Borrar
La partida de los soldados al frente ruso.
Soldados de la División Azul

Soldados de la División Azul

LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN

Sábado, 1 de diciembre 2018, 01:28

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Cuando hace 77 años, desde la estación de ferrocarril en la Avenida de América, un grupo de jóvenes cartageneros marcharon hacia un frente lejano de guerra no imaginaron las consecuencias tan terribles que para sus propias vidas tendría aquel impulso. Algunos de ellos voluntariamente, otros forzados por las circunstancias de una terrible posguerra, vivirán los estertores tiempos de guerra y para muchos simplemente la muerte en una fría y helada tierra extraña.

La II Guerra Mundial estalló en septiembre de 1939, cinco meses después de la victoria del general Franco en la Guerra Civil Española. El régimen victorioso mostró su simpatía por los países del Eje (Alemania e Italia) en este inicio, pero sin querer abiertamente entrar en la guerra se declaró neutral. Fue en junio de 1940 tras la derrota francesa ante los nazis cuando se cambió el estatus por el de la no beligerancia. El 23 de octubre de ese mismo año se produce la famosa entrevista de Hitler y Franco, en la que este último puso condiciones para la entrada de España en la guerra que parecieron excesivas a Hitler: ayuda militar y económica, recuperación de Gibraltar y posesiones en el norte de África (a costa de Francia).

España se encuentra en esos momentos en una gran fragilidad de las interacciones entre franquismo y nazismo. La ambivalencia de Franco entre la no beligerancia y la neutralidad se decanta por esta última. Resultado: España no entrará en la guerra, pero sí en la lucha contra el comunismo, enviando a Rusia la llamada División Azul.

Compuesta por unos 47.000 hombres, la mayoría voluntarios falangistas, lucharon en una guerra ajena, apoyaron a los invasores nazis de la URSS de 1941 a 1943, sufriendo numerosas bajas durante los intensos combates en torno a Leningrado. Su comportamiento en el campo de batalla fue excepcional, aunque su indisciplina y falta de rigor militar causaba asombro al alto mando de la Wehrmacht.

Al final las bajas no pudieron ser cubiertas por voluntarios. Muchos de los alistados lo hacían por limpiar su pasado republicano, unido a una previsible derrota alemana, hicieron que en septiembre de 1942 el gobierno español retirara a la División Azul e intentara mejorar sus relaciones con los países aliados.

En Cartagena, todos estos acontecimientos se vivieron de una manera especial. La ciudad vuelve en 1941 a su tradicional germanofilia, heredada de la anterior guerra mundial de 1914-1918; una ciudad mesocrática y militar, dominada en ese momento por la figura del cónsul alemán Enrique Carlos Fricke. Él fue el artífice de conseguir que la figura de Hitler ocupara muchos espacios por toda la ciudad, no solo en el consulado y en el Colegio Alemán, donde los niños alzaban el brazo cuando celebraban el cumpleaños del Führer, sino también en lugares tan emblemáticos como Capitanía.

Una parte importante de la sociedad cartagenera vio al nazismo durante los primeros años de la posguerra con simpatía, y sus cruces gamadas, sus esvásticas y uniformes exaltaban a los ya de por sí emotivos muchachos de la Falange, que no dudaron, algunos de ellos, en alistarse en la División Azul.

Al igual que en otras zonas del país, se organizaron oficinas de enganche de voluntarios. En Cartagena, su falange se sumó con «indescriptible fervor patriótico», complementándose el listado con soldados que hacían su servicio militar obligatorio, destacando un grupo numeroso de artilleros del Regimiento de Costa nº3, que marcharon a Logroño para incorporarse a la División Azul. Fueron: el sargento Rafael Rueda Pérez; los cabos Fermín Nicolás Romero, Juan Miguel Ruiz, José Carrillo Domínguez, José Mora López, Manuel López Navarro, Antonio Serrano Rodríguez, Francisco Laso González, Celestino Nogueira García, Tomás Martínez Ruiz y José García Rodríguez; los artilleros primeros Amalio de la Rosa Quirós, Francisco Cuadras Moreno, y los artilleros segundos Carlos Pareja Muñoz, Vicente Romero Ortiz, Mariano Lidón Mata, José Salguero, Eusebio Manovel Jano, Domingo Hernández Martínez, Miguel García Muñoz, Fernando Losada Martínez y José Martí Broen. Un total de 22 hombres.

Durante su estancia en el frente ruso, la ciudad estuvo muy pendiente de ellos, recaudando ropa, enseres y aguinaldos, pero el desánimo con el paso de los meses, el frío y las bajas que a diario se producían, provocó el deseo del regreso.

Este se produjo en septiembre de 1942. La ciudad preparó un espectacular recibimiento en la misma estación de donde partieron, la prensa del momento se puso al servicio de los repatriados cartageneros de la División Azul, también es el momento de los homenajes a los caídos en Rusia, a los que ya no regresarían, funerales de Estado llenos de la simbología del régimen.

Escribieron: «Cuarenta y cinco heroicos camaradas voluntarios de la gloriosa División Azul habrán llegado a Cartagena cuando este periódico esté en la calle. Son 45 conciudadanos que vuelven a sus lares después de dejar el nombre de España, en los frentes de Rusia, a la altura que a nuestra Patria corresponde por su Historia y por su valor y valer raciales».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios