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Tres chicas bailan y tocan las castañuelas, en la Basílica de la Caridad, frente al altar mayor y a la Patrona.
Arte, música y flores para la Caridad

Arte, música y flores para la Caridad

Más de 1.600 personas ataviadas con sus trajes típicos participan en el gran homenaje mariano

Antonio López

Lunes, 10 de abril 2017, 13:17

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Marina y Ainhoa López, de cinco y siete años, y Natalia Mateo, de seis, no se separaron de su abuela Julia Morales durante el recorrido. Cargadas con sus ramos de claveles y gladiolos se mostraban impacientes a la altura de la calle del Parque por llegar a la Basílica de la Caridad. Allí, sus padres no paraban de hacerles fotos, como al final del recorrido, porque la abuela Julia, a pesar de vivir en Valencia no se pierde ni una ofrenda floral a la que es, «sin duda» su Patrona. La suya fue una de las cincuenta y siete agrupaciones, bandas musicales, asociaciones de vecinos, hermandades y otras entidades que ayer por la tarde llenaron de arte, música y gracia el centro histórico de Cartagena.

Llegaron desde casi todos los barrios y diputaciones del municipio cargados de coronas, escudos, ramos y otros motivos florales. El desfile recorrió, durante casi tres horas, desde la Plaza del Ayuntamiento hasta la iglesia. La comitiva salió casi puntual, a las cinco y diez de la tarde, y llenó de colorido el recorrido por la calle Mayor, la Puerta de Murcia, la calle Santa Florentina y la calle Parque, hasta llegar al templo. A ellos se les unieron muchísimos particulares que acudieron por su cuenta con sus propias flores, para honrar a la Virgen.

El bullicio era tremendo. Donde más, en la calle Serreta. Allí fue donde mayor afluencia de público hubo, ansioso por ver a los grupos y por aplaudir a, por ejemplo, la Agrupación Musical Cartagena 1990 y a Tambores Quillo. Estos fueron los primeros en llegar. Frente a la Basílica, los primeros tocaron el himno de Cartagena y los segundo, con sus trompetas, la canción 'Tres veces guapa'.

Tras ellos iba Inocencia Fructuoso, de 94 años de edad, todo un ejemplo de amor y devoción por su Patrona. Quizás, dijo, «soy la más mayor de todos. Espero volver el año que viene».

Más atrás le seguían dos vecinas de la barriada de San Ginés, Josefa Martínez y Caridad Tejada, de 84 años cada una. «Venimos desde pequeñas. Antes lo hacíamos con nuestros padres, ahora lo hago con mi nieta, Yolanda Rico, y con mi bisnieta, Paula Pérez. Volveré a enfundarme este traje, que hice con mis propias manos, hasta que las piernas me dejen», comentó la primera de ella, ya sentada en un banco de la calle Serreta.

Guitarras y bandurrias

Entonces, por esa calle apenas se podía caminar. Los participantes en el desfile, más de 1.600, llegaban a la iglesia y dejaban sus ramos a los dos grupos de floristas que había en la puerta principal. Estos los colocaban en los soportes metálicos. Después entraban al templo, donde se podían escuchar a las cuadrillas tocando sus guitarras, laudes y bandurrias, como la de La Aljorra, que sobre las siete de la tarde brindó a la Patrona una de sus canciones y bailes.

La ofrenda es el momento idóneo para sacar los trajes típicos cartageneros, cada vez más estudiados, como los de la Agrupación de Romeros de San Ginés de la Jara. En este grupo iban alrededor de 40 personas, todas ellas con atavíos del siglo XVIII.

«Tenemos un taller, donde nos reunimos tres o cuatro veces al mes. El que llevamos, compuesto por zaragüel, espinillera, zahón, chaleco, chaqueta y sombrero de dos picos, lo hemos sacado de documentación obtenida del Archivo Municipal», contó José María Alcantud. Este grupo sigue investigando los trajes típicos que se han utilizado a lo largo de la historia de Cartagena, para sacarlos en próximos desfiles.

Con el tradicional del barrio de Santa Lucía iban las hermanas Marina y Paloma Aravaca. La vestimenta, en este caso, era de pescadora. La primera, a pesar de vivir en Granada, viene todos los años para participar en la ofrenda floral. Ayer lo hizo también con sus hijas, Eli y Katia.

Quienes también lucieron un traje muy especial fueron las componentes de la Asociación de Mujeres de Canteras. «Nuestro pueblo, al pertenecer a la zona oeste del municipio, antiguamente, la mayoría de los vecinos se dedicaban a la siega. Tirando de historia y de documentación propia diseñé el traje hace doce años. Es el tradicional canterano», explicó María Jesús Valverde. Junta a su amiga, Dori Aznar, portaba el pendón del grupo con un crespón negro, «por los que se han ido», añadió Valverde.

Todos los grupos participantes fueron escoltados por distintas bandas de música, desde las tradicionales, hasta las rondallas, las de tamborileros, las de gaiteros y las de cornetas. Así, la música se unió al colorido de vestidos y arreglos florales. Estos, a su vez, se mezclaban con los vendedores de pipas, caramelos, globos de helio y algodón de azúcar que durante toda la jornada se podían encontrar trabajando en cada rincón del centro histórico.

Pero no fueron con los únicos que se mezclaron, lo hicieron también con los que sobre las siete de la tarde veían pasar al Cristo de la Divina Misericordia y a la Virgen de los Desamparados.

Las terrazas, llenas

A esa hora, el casco antiguo era un hervidero de cartageneros paseando de un lugar a otro. Los bares lo notaron. La mayoría tenía sus terrazas llenas, a pesar de que ya entradas las ocho de la tarde la temperatura comenzó a bajar levemente, algo que hizo obligatorio usar ropa de más peso. El colorido, la alegría y el jolgorio dio paso a la seriedad de la procesión inaugural de la cofradía california.

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