos de la zona más caliente de España, residentes desde hace años en la Región, relatan la «tristeza» con la que viven en la distancia el desarrollo de los acontecimientos hacia el 1-0 y la «decepción» por ser «excluidos» del llamado derecho a decidir: «Es todo un teatrillo para conseguir el 'cuponazo' catalán»

Daniel Vidal

Murcia

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Domingo, 24 de septiembre 2017, 07:53

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Juan Regis, chef del afamado restaurante La Cerdanya, en el cartagenero barrio de Los Dolores, tuvo que salir al comedor con «siete manos izquierdas» cuando escuchó que uno de los comensales de una de las pocas mesas del local clamaba irritado después de ver una carta plagada de nombres y apellidos catalanes. Muchos más de ocho: «¿Vino del Penedés también? ¿Es que el restaurante es catalán? ¡Yo me voy de aquí, no quiero nada!», bufó. Dos horas después de un extenso y exquisito periplo culinario por la gastronomía tradicional y de temporada de la zona más caliente de España en estos momentos, el gesto del cliente en cuestión había sufrido una profunda metamorfosis. Como el de aquel otro comensal cercano a la independencia de Cataluña, de vacaciones en Mazarrón y encantado con este rincón de Gerona en Cartagena, que hace unas semanas entró por la puerta hablando emocionado en catalán cerrado y el chef le contestó en español de aquí. No le importó demasiado al 'indepe', porque al día siguiente repitió de nuevo en La Cerdanya para apretarse un suculento plato de 'cap i pota' -guiso típico catalán- con permiso de los lagrimones que le caían por las mejillas. «El hombre se sintió como en casa fuera de su casa», ilustra el chef. Quizá vuelva pronto, aquel cliente, que seguro que regresó a Cataluña con un mejor concepto de esa España de la que algunos se quieren 'divorciar'. Regis (Puigcerdá, Gerona, 1958), que llegó a Cartagena en 1979, está convencido de que el nacionalismo no solo se cura viajando. «También comiendo».

Juan Regis. En la Región desde 1979

«Si me duele a mí ver cómo quitan banderas españolas del Parlament, que soy catalán, ¿cómo no le va a doler a uno de Patiño?»

Juan Regis.
Juan Regis. J. M. Rodríguez / AGM

Para este prestigioso cocinero, «la mesa es un espacio para la felicidad donde no puede entrar la política». Una norma cada vez más sagrada en muchas familias. Pero él llegó a plantearse «cambiar el nombre al restaurante» tras la última visita a Cataluña en agosto pasado y está pensando seriamente colocar una bandera de España (procedente de una fragata de la Armada) en el balcón del local. Porque, de un tiempo a esta parte, por muchos esfuerzos y muchas manos izquierdas que despliegue en su pequeña fábrica de satisfacción, «el rechazo a todo lo catalán lo noto incluso en las cuentas del restaurante desde hace un año y medio. Y no he cambiado nada», lamenta. Regis, sin embargo, llega a entender ese rechazo por parte de cierta población española y murciana «cuando una señora diputada se pone a retirar banderas españolas del Parlamento catalán. Eso me duele hasta a mí, que soy catalán, ¿cómo no le va a doler a un señor de Patiño?», se pregunta.

«A ver el próximo golpe por dónde me viene», teme Regis, que se define como «catalán y español», y asegura que en las conversaciones con amigos, además de hablar de cómo va el Barsa, «también comentamos la vergüenza ajena que nos da la situación a la que se ha llegado en Cataluña. Lo vivo mal», se sincera el chef, que ya ha enviado «dos cartas al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (sin respuesta) para que me explique por qué me priva de mi derecho a decidir sobre el futuro de mi tierra». Sí tienen voz y voto en teoría casi 300.000 catalanes residentes en el extranjero. No los catalanes 'españoles'.

¿Derecho o privilegio?

Catalanes residentes en la Región de Murcia (nadie sabe el número exacto), o en cualquier otra comunidad, como es el caso de Juan Regis, que ni siquiera están contemplados en el supuesto censo elaborado por el proyecto separatista como votantes para el referéndum ilegal planteado para el próximo 1 de octubre. 'La Verdad' ha reunido a diez de estos oriundos catalanes, afincados en la Región, para comprobar cómo viven en la distancia el 'procés', más enconado que nunca.

César Nebot. En la Región desde el 2000.

«Para dar con una solución hay que volver primero a la legalidad: el objetivo último es conseguir el cupo catalán»

César Nebot.
César Nebot. G. Carrión / AGM

«Yo visité el otro día la web que dijo Puigdemont, metí mis datos y no estoy registrado. Me han excluido, y a mis hijos, y a toda España. No es un derecho a decidir de todos, es el privilegio de unos cuantos. Lo verdaderamente progresista es que todos tengamos los mismos derechos. Todo esto es un gran teatrillo, una gran 'performance' para conseguir el cupo catalán al estilo del cupo vasco. El 'cuponazo'. Un chantaje». Así de claro se expresa el economista César Nebot (Barcelona, 1974), profesor de Economía en el Centro Universitario de la Defensa de San Javier, quien aclara, eso sí, que en sus 17 años en la Región de Murcia «nunca» se ha sentido excluido por sus raíces catalanas. «En Cataluña se están repartiendo carnés de catalanidad y eso es muy grave», opina Nebot, quien participaría en un supuesto referéndum «legal y pactado con el Estado», si lo hubiera, aunque se opone a una Cataluña independiente que Nebot cree «posible». Ahora bien, explica que la «factura» de ese nuevo e hipotético estado independiente, con sus nuevas estructuras públicas, sería de «44.000 millones al año», y eso «no lo han explicado». Sí, «sería posible, pero sería un desastre económico, y también para España, aunque España tendría más capacidad de superación que Cataluña», apunta. Y recomienda: «Viajar es fantástico para quitarse tonterías localistas y provincianas».

Es prácticamente la misma línea de opinión que expresa el abogado Sergio Marco (Barcelona, 1976), que se siente «defraudado» por el hecho de que «el Govern no cuente con aquellos catalanes de nacimiento y de raíz que trasladamos nuestra residencia, pero seguimos manteniendo allí familia y propiedades, como es mi caso, y quieran desconectarse sin contar con nosotros. Esto es un fallo grave porque en todas las elecciones democráticas se tienen en cuenta a los censados fuera. Aquí no se nos considera, pero sí puede votar cualquier residente inmigrante, extranjero o español. Tampoco se han establecido unos parámetros razonables», asegura.

Sergio Marco. En la Región desde 1994

«Me siento defraudado porque el Gobierno catalán no cuente con los catalanes del resto de España; ni ellos mismos reconocen la nacionalidad catalana»

Sergio Marco.
Sergio Marco. N. García / AGM

Marco, como Nebot, también piensa que «cuanto más se viaja, y a mayor nivel cultural, menos sentimiento independentista». Es la sencilla fórmula de este letrado, hijo de un policía nacional murciano destinado en su día a Cataluña, criado en el Eixample, que vino a Murcia para estudiar primero de Derecho... y se quedó para unos cuantos lustros. Y los que quedan. Hoy es profesor de Derecho Procesal en la Universidad de Murcia y coordinador de la Sección de Derecho Internacional Privado del Colegio de Abogados de Murcia. «Aquí soy el catalán, y allí soy el murciano», coincide con con prácticamente todos sus compañeros de páginas. Sergio es el único de los siete hermanos (uno de ellos mosso d'esquadra y otro guardia urbana) que vive fuera de Cataluña y reconoce que en su familia también hay quien «ha tonteado con la independencia, aunque al final ha sido un apoyo a cualquier causa con tal de cambiar lo establecido como consecuencia de la crisis y los problemas de la sociedad catalana».

Marco se opone a participar en un referéndum, siquiera pactado, «en el que solo vote Cataluña». La soberanía «reside en el pueblo español», como recuerda César Nebot. Sergio Marco, eso sí, está más próximo a una consulta en toda España «de la que luego se saque una lectura de Cataluña. Y votaría 'no' a la independencia, porque no creo en los nacionalismos. No creo que la solución a los problemas del Estado sea la creación de un nuevo estado», observa. Arremete además Marco contra la consulta planteada para el 1 de octubre, a la que se pretende llegar pisoteando leyes catalanas y españolas y atropellando derechos. «Si el propio Estatut de Autonomía de Cataluña te dice que para modificarlo hace falta la mayoría de tres cuartas partes del Parlament, no puede ser que con una mayoría simple, la mitad más uno, no solo cambies el Estatut, si no todo el sistema legal. No es democrático imponer una mayoría mínima sobre la otra para alterar cosas esenciales», ilustra.

Además, este abogado, casado y padre de dos hijas (murcianas), siente «decepción y tristeza» por ver cómo se exhibe sin problema en su barrio de Barcelona la estelada, «que no hace mucho se asociaba con los atentados de Terra Lliure, mientras se tacha de fascista a una persona que lleva un polo con una bandera de España». Aunque la tristeza la compensa de vez en cuando en Murcia este seguidor del Barsa con los goles de Leo Messi, unos canelones que él mismo se marca en la cocina (quizá no tan buenos como los de Juan Regis) o una señora 'calçotada' en el restaurante de turno. Y para desconectar -en el buen sentido de la palabra-, unas buenas dosis a todo volumen de Sopa de Cabra, Sangtraït y Els Pets (Los Pedos), sus grupos musicales catalanes favoritos. «No soy tanto de la época de Serrat», zanja Marco.

David García. Llegó a Cehegín en 1982

«Vivo esta situación como la separación de dos amigos, con tristeza y la frustación de haber sido totalmente excluido del proceso»

David García.
David García. V. Vicéns / AGM

David García (Barcelona, 1965), en cambio, sí. Y también de Lluis Llach, a pesar de que el cantautor defiende hoy la independencia desde el escaño que ganó con Junts pel sí y está lejos de los postulados políticos de este delegado comercial barcelonés residente en el barrio murciano de La Flota. Una cosa no quita la otra. García llegó a la Región poco antes de cumplir la mayoría de edad, en 1982. Concretamente a Cehegín, donde estaba localizada la empresa de sacos para cemento de la que se hizo cargo su padre, que luego reconvirtió el negocio en una fábrica de cajas de cartón para conservas. David García trabaja hoy para una empresa catalana de fragancias, aunque los acontecimientos que se están desarrollando en los últimos días en su tierra de origen le huelen especialmente mal. Él, concretamente, lo ve «como la separación de dos amigos», con «tristeza y frustración».

A diferencia de Juan Regis, David García no ha percibido «rechazo al catalán» como tal en la Región, aunque sí «ciertos comentarios aislados sobre los catalanes que pueden llegar a doler». Eso sí, más de una vez ha tenido que dejar claro que es «catalán, pero no independentista; esto a veces hay que explicarlo». García también se ve como uno de los «catalanes excluidos del proceso, totalmente olvidados por el Govern», aunque «me sienta muy murciano después de más de 30 años viviendo aquí». Sin embargo, sigue teniendo sus «raíces catalanas. Mi madre es catalana, mantengo mis relaciones allí, y para mí es muy triste que no se cuente con los muchos catalanes que hay viviendo en el resto de España. Si no había suficientes motivos, este es uno más que me separa del movimiento independentista. Además, es muy contradictorio viniendo de un movimiento nacionalista. Priorizan al ciudadano de Cataluña, sea de donde sea, por encima del catalán. 'Oiga, que yo he nacido allí'».

«También es muy contradictorio que, si las leyes han surgido del parlamento, y el parlamento ha sido elegido democráticamente, ¿cómo puedes iniciar un proceso democrático en contra de las leyes?», se pregunta David García. «Estaría bien tener un poco de sensibilidad para tratarlo desde el punto de vista político, aunque el Gobierno del PP también obtiene rédito político de esta situación y de su defensa ferviente de la unidad de España», observa este padre de dos hijos. Tanto David García, como Sergio Marco, tratan de que sus zagales (murcianos) «no pierdan el contacto con la cultura ni con el idioma catalán».

«Tender puentes»

Prácticamente la mayoría de los entrevistados entienden las «legítimas» aspiraciones independentistas de cierta parte de la sociedad catalana, pero también observa David García, por ejemplo, que en Cataluña hay «una diversidad infinita de opciones» más allá del 'sí' o el 'no', «aunque ahora mismo hay mucha presión, y se nota en la celebración de la Diada, que es una fiesta popular de la que se ha adueñado el independentismo». También coinciden los entrevistados en reiterar la necesidad de «tender puentes» entre los gobiernos responsables de sacar al país de este atolladero. Porque nadie quiere imaginar una Cataluña independiente por mucho que el presidente de la Generalitat y adalid del 'procés', Carles Puigdemont, llegue al punto de salir a un balcón a realizar una declaración unilateral el día 2 de octubre. «Una declaración de independencia fallida, sin reconocimiento internacional, sin efectividad jurídica ni práctica... Será en todo caso una manifestación tan poco reconocida dentro y fuera como el 'pseudoreferéndum'».

Alejandro Chavero. Vive en la Región desde 2014

«Estoy es como si un calvo con cáncer se gasta el dinero en ponerse pelo: la independencia no es prioritaria»

Alejandro Chavero.
Alejandro Chavero. F. Manzanera

Son también mayoría quienes piensan que la independencia no es la solución a los problemas de Cataluña, que no son pocos, y que además, precisamente, «hay que gastar el dinero en solucionar esos problemas, como el desempleo, la vivienda o el terrorismo. Es como el calvo que tiene cáncer y se gasta lo que tiene en ponerse pelo», resume de manera elocuente el futbolista del FC Cartagena Alejandro Chavero (Barcelona, 1984), que también ha pasado por el UCAM y el Real Murcia, entre otros equipos de la Comunidad Valenciana, y que tiene «a toda la familia» [de origen andaluz] en Cataluña. «Partiendo de la base de que la política no me gusta mucho, creo que la independencia no es una prioridad», zanja el centrocampista.

Xavier Julià. Llegó a Murcia en 1992

«Yo también tengo derecho a votar en un referéndum en el que se decida el futuro de Cataluña; no quiero la independencia, pero sí que la gente pueda expresar su opinión»

Xavier Julià.
Xavier Julià. N. García / AGM

El fisioterapeuta y entrenador de fútbol Xavier Julià (Gerona, 1961) llegó a la Región de Murcia en 1992 después de pasar por Madrid y el Real Madrid, donde compartió vestuario con estrellas de la talla de Míchel y Butragueño. «Fuera de Cataluña siempre me han tratado excelentemente bien, y también en Madrid», afirma Julià, quien cree que el rechazo al catalán fuera de Cataluña es algo que también «intentan vender los radicales». La tensión que se vive en los últimos días en su lugar de nacimiento, esa «olla a presión», como define César Nebot, no afecta a Julià en su día a día, pero cree que la situación actual es como una «cerilla a punto de prender por culpa de uno y otro bando político, que están llevando a la gente a puntos de no retorno». «Muy arraigado a Cataluña», este ciudadano «del mundo» también deja claro que tiene «derecho a votar». «No soy partidario de la independencia, pero sí de dar la oportunidad de que la gente se exprese en un referéndum pactado. Este es ilegal», sentencia. «Catalán y murciano», Xavier Julià también es padre de «dos hijas murcianas» y tan amante de los canelones como del pollo con cigalas y la escudella (cocido catalán), y es de los que cree que «somos más fuertes juntos que separados».

Clotilde Agero. En Yecla desde 1981

«La sociedad catalana siempre ha sido tolerante pero buena parte se está volviendo xenófoba»

Clotilde Agero.
Clotilde Agero. C. A.

También piensa así Clotilde Agero (Béjar, Salamanca, 1951), que se mudó a Tarrasa siendo una niña y estudió la carrera de Medicina en Barcelona. Allí vivió más de dos décadas para después recalar en Yecla, donde recientemente se ha jubilado como jefa del servicio de Urgencias del hospital Virgen del Castillo. «Todo lo que estoy viendo desde hace semanas me da bastante pena», lamenta Clotilde, que no se imagina una Cataluña fuera de España como tampoco se hubiera imaginado nunca que la cuerda entre Madrid y Barcelona se llegara a tensar de esta manera. «Los gobernantes tienen las miras muy cortas y nos hacen retroceder en vez de avanzar», critica. Clotilde Agero viaja constantemente a Tarrasa porque allí tiene hijo y casa, y asiste con cierto estupor a la «degradación de cierta parte de la sociedad catalana». Una sociedad que «siempre ha sido integradora, tolerante, solidaria y moderna, y que ahora tiende prácticamente hacia la xenofobia, al odio y al rechazo al diferente».

Con esa sociedad «trabajadora, acogedora, cosmopolita y progresista» es con la que se identifica el matrimonio formado por Montserrat Martí (Sabadell, 1972) y Santiago Cánovas (Sabadell, 1972). Residen en Ceutí desde que decidieron salir de Cataluña en 2002, pero son hijos y nietos de aquellos emigrantes que llegaron al cinturón industrial de la Barcelona desde principios del siglo pasado (buena parte de ellos murcianos) para contribuir al desarrollo de lo que hoy es Cataluña. «Y con trabajos no muy gratificantes», recuerda Juan Regis.

Antonio Avilés. Trabajó en Barcelona más de 40 años

«Barcelona es lo que es gracias al trabajo de los emigrantes»

Antonio Avilés.
Antonio Avilés. J. A. Moreno

«Barcelona es lo que es gracias a los emigrantes que levantaron la ciudad», confirma Antonio Avilés, nacido en Ojós en plena Guerra Civil (1937) pero con más de media vida de curro en Cataluña, a donde se desplazó para trabajar en una empresa de artes gráficas. Uno de sus dos hijos mellizos vive en Barcelona y el otro en Ojós, «y es curioso que el que vive allí se siente murciano, y el que vive aquí se siente catalán», explica. Jubilado, Antonio ejerce hoy como sacristán en la iglesia de San Agustín, patrón de Ojós, y ve la situación en el que ha sido su pueblo durante décadas «muy mal, muy mal». Tan mal lo ve este octogenario, que le ha dicho a su hijo que no saque «ninguna bandera española a la calle y que no salga a andar». No «aceptaría» bajo ningún concepto Avilés una Cataluña independiente. Porque, si algo le han enseñado los catalanes, «es a querer a mi tierra como ellos quieren a la suya», zanja, en una información de Jesús Yelo.

«La sociedad catalana no ha cambiado», asegura Martí, auxiliar administrativo. «El movimiento independentista está echando toda la carne en el asador, aunque no tengan carne que echar. Pero la realidad es que hay un porcentaje muy amplio de la sociedad que no está ni a favor ni en contra, simplemente quiere vivir su vida. Pero al que más se oye es al que más grita», ilustra Cánovas, empleado de banca, mientras sus dos hijos, Alejandro e Irene, apuran sendas horchatas en una plaza de Murcia. Aunque no le gusta mucho el fútbol, Alejandro es del Real Madrid «para llevarle la contraria a mi padre».

Montse Martí y Santiago Cánovas. Residen en Ceutí desde 2002

«Queremos un referéndum legal, pactado con el Estado y en el que pudieran votar el resto de españoles»

Montse Martí y Santiago Cánovas.
Montse Martí y Santiago Cánovas. N. García / AGM

El matrimonio también es partidario de votar en un «referéndum legal, pactado con el Estado y en el que pudieran votar el resto de españoles. No tiene que dar miedo conocer la verdad, pero no se puede adulterar una consulta, como están haciendo. A los catalanes de fuera de Cataluña nos han apartado para que no digamos lo que nos parece y no sumemos votos en la opción que ellos no quieren, directamente. Y ellos lo saben. No son tontos», reprocha Montserrat Martí, que recuerda que con su familia de Cataluña, con sus primos (algunos de ellos proindependencia), se puede hablar de política «pero esquivando este tema por lo que pueda pasar».

Eso sí, no hay discusión alguna en esta familia murciana-catalana cuando se trata de cantar al unísono, y «a grito pelao», confiesa Santiago Cánovas, 'Més que la meva sang' (Más que mi sangre), de la banda catalana Lax'n'Busto, que dice «más que mi propia sangre, más que poder saber lo que hay en el más allá / no me importa nada lo que pase mañana / si te tengo delante de mí nada me importará». Y si hay un buen plato de canelones de la abuela en el horno. Música en familia y comida típica catalana en torno a una mesa murciana. Parece una buena forma de luchar contra «esa España invertebrada sobre la que escribió Ortega y Gasset y hacia la que nos quieren conducir algunos», advierte Nebot, quien observa el 'procés' con una «preocupación importante» y recomienda aplicar la visión que tuvo el astronauta español Pedro Duque en su primer viaje al espacio: «Desde aquí arriba no se ven fronteras». Quizá solo haga falta tanta altura de miras como un astronauta para solucionar el conflicto. O más.

Hijos del barrio más murciano de Cataluña

Montse Martí y Santiago Cánovas nacieron y se criaron en el que, sin ninguna duda, es el barrio más murciano de toda Cataluña: Ca n'Oriac, en Sabadell, a donde llegaron a mediados del siglo pasado miles de emigrantes murcianos en busca de un porvenir. «El primer año que nos escolarizaron en catalán, mi padre decidió que nos volviéramos», recuerda Martí. Ambos admiten que la sociedad «se ha crispado», y recuerdan que «todos los catalanes no son así, principalmente porque toda la sociedad catalana es muy mestiza. Yo soy catalán, pero hijo de gallego y andaluza y afincado en Murcia», se define Cánovas. Mestizos que han sido siempre «muy queridos en Cataluña», aunque otros se han convertido «en más catalanes que nadie», lamentan. «A mí no me importa que me llamen charnega allí, y tampoco que me gasten bromas aquí sobre mi 'pasaporte'», quita hierro Martí.

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